Denominaciones

Valdeorras del valle más agreste del Sil

Treinta mil botellas de vinos blancos y tintos, elaborados con uvas procedentes de un microcosmos formado por treinta y tantas parcelas, algunas son verdaderamente minúsculas, de unos cientos de metros cuadrados. En total suman 3 hectáreas y media. El esfuerzo que supone trabajar a lo largo del año cada uno de esos pequeños viñedos resulta ímprobo. Máxime en un territorio, de escarpada ladera en la orilla iquierda del Sil, en San Paio, Petín.

De su localización reciben el nombre la bodega y los vinos: Sampayolo. Se trata de un proyecto que ya alcanzó la mayoría de edad, nació con la cosecha de 2002, de la mano de Javier García. 

Entre esa colección heterogénea de fincas, destacan la que está pegada a la bodega, con una pronunciada pendiente. No es la única así. De otra de ellas, Bancales de Olivedo, salen los racimos de Godello con los que elabora un vino cuya vinificación comienza con una fermentación parcial en acero que se termina en barricas nuevas de roble francés donde le sigue una pequeña crianza con periódicos batonages. Se llama  Godello en lágrimas de los Bancales de Olivedo. Muy cerca, está a Chaira de don Ramiriño, una finca que cuando Javier la encontró era una selva de maleza que que escondía un tesoro: viejas cepas centenarias, plantadas en 1909, de Garnacha tintorera. Seguramente las primeras cepas que recuperaban un viñedo arrasado por la plaga de la filoxera. Para la recuperación de este viñedo de unos mil metros cuadrados, contó con el apoyo de 200 mecenas de todo el mundo, en una acción de micromecenazgo que se convirtió en la primera que se desarrollaba en España orientada a la viticultura. Hoy esas venerables cepas dan su fruto, una escasa cosecha con la que elabora la “Garnacha vella de Sampaiolo”, una limitadísima tirada de un vino criado en barrica de roble francés que ya ha cosechado no pocos premios.

Los dos vinos referidos conforman el catálogo de las elaboraciones de finca. Pero junto a ellos, la marca Sampaiolo abarca otros tres monovarietales. El primero de Godello, el segundo de Mencía y el tercero de Garnacha tintorera. Vinos con una crianza de cuatro a seis meses, el Godello en depósito de acero y los dos restantes en barricas de roble francés. La gran diversidad que aportan esas minúsculas fincas, una aqui, otra allá, se integra aportando matices diferentes que van a depender de la altura, la orientación, incluso la calidad del suelo. Vinos que nos muestran otro paisaje de Valdeorras y que apuntalan la gran riqueza enológica de esta tierra.


Bodeguero

Hijo de la emigración, Javier García nació en París. Estudió empresariales en Santiago pero se encontró más a gusto entre viñedos.  Empezó recuperando pequeñas parcelas. De su abuelo, de sus padres, de otros familiares e incluso de amigos que las habían abandonado. Es la inevitable historia de la Galicia y de la España vaciada en la que la riqueza termina devorada primero por la maleza y luego por los incendios. Pero Javier nadó contra corriente y hoy el esfuerzo tiene su recompensa en cinco grandes vinos.

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