Bin Laden cayó en Pakistán tras una década en busca y captura

Comandos estadounidenses mataron en mayo en Pakistán a Osama bin Laden, que una década después del 11-S vivía apaciblemente cerca de Islamabad, lo que disparó la tensión entre EE.UU. y este país, al que acusa de ambigüedad con el terrorismo. El enemigo público número uno de Washington se escondía en una finca de la ciudad norteña de Abbottabad, apenas a unas tres horas en coche de la capital paquistaní y que alberga la principal academia de cadetes del Ejército de Pakistán.
Esas coordenadas alentaron de inmediato la sospecha de que el líder de Al Qaeda contaba en algún grado con complicidades en el Ejército o los servicios secretos paquistaníes (ISI). La operación se produjo en una noche de luna nueva, el pasado 2 de mayo, cuando 23 Navy SEALs penetraron en el espacio aéreo paquistaní a bordo de dos helicópteros desde Afganistán, sin que fueran detectados por los radares paquistaníes. Los comandos llegaron a Abbottabad, se descolgaron de los aparatos y dieron muerte al jefe de Al Qaeda, cuyo cadáver fue luego arrojado al mar, según la versión oficial estadounidense.

El Ejército paquistaní, humillado por no haber sido informado de la operación y por lo que consideró una violación de la soberanía de su país, reaccionó reduciendo su cooperación antiterrorista con EE.UU., que a su vez bloqueó parte de su ayuda militar para este país.

Ruptura con pakistán
La muerte de Bin Laden parecía abrir una nueva etapa y una ventana para el diálogo con los talibanes en Afganistán, para el cual la participación de Pakistán es fundamental. Pero fuentes de seguridad e inteligencia consultadas creen que Pakistán es más reticente que nunca a colaborar con EE.UU. tanto en el desenlace de la guerra afgana como para lidiar con los grupos insurgentes a los dos lados de la frontera.

Así se cierra una década en la que Pakistán, de estado paria, pasó de la mano del dictador Pervez Musharraf a aliado imprescindible de Washington en la lucha contra Al Qaeda. El hallazgo de que Bin Laden vivía tranquilamente en su suelo le colocó, sin embargo, en el papel de socio infiel, pese a haber pagado un alto precio en la lucha contra el terrorismo. La casa amurallada de tres plantas en Abbottabad es el testimonio mudo de la búsqueda del líder de Al Qaeda, que se escurrió de manos estadounidenses en el famoso desierto de Tora Bora, al este de Afganistán, pocos meses después del 11-S.

En todo este tiempo, Pakistán asegura haber perdido a unos 5.000 miembros de las fuerzas de seguridad y a 30.000 civiles, ya sea en atentados terroristas, enfrentamientos armados u operaciones contra la insurgencia talibán. 'Uno de los países más afectados por el 11-S fue Pakistán. El extremismo y el radicalismo se multiplicó', resumió el teniente general retirado Talat Masud. Tan solo durante 2010, 2.913 personas perdieron la vida en 2.113 ataques insurgentes, terroristas o sectarios, pero el número de víctimas se eleva hasta los 10.000 muertos si se incluyen combates, operaciones militares y ataques de aviones espía de EE.UU.
Los números son más alarmantes si se tiene en cuenta que, en 2006, 907 personas perdieron la vida en este tipo de episodios violentos, según el Instituto de Pakistán para Estudios de Paz.n

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