Asuntos globales

La sombra de China es alargada

Un hombre recorre la Gran Muralla de China.
photo_camera Un hombre recorre la Gran Muralla de China.

Alo largo de dos o tres siglos las noticias que nos llegaban de China provenían de misioneros irritados y de comerciantes que soñaban enriquecerse haciendo negocios en las legendarias rutas de la seda. Lo que significa que teníamos una imagen deformada de la realidad, era un país extraño, lejano, rodeado de una muralla de brumas, el último lugar donde se refugiaba el exotismo sembrado de oscuridad y tierras misteriosas de silencios. Después de la mítica Larga Marcha del Ejército Rojo encabezado por Mao Zedon y Zou Enlai, derrotadas las fuerzas republicanas de Chiang Kai Shek que se refugió en la isla de Formosa, la actual Taiwan, creando un estado diferente de China, Mao se convirtió en el dueño y arbitro del país y en 1949, en una espectacular y sobria ceremonia celebrada en la puerta de la Ciudad Prohibida en la plaza de Tianamen proclamó la República Popular China bajo el control absoluto de Partido Comunista. A lo largo de los años cincuenta, las noticias sobre China seguían teniendo como fuente las contadas por los misioneros perseguidos y por lo tanto más irritados. Trasmitían su realidad, pero no lo que estaba sucediendo en China, solo una pequeña parte. Aquí en plena esquizofrenia del nacional catolicismo, lo más viejos lo recordarán, obispos y sacerdotes en el delirio de convertir a los chinos a la religión católica nos lanzaron a las calles con unas huchas pidiendo limosna para los chinitos. Enternecedor.

Mientras tanto en China se establecía el igualitarismo incluso en la misma forma de vestir de hombres y mujeres. Mientras nosotros pedíamos limosnas para los chinitos, Mao sembraba en el pueblo sonoras ilusiones con poemas simbólicos de mística revolucionaria. A finales de los cincuenta y principio de los sesenta Mao decidió que China fuera el portaestandarte de la modernidad y lanzó la idea y la práctica del conocido como Gran Salto Adelante por el que el que rompía con la tradicional cultura agraria a través de una rápida industrialización, se suprimió la agricultura privada y se crearon las comunas colectivas. Estos grupos debían montar pequeños hornos y herrerías como base de un horizonte industrial. La apuesta tuvo un estridente fracaso que sumó a China en una estremecedora hambruna que causó millones de muertos. Mao mantuvo los honores y cargos, pero perdió el poder ejecutivo real. No era la clase de hombre que se resignara al ostracismo, ni se consolara ejerciendo el carisma de poeta. Le obsesionaba el poder, a ser posible todo el poder y para recuperarlo movió todas las influencias y fidelidades que le quedaban en el Partido. Acusó a los nuevos dirigentes Liu Shaoqui y Deng Xiaoping de desviacionismo, de contaminar el comunismo con el tradicionalismo burgués de la sociedad china para restaurar el capitalismo.

Las acusaciones de Mao engendraron el incendio de la Revolución Cultural, se formaron grupos de jóvenes por todo el país conocidos como la Guardia Roja, destrozaron muchos símbolos de la vieja cultura china y eliminaron a millares de revisionistas sin ahorrarse violencia y ejecuciones. La locura duro casi diez años bajo formas cambiantes. Se descuido la economía por la ideología y llegó otra desoladora hambruna. En el 1976 muere Mao, le entierran con llamativos honores, pero el malestar es evidente, a lomos de ese malestar vuelve Deng Xiaoping, ya saben, el hombre pragmático que le dijo a Felipe González aquello de “gato negro o gato blanco que más da, lo importante es que cace ratones.” Ya con Deng Xiaoping como líder máximo del país impuso la praxis sobre la ideología, con la modernización de todos los sectores de la producción y la comercialización sentó los cimientos de la pujante China actual de Xi Jinping, el único país de las economías avanzadas que este año crecerá el 1´9%, a pesar de los destrozos causados por la pandemia. El próximo año crecerá al 8,2% según las previsiones del Fondo Monetario Internacional.

El hombre que tiene el máximo poder en China desde 2013 es el ingeniero químico Xi Pinjin como presidente de la Republica Popular y jefe indiscutible del omnipresente Partido Comunista. Hoy después de las descarnadas y sangrientas luchas por el poder, de las devastadoras hambrunas y de los delirantes ajustes ideológicos, China vive, según dice el escritor Chang Peng, en el marco azul de la serenidad sin turbulencias. El presidente Xinping es el arquetipo de la eficacia. No quiere instalarse en el aislacionismo sino todo lo contrario. De una manera silenciosa se han expandido por África en donde los chinos han comprado amplios territorios y colaboran con la mayoría de los países. Construyen grandes obras, abren carreteras y autopistas, trazan líneas de ferrocarril y fundan centros de enseñanza y universidades. A cambio extraen las mas diversas gamas de minerales y metales en colaboración con los estados, se aseguran con ello sólidos apoyos diplomáticos en el paisaje internacional.

En el interior el presidente Xi ha aumentado su prestigio por el éxito en la lucha contra la pandemia, en el exterior no tanto considerando que el coronavirus se originó en China, Trump siempre le llama el virus chino. Para recuperar el prestigio Xi ha ofrecido su colaboración en la lucha contra la pandemia, poniendo todos los instrumentos de que dispone en el mercado global y abierto, incluidas las vacunas cuando las tenga. China es la segunda economía del planeta y como tal considera a los Estados Unidos como su rival estratégico. En su diseño de futuro quiere convertirse en la primera, y no es descabellado que lo piense e incluso que lo logre. Entre los objetivos de Xi Pinjin está doblar el PIB de este año 2020 para dentro de 29 años, una meta que según sus cálculos conseguirá en 2049. Desde Pekín se observan los primeros pasos y las palabras de la futura Administración de Joe Biden. Buscan como encauzar las relaciones bilaterales absolutamente deterioradas ahora después del paso de Trump por la Casa Blanca. Quieren conseguir una cierta forma de armisticio en la venenosa guerra comercial que destroza a ambos. 

Biden ya anunció que mantendrá una fuerte dureza con China, no podía ser de otra manera teniendo en cuenta la mala reputación de que goza China entre los norteamericanos. Exigirá con rigor el respeto escrupuloso de derechos humanos o al menos eso ha dicho. También rechazará las oscuras prácticas comerciales. Por su parte, en Pekín temen que los Estados Unidos lideren una alianza de los países europeos y de los de Asia-Pacífico creando un frente amplio contra China. Biden ya ha manifestado que ese no va a ser el eje de su política, tratará de buscar la colaboración en temas como la lucha contra el terrorismo o el cambio climático.

Que lejos queda lo de “limosna para los chinitos”.

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