REPORTAJE

“Ahí dentro puede haber 10.000 avispas"

Los bomberos de la ciudad  retiran una media de cinco nidos de velutina al día, de abril a octubre. Solo recogen aquellos que entrañan riesgo para la población, a menos de cinco metros de viviendas. Al caer la tarde, empieza la misión. 

Las primeras veces que los bomberos de la ciudad retiraron nidos de velutina no contaban con equipos apropiados, ni tampoco con conocimientos especializados. "¿Te acuerdas? Íbamos con los trajes de incendios y con el casco", comenta Amancio Rodríguez, que acumula 26 años en el cuerpo. "Creo que fue en el 2016", apunta su compañero Ángel Devesa. Desde entonces, el continuo contacto del parque con investigadores de la Universidad de Vigo ha permitidio un cambio importante, así como la dotación de trajes adecuados. "Llevamos un tiempo dando cursos en las asociaciones de vecinos, hay mucha información que no es cierta y mucha alarma social entre la gente", asegura el sargento Manuel Ferreira. 

La velutina no es agresiva, tal y como explican, a no ser que "te metas con ella". El problema, para ellos, es que sí se meten con ella.  "A mí me picaron tres hace dos semanas y nada... a Urgencias", comenta Rodríguez. 


De misión


Al caer la tarde, dos bomberos se reúnen con el sargento para repasar la lista de nidos a recoger. "Tenemos seis, id llamando a los dueños de las casas para que estén pendientes", dice Ferreira. Rodríguez y Devesa se dirigen rápidamente al cuarto donde guardan los epis –los trajes especializados–, los insecticidas y las bolsas de plástico. "Lo malo de estos trajes es que dan muchísimo calor, para estos meses son insoportables", apuntan ambos. Montan el equipo en el vehículo, encienden la radio de comunicación y arrancamos. "Deberíamos de ir tres personas, pero es impensable con el poco personal que hay, somos ocho en el turno, nos vamos nosotros y quedan seis en el parque, si pasa algo y nos requieren... dejamos esto y vamos", explica Rodríguez. 

La primera dirección es una casa de Vistahermosa. Al llegar, el dueño espera fuera. "Están aí", dice mientras señala el nido, en estado avanzado (40 centímetros de diámetro, colocado encima de la puerta de entrada). "Uf, es bastante grande. Ahí dentro puede haber 10.000 avispas", dice Rodríguez, mientras se coloca la mascarilla y la mosquitera. "Tenéis que manteneros alejados, cuando empecemos a rociarlas se van a enfadar", añade. Desde una distancia prudencial se advierte la nube de avispas que comienza a revolotear alrededor de Devesa, que echa el insecticida en el agujero del nido. Antes de meterlo en la bolsa, la estructura se deshace, y las velutinas salen, asustadas. Los bomberos se ven obligados a usar más insecticida y, finalmente, guardan los trozos en la bolsa. "No nos hubiese pasado si fuésemos tres: mientras uno aguanta, dos se ocupan de retirarlo", comenta Rodríguez, de vuelta en el coche. En Mende esperan dos jóvenes, a quienes sus vecinos llamaron durante las vacaciones para advertirles de sus nuevas inquilinas. Este nido, situado en el balcón, es más pequeño, pero dentro puede haber miles de avispas. Al acabar, Rodríguez explica la mezcla para capturar a aquellas que se quedan vivas: "Vino blanco, azúcar, zumo rojo y un poco de alcohol dulce, que así no atrae a las autóctonas". 

En O Vinteún apuntan la dirección para volver con el camión: "Ahí hay que venir con el brazo, está en el tejado del edificio". En Cudeiro también está en un tejado, pero sí es accesible y los bomberos entran para valorar la situación. "Es primario todavía –10 cm de diámetro–, pero en cuestión de días ya tendría un tamaño considerable", señala Devesa, que esta vez rocía el nido sin dificultad. Ya anocheciendo, llegamos a O Polvorín. "Estas direcciones las pasó Alcaldía, pero no indicaron dónde está y no adjuntaron un contacto", dice Rodríguez. Terminada la ruta, de vuelta en el parque, queda la quema. "Es una pena que sean tan perjudiciales, da pena hacer esto", dice la bombero encargada de encender el mechero.

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