Ha sido la tribuna más prestigiosa y libre de los últimos cuarenta años. Sus instalaciones albergaron actos de gran trascendencia social, con los más importantes oradores del momento; acogió magnas exposiciones y fue un referente del ourensanism

Los apuros de una sociedad histórica

Existe unanimidad a la hora de catalogar al Ateneo como una de las entidades básicas en la historia de la democracia en Ourense. En su seno nacieron algunas de las iniciativas más destacadas de las últimas cuatro décadas, y en sus instalaciones tuvieron cabida otras que fueron gestadas fuera pero a las que el Ateneo franqueó las puertas. De hecho, ha sido y es uno de los signos de identidad de esta veterana sociedad, a la que el paso del tiempo y los avatares sufridos han colocado contra las cuerdas.
La directiva actual, que preside Isabel Salgado, trata de buscar soluciones y, fundamentalmente, dinero, que es el que permite el funcionamiento. Los tiempos no son buenos y aunque existe colaboración institucional, ésta resulta insuficiente. Los responsables del Ateneo tienen claro que la mejor fórmula para la supervivencia sería incrementar de forma significativa el número de socios, que en estos momentos 'está en torno a los 150, pero necesitaríamos que llegase hasta los 500', dice Pablo González Prieto, que harían posible una gestión 'viable y sostenible', sin dependencias.

Buena parte de las estrecheces y dificultades son consecuencia 'del desahucio del local de la Torre', afirma Pablo, ya que forzó la búsqueda de una sede alternativa, con la complejidad que supone albergar una institución como el Ateneo. 'Valoramos muchas opciones', recuerda Pablo González, ya que un local con la amplitud suficiente y con ubicación céntrica supone un coste inasumible'. 'Al final -prosigue González Prieto- optamos por la solución de mudarnos a las instalaciones del Club Tenis, que reúne las condiciones que buscábamos, con un coste razonable; se da la circunstancia que se trata de una entidad que cuenta también con sus propios problemas económicos, por lo que el acuerdo es beneficioso para ambas partes'.


ONCE PRESIDENTES

El Ateneo llegó hasta aquí merced a la gestión de sus directivos y los once presidentes con que contó la entidad. El primero fue Julio Francisco Ogando, al que siguieron Manuel Cabaleiro Goás, Manuel Albendea, Plácido Bahamonde, Iago Seara, Anselmo López Morais, Eladio Pérez González (Cadelina), Pablo Quintas Graña, Segundo Alvarado, Morais, de nuevo, Fidalgo Santamariña e Isabel Salgado, que es la actual. De ellos, Ogando, Cadeliña y Quintas Grañas, fueron los únicos que accedieron al cargo por designación, pero todos prohombres del ourensanismo.

El Ateneo comenzó a funcionar en 1969 en los históricos locales de la Torre. Fue así fruto de un pacto suscitado para resolver un conflicto de grandes y grandes proporciones surgido durante la construcción del edificio. Cuando la estructura estaba a punto de llegar a su final -iba por la planta 17-, el Ministerio de Vivienda ordenó cortar ocho pisos, para adecuarlo a la normativa vigente -oficialmente parece que nadie, hasta entonces, había reparado en las cuestiones legales-.

De resultas del lío, la negociación entre la Caja de ahorros -propietaria-, Concello y el propio Ministerio, resolvió conceder la categoría de edificio singular al inmueble, que permitía mantener el proyecto original, pero quedando la mitad del entresuelo como sede del Ateneo y la otra mitad para Información y Turismo, de quien dependía oficialmente, y que asumía, además, el pago del simbólico alquiler de 1.000 pesetas mensuales.

El ámbito competencial pasaría luego al Ministerio de Cultura y en 1984 a la Consellería de Cultura, tras el traspaso de competencias en esta materia. Ella era la obligada a mantener los compromisos.

Pese a lo que pueda parecer, la estancia del Ateneo en la Torre distó de ser plácida, ya que al margen de la pujante actividad, la entidad tuvo que pleitear ya de viejo para mantenerse allí; una vez contra el Ministerio de Cultura, que quería desalojarlo alegando 'falta de actividad'; la otra, contra la misma Caja, que quería vender -y acabó haciéndolo- el edificio al empresario Martínez Núñez, propietario del Hotel San Martín.

El nuevo propietario llegó a reclamar la actualización de la renta hasta 400.000 pesetas mensuales. En 2001, la reclamación se extendió a la totalidad de la planta que ocupaba la Xunta, incluido el Ateneo; la Administración se fue y la entidad sociocultural se quedó, pero sin haber sido avsiado de las razones del desalojo voluntario de la Xunta, lo que le colocó en situación de indefensión y, como consecuencia de ello, con un pie en la calle. Paralelamente, la Xunta se fue desentendiendo de toda su colaboración. Sí lo hacen Diputación y Concello de Ourense, como destaca Pablo González, pese 'a que es la Xunta la que tiene la verdadera obligación'.


POLÍTICA

Así las cosas, sólo el apoyo de los ourensanos garantizará la supervivencia. 'Aquí nació la oposición política', refiere el secretario actual, 'con la articulación de un movimiento contra la instalación de una planta de celulosa, todavía en el franquismo'. Por su salón de actos pasaron conferenciantes de primerísimo nivel, como Cela; políticos de todas las tendencias, intelectuales, además de acoger magnas exposiciones como una itinerante del Prado u otra sobre el Guernica. A esta actividad hay que sumar los servicios prestados a las inquietudes locales, pues las instalaciones estuvieron 'siempre abiertas para todo el mundo; nunca se le preguntó a nadie de qué iba a hablar, como tampoco se le cobró un duro a nadie'. Todos ellos constituyen méritos suficientes para seguir en la brecha.

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