La montaña de Manzaneda se queda sin pastores que pasaban todo el verano en ellas. Uno de los últimos es Francisco Rodríguez, que llegó hace 22 años de Barcelona, donde trabajó de portero de discoteca.

Así son los últimos pastores

Francisco Rodríguez posa delante de su rebaño de ovejas. (Foto: L.B.)
La sierra no tiene secretos para Francisco Rodríguez Rodríguez.
Llegó a Manzaneda hace 22 años, procedente de Barcelona, donde había trabajado en diferentes empleos, un poco de todo. 'Antes había que agarrarse a lo que había', explicó. Ahora, con 45 años, se dedica a uno de los oficios más antiguos, el de pastor. Asegura que es uno de los cinco que disfrutan de un peculiar 'veraneo' en las montañas de Manzaneda y Vilariño de Conso. Es el más veterano, está soltero y apenas baja al pueblo. Desciende los fines de semana y el tiempo justo para mantener una limitada vida social y preparar lo necesario para regresar con su ganado.

El oficio de pastor está condenado a desaparecer. 'Hai anos éramos un montón, pero a xente vella deixa o gando e á nova non lle gusta. Pode que sexamos os últimos', reconoce Francisco Rodríguez. Él es el más veterano y lamenta el abandono de la actividad. 'É unha pena moi grande', dijo.

En la naturaleza, el pastor de Langullo encontró la tranquilidad que perdió en la ciudad condal. Se echó al monte hace un mes y desde entonces tuvo que soportar el frío de un verano atípico. 'Este ano non ven o calor. Sempre fai frío. No curro temos unha estufa de leña, pero non se pasa calor', comentó. No obstante, confía en que el mercurio del termómetro recupere los niveles propios del periodo estival antes de que llegue octubre, mes en el que deberá regresar con el ganado al pueblo de Langullo, donde pasará el invierno. Cuando las cumbres se cubren de nieve, el pastor regresa a casa por las noches.

No está siempre solo. Los dueños del ganado que pastorea suben periódicamente para llevarle comida y ropa, pero también para hacerle compañía. Sin embargo, muchos días no tiene a nadie a su lado. 'Hai días nos que estou só', dijo. Sin embargo, afirma no tener miedo. Confirma la presencia de lobos en estos montes, pero sus perros mastines suponen una defensa insalvable para la fauna salvaje.

Cuida un rebaño de 400 cabezas, un número que va a más, al haber reducido la Xunta el número de animales sacrificados en las campañas de saneamiento. 'Antes traíannos pola rúa da amargura', confesó.

Su jornada comienza a las 7.30 horas, cuando se levanta para ocuparse de los cabritos. Después de desayunar, sobre las 10.00 horas, lleva el rebaño al monte, regresando a las 21.00 horas. Él mismo se prepara la comida, con unos platos cocinados con la carne como ingrediente principal. De cerdo, ternera, cordero o pollo, el veterano pastor la guisa o la fríe. Eso sí, nada de productos de la huerta. En el monte, la verdura y la fruta están prohibidas. Falta una nevera para conservarlas. No es por falta de electricidad, como Francisco Rodríguez apunta. Un generador le suministra la corriente que necesita el aparato de televisión que pretende colocar en la choza, en los próximos días.

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