Ourense no tempo | La historia de la avenida de Buenos Aires

Aunque hoy sea imposible, hubo un tiempo en que el tren y el viaducto se veían desde prácticamente toda la calle.
photo_camera Aunque hoy sea imposible, hubo un tiempo en que el tren y el viaducto se veían desde prácticamente toda la calle.

Os contaba en un artículo anterior lo que fueron primeros tiempos de la conocida como carretera de Trives (entre otros nombres) y que, a partir de 1913, pasó a conocerse como avenida de Buenos Aires como reconocimiento a la capital y pueblo de Argentina por el buen recibimiento hecho a nuestros emigrantes, aunque no fue hasta 1935 que se conformó con el trazado actual (anteriormente llegaba hasta la calle Progreso).

Hoy, con la ayuda de mi amigo Benito Garrido, vamos a pasear por esta calle antes de los años 70. Lo primero, corregir una imperdonable omisión de mi anterior visita a esta calle: os citaba el cuartel de la Guardia Civil y el asilo San José como los edificios más representativos de la zona, olvidando que hasta 1940, en la entrada de la calle, casi en las Mercedes (incluso creo que en algún momento la dirección postal era en la plaza), estuvo ubicada la casa cuartel de los Carabineros del Reino. A modo de justificación, diré que por extraño que parezca y a pesar de no ser tan antigua su existencia, no ha sido fácil ubicar la sede de este cuerpo de seguridad; a raíz de su traslado de la plaza de San Cosme en 1892, el hecho de que se dividieran los efectivos en varios puestos a lo largo de las fronteras provinciales hizo necesario menos espacio para el cuartel, y el menor tamaño puede ser la causa de ese desconocimiento. También la fusión de este cuerpo con el de la Guardia Civil en 1940 puede haber contribuido a este olvido.

Se aprecia perfectamente cómo era la estética de la calle en aquellos años 50. Grandes árboles daban sombra a los paseantes y el asfalto aún no había invadido las calles.
Se aprecia perfectamente cómo era la estética de la calle en aquellos años 50. Grandes árboles daban sombra a los paseantes y el asfalto aún no había invadido las calles.

Pero aclarado este punto, vamos a recordar gentes y detalles de este vial. Seguramente a muchos les haya pasado desapercibido que la avenida tiene en su entorno las dos calles más estrechas de la ciudad: La rúa Lobios (a la altura del 186) tiene un metro de ancho, pero resulta necesaria para dar acceso a edificaciones y conectar con la travesía Cantoña (otro pequeño vial). Casi el doble tiene la rúa do Liño, situada en el 268, que tiene otro detalle original, nace ahí con dos metros de ancho y termina poco más adelante (nº 276 aprox.), habiendo doblado su tamaño, incluso se puede entrar con vehículos. Y, por si fuera poco, citar también que donde estaba el viejo cuartel de la Guardia Civil, el edificio que da a la calle, tuvo que dejar acceso a jardines con escaleras y a varias edificaciones que recuerdan la estructura en varios niveles del cuartel.

El tema personajes es otro de los interesantes, y eso que voy a obviar a todos los entrañables que a diario pasaban por el barrio ya que, aprovechando el calor y amabilidad del dueño, dormían en el horno del Orchapan (la verdad es que, por mis datos, los panaderos ourensanos eran como padres para muchos de estos personajes, Camilo en el Puente, Gil en la Burga, Remedios en Villar, etc.).

Intentaré seguir el orden de la numeración de la calle, aunque, como podéis imaginar, con los años muchos habrán cambiado, así que deberéis tomarlos solamente como referencia. En el 9 vivía una señora famosa por su trabajo pero que durante muchos años pocos sabían su nombre, era Juana Abadín. Los artículos por ella confeccionados los llevaban los ourensanos más elegantes, los que se vestían en la afamada camisería de José María Rodríguez (calle Pereira, 2, hoy edificio de Alfredo Romero) de la que ella fue costurera y encargada hasta que José María tuvo que dejar ese servicio por no poder atenderlo. Recientemente falleció Jerónimo de Vicente, un enamorado de la ciudad y las navidades, por el belén que él instalaba en su domicilio, en el nº 18, pasaban todos los años varios cientos de ourensanos. Habitual en el Ourense antiguo era la existencia de fábricas de madera, la de esta calle estaba aproximadamente en el 29 (antes 87, al lado del asilo) siendo propiedad de Manuel López. En el numero 25 existió una reconocida academia para preparar el ingreso en las carreras militares, la dirigía el capitán Juan Yáñez Alonso. En los años 20 el doctor Juan Vidal montó lo que podría haber sido una floreciente empresa, si no hubiera fallecido muy joven; en su laboratorio X2 llego a tener más de 6 patentes de productos farmacéuticos de probada eficacia (estuvo en el nº 35, después 117).

Antiguamente era frecuente dar a luz en tu propia casa, para ello se ofrecían especialistas en partos, que hoy se llaman matronas; en el nº41 vivía Mercedes Mouriño. Una marmolería estuvo en el n.º 75, era de B. Canal Yela. No puedo dejar de citar a los Blanco Carril, tres hermanos singulares: Moncho, que fue profesor en la Sorbona, investigador del CSIC y colaborador habitual de la Policía por sus amplísimos conocimientos de fonética; “Pirino”, hombre de habla fácil e ideas prodigiosas, algunos le consideraban inventor de negocios y algo de realidad había, no en vano montó la primera granja de “miñocas” que se conoce, y por último Toño, jugador de la ourensana que cuando abandonó el deporte regentó una galería de arte en Madrid. Hubo otro personaje del que me gustaría conseguir información: le llamaban el Cadenas, Enrique Fernández Nájera, y según me cuentan él fue quien construyó la única fuente de la calle. Y otro dato en el que debo profundizar es el de la existencia de dos escuelas públicas, esquina La Habana una, y supuestamente esquina rúa Nova la otra; en una el profesor fue don Nemesio Barxa (padre) desde su llegada a la ciudad después de varias plazas en el rural.

En cuanto a los negocios, dos son los que más solera tienen: Radiadores Alfonso, siempre en manos de la misma familia, y el de Germán Álvarez, almacén dedicado a la representación de vinos y patatas. Algo que llama la atención es el que en lugar de poblarse la calle de afiladores como era tradición en la zona, fue la joyería una de las profesiones que más proliferó. ¡Cosas de conocer mundo! Aún hoy subsisten buenos almacenes con sede en la calle.

Ya desaparecidos, pero recordados en el barrio, la Farmacia Calvelo, el Bar Bouzas, la tienda de Recaredo… Y un poco más recientes Motos Ucha y recién llegado el sucesor del gran Marcial Feijoo, que no ha querido que se perdiera esta histórica armería.

Según contaban las crónicas, en los años 50, la avenida era un lugar perfecto para jugar al fútbol y demás deportes; la escasa circulación y ausencia de guardias lo permitía, con el consiguiente peligro para escaparates y viandantes que veían volar los balones de manera indiscriminada. De un artículo de febrero del 57: “En espacio de media hora, el que esto escribe ha visto en peligro sus gafas por dos pelotazos que pasaron de ‘raspallón’; en ese mismo periodo un camión tuvo que detenerse cuesta arriba en espera de que los rapaces lo dejaran pasar…”.

Una característica que se repetía en toda la ciudad es que muchos de sus vecinos procedían de los pueblos que tenían allí su entrada natural a la urbe, en este caso Montederrramo, Luintra, Castro Caldelas, Maceda…

Los personajes citados, en función de la fecha, existe la probabilidad de que realmente fueran vecinos de lo que hoy es Concordia, pero en la mayoría de casos es complicado confirmar. Los que he detectado los he eliminado, pero seguramente que alguno se me ha pasado…

Mención especial

Doctor Félix Lamas.
Doctor Félix Lamas.

Mención especial se merece la presencia de varios médicos. El primero localizado es Indalecio Vidal en el nº 117 (año 1928). En el nº 86, el doctor Lamas, en colaboración con la comadrona Mercedes Mouriño, trajo al mundo a un buen número de ourensanos; él fue junto a otros como Cristino Bravo, Fermín Hervella, Gómez Randulfe… uno de los primeros en formar parte de los Servicios Sindicales del Seguro de enfermedad, y consultar en el Sanatorio de la O.S. 18 de Julio. El médico militar César Gutiérrez, en el nº 11, ejercía como oculista a nivel particular, atendiendo de manera gratuita a gente sin recursos. 

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