HISTORIAS DE UN SENTIMENTAL

El Ballet Folklórico Ourensano y su aportación a la cultura popular

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photo_camera El Ballet Foklórico Orensano al completo, con los reyes Juan Carlos y Sofía.

l Ballet Foklórico Orensano nace en 1963 (primero sólo como Ballet Gallego) y se consolida a lo largo de los 60, los 70 y 80

En estas semblanzas sentimentales de cosas de Ourense, no podía faltar mi memoria del Ballet Folklórico Ourensano, con el que tuve una breve, pero profunda relación en el otoño de 1967, etapa de la que guardo gratísimo recuerdo. Sentí siempre gran admiración y afecto por su creador y director Juan Gonçalves Bavio, de cuyo talento creativo como coreógrafo fui testigo privilegiado.

El ballet fue empeño personal de quien cariñosamente todos llamábamos “Chicho” y quiero resaltar un aspecto especialmente importante de su obra. Hubo en su tiempo una abrumadora diferencia entre el Ballet Gallego de Rey de Viana, sostenido, protegido, amparado y respaldado por la Diputación de A Coruña, y el Ballet Folklórico Orensano, porque éste no tenía otro sustento que el entusiasmo y el esfuerzo personal de Juan Gonçalves Bahío y de sus padre, que regentaban un quiosco de prensa en la calle San Miguel. Y pese a ello, la estela de sus montajes y de su labor de investigación y proyección del folklore de Galicia nada tiene que envidiar, en su aspecto artístico, a la obra de José Manuel Rey de Viana.

El Ballet Foklórico Orensano nace en 1963 (primero sólo como Ballet Gallego) y se consolida a lo largo de los 60, los 70 y 80. Yo lo conocí a finales de 1967, cuando se ubicaba en un local cerca del Cuartel de San Francisco, gracias un amigo que me llevó a sus ensayos. “Chicho” era un hombre de un enorme entusiasmo como investigador y creador escénico. Era realmente todo en aquella experiencia, incluso pagaba de su bolsillo los trajes de los miembros del grupo, un entusiasta conjunto de chicos y chicas que amaban el folklore de Galicia y que se sometían a la dura disciplinas de ensayos y perfeccionamiento a que los sometía Gonçalves.

Todavía no había hecho yo el Servicio Militar ni empezado mi carrera en la radio, cuando colaboré por un tiempo presentando en diversos escenarios de Ourense y su provincia las actuaciones de este ballet. Con su rigor y empeño didáctico característicos, quería su director que el público entendiera el contenido y sentido de cada montaje. De modo que prepara conmigo unas notas previas que yo presentaba en cada función a lo largo del desarrollo de la misma allá donde actuara.

El ballet de Chicho era un foco de atracción de talentos, no sólo en la escena y el baile, sino en la música. Allí conocí a las hermanas Elena y Charo de León Castro, dos prodigiosas voces ourensanas, especialmente dotadas para el canto. Traté más a Charo, quien sin duda, a no ser por las circunstancias de la vida, habría podido llegar a ser una de las mejores voces femeninas de la lírica española. Sin nada que envidiar a las grandes divas que conocemos. Todavía hoy, ya abuela, conserva el buen gusto, la tesitura y tono de su voz que se prodiga en actuaciones particulares, tras haberla compartido con diversos coros a lo largo de esos últimos años. Como si el tiempo se hubiera detenido sigue destacando por su finura y calidez. Conservo como un tesoro alguna grabación de cuando tenía poco más de veinte años y no hallo gran diferencia cuando alguna vez he podido volver a escucharla ahora, con ese talento que han heredado sus hijos y espero que sus nietos. De nuestra vieja relación de juventud permanece mi admiración y el afecto de dos queridos amigos.

Yo creo que la ciudad de Ourense debe un reconocimiento y un homenaje al Ballet Folklórico Ourensano y a quienes lo constituyeron. Cierto que a lo largo de su más de medio siglo de historia actuó no sólo en Galicia, sino en el extranjero, y que vitrinas guardan numerosos premios, placas y agradecimientos, y que nada es comparable al fervor y el reconocimiento del público, pero merecen más.

Juan Gonçalves Bavío supo hacer del folklore popular de Galicia, a través de sus investigaciones y coreografías, un espectáculo elevado nivel sin perder el saber genuino de la esencia etnográfica. Recuerdo la precisión con que me explicaba los aspectos a destacar de aquellos montajes para que yo, como presentador, transmitiera a los públicos las claves para entender y degustar los que los chicos y chicas del ballet ejecutaban con precisión y belleza en aquellas coreografías, fuera una muiñeira o una danza de patelas y pandeiras.

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