Batalla de flores, ¡todos a la calle!

La Batalla de Flores sacó a miles de ourensanos a las calles. Las carrozas fueron un año más el gran centro de atención, algunas auténticas virguerías. Ambiente festivo, ganas de aplaudir y muchas cámaras de fotos.

Casi con puntualidad británica. A las 20,05 horas, dos gigantes muy gigantes, una decena de cabezudos muy cabezudos, un puñado de gaiteiras y un par de pandereteiras encabezaban la salida de las nueve carrozas que ayer tomaron parte en la Batalla de Flores.

Por un momento, uno pensó que la Vuelta ciclista a España había vuelto a las calles de Ourense. Porque las cunetas del recorrido estaban copadas por animosos aficionados. Hasta que cayó en la cuenta que no puede ser, que el que empezó este sábado es el Tour de Francia.

No era la Vuelta pero era algo mejor, una fiesta que si algo tiene es años y tradición. Y que salvo uno contado nunca ha faltado a su cita con los ourensanos.

Fueron muchos los que se echaron a las calles en todos los puntos del recorrido, desde la Alameda hasta la plaza de Concepción Arenal. Ahí, en el punto de partida, Herminia Montenegro no quitaba ojo a la primera carroza, en la que iba su nieta Elena. "No he faltado desde hace muchísimos años, menudo disgusto me llevé el que la quitaron. Ahora me cuesta más venir, porque ya no camino como antes, pero una nieta como la mía bien merece un esfuerzo", detalló.

En las carrozas, niños y niñas. Paridad absoluta en algunas, victoria incontestable del sexo femenino en las otras. Flores, muchas flores. Y cabezotas de animales, desde leones hasta elefantes. Especialmente vistosa una de las últimas, con una enorme botella de agua; y un champiñón enorme, y unas cuantas amapolas con una sonrisa que se contagiaba al tran tran de una música marchosa. Y la charanga, que nunca falta. 

David era un papá orgulloso. Su hija Ariadna iba en una de las carrozas. Él hablaba, su mujer hacía las fotos. Compenetración.

Muchos móviles para hacer fotos y vídeos pero también muchas cámaras. Y de las buenas. Mucha mamá con la mirada fija en las carrozas; mucho papá que también miraba pero a la vez cotorreaba con viejos amigos a los que la Batalla de las Flores había obligado a salir de sus casas de las afueras.

Elena Villaescusa no daba abasto para inmortalizar todos los movimientos de su sobrina Nerea. "Ya que no tengo hija, las fotos para mi sobri. ¡No dirás que no es guapa! Es la primera vez que vengo, no podía faltar. Me está gustando mucho todo esto", exclamaba.

A paso de tortuga avanzaban las carrozas por Progreso. Había que esquivar una rotonda para enfilar la plaza de Concepción Arenal, donde estaba el final del trayecto. Allí dieron cuatro vueltas y se cruzaron.

A Juan Ortega le pilló el toro. "Uf, pensaba que iba a ser más fácil aparcar. A ver qué hago ahora". Ágil, cogió al niño en hombros y no lo subió en una carroza porque no cuadró. A su lado, Teresa González disfrutaba como una niña chica. "La Batalla de las Flores es con mucho la actividad que más me gusta de las fiestas de Ourense. Bueno, y algún concierto. ¿Ha visto a mi nieta? Es ésa, la que levanta los brazos. Tengo tres más, pero hijo, ésta me ha salido artista".

Las carrozas se alejan y por el camino queda un reguero de papelillos. Mientras, un policía local charla relajado por teléfono. Todo ha salido bien. 

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