Un espejismo, difícil imaginar al cabildo con más de veinte canónigos, beneficiados, capellanes, cantores, músicos, así hasta cien, todos alrededor de la catedral; eran otros tiempos, y una economía que lo permitía

Un cabildo sin canonjías

Algunos de los integrantes del cabildo tras la ceremonia de elección del nuevo deán. (Foto: JOSÉ PAZ)
Racioneros, canónigos, porcioneros, bulas, prebendas, chancillerías, maestrescuela, chantres, privilegios, luctuosas, arcedianos, diezmos, dignidades. Así, uno detrás de otro; términos perdidos en el tiempo, o casi, que lo dicen todo, que dan fe de un poderío.
Ataviados con capa negra de terciopelo y bonete, alrededor de una pequeña mesa, justo en la antesala de la sala capitular, parte de los integrantes del cabildo catedralicio se recogen tras rematar la ceremonia. Al nuevo deán, José Pérez, ahora ya no lo designará el rey como en la Edad Media, igual que hacía con los obispos, serán ellos, el conjunto de canónigos; el obispo, que también tiene potestad de nombrar canónigos, lo corroborará.

La escasa luz que una bombilla aporta a la estancia y a los clérigos dan a la escena un potente claroscuro, reflejo de lo que viene siendo también, la institución, un espejismo. Cuesta imaginar hoy a qué vienen expresiones como prebenda, o canonjía; debemos remontarnos lejos, al siglo XI, cuando se constituyeron los cabildos. A los canónigos -arcedianos, canónigos cardenales, canónigos en sí- correspondían las funciones solemnes de la iglesia, y el cobro de rentas para que vivieran de su trabajo. Por ello, a los integrantes del cabildo se les conocía también como prebendados.


PREBENDAS Y DIGNIDADES

En Ourense llegó a haber treinta y dos prebendas -lo cuenta la investigadora Laura Rodicio, en su estudio 'Ser canónigo a finales del siglo XVIII'- que se repartían la renta de la Mesa Capitular, donde existían, dice, jerarquías: 'En la cúspide estaban las doce dignidades, cuyos ingresos provenían de las rentas recaudadas sobre un territorio'. Doce dignidades -arcedianatos-, se repartían el territorio y recibían rentas in situ, a veces cobradas en especie, y no de la mesa capitular, que quedaban para canónigos y racioneros, unos recibían la parte entera y otros la mitad.

En origen, el obispo y los clérigos vivían aún en comunidad, a imagen y semejanza de lo que pudiera ser la vida en un monasterio. Es ahí -siglo XI- cuando las partes, entonces, secularizan su situación, se independizan, y los canónigos adquieren poder y autonomía. Al cabildo corresponden las funciones litúrgicas en la iglesia catedral. Ser canónigo es un claro símbolo de prestigio y nivel económico. Surgen las dignidades y las canonjías, con la consiguiente prebenda y puesto en la silla del coro; los arcedianos se convierten en rentistas de propiedades esparcidas a lo largo de una provincia territorialmente repartida; la propia catedral también, rentas que distribuía a través de la mesa capitular, entre sus integrantes, en proporción a su dignidad, a la categoría que a cada cual le correspondía. Acceder al cargo era bien perseguido, tenían preferencia los familiares de miembros en la institución.

Si en la sociedad civil eran los corregidores los máximos representantes del poder político, el cabildo representaba al poder eclesiástico, y ambos pugnaban por ver quien era más fuerte, 'el que tenía más honores, puntualiza el archivero Miguel Ángel González, el último que ocupa el cargo por oposición. El poderío de los cabildos durante siglos fue así, hasta el siglo XVI, con las primeras supresiones de privilegios. La Desamortización de Mendizábal, de 1836, y los concordatos los dejarían sin competencias.

'La economía del cabildo hoy es rídicula', comenta Miguel Angel González, también actual fabriquero, leáse, el administrador, cargo que como él indica nadie quiere. 'Los canónigos de hoy ya no cobran por serlo', los privilegios y canonjías desaparecieron hace mucho tiempo, la propia institución es reflejo de todo ello. Durante años las vacantes quedaron al margen, ya no había la presión de antaño. La catedral siempre ha mantenido una economía convenientemente separada -la proveniente de fábrica y las actas capitulares-, reflejada en libros desde el siglo XVI que recorren en el archivo amplios estantes. Hoy sigue siendo así, 'mantenemos una economía del cabildo separada de la catedral, afortunadamente', apunta Miguel Ángel. Históricamente las rentas cobradas por la fábrica -catedral- (muchas de ellas donaciones de gente vinculada a la institución, una porción de las rentas de la Mesa Capitular correspondía a la Catedral, que también sumaba otras) se iban acumulando durante años, 'se reinvertían -dice- en la reposición de materiales, arreglos y labor de mantenimiento'. Hoy esos recursos ya no existen.

'Alrededor de la catedral llegaron a vivir más de cien personas, entre canónigos, beneficiados, músicos', añade: 'Los cabildos están llamados a desaparecer. Además no tiene sentido, hoy no hay curas; no tiene sentido para decir cuatro misas disponer de quince señores'.

En la actualidad son 15 curas los que conforman el cabildo, no todos presentes. De la Catedral viven hoy dos sacristanes y una limpiadora; las únicas prebendas que quedan son las limosnas de los feligreses, 'de euro, dos euros y mucho cobre'.

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