Cándido Vázquez regenta la Casa dos Ulloa, un pazo señorial de principios del siglo XV, conocido como Pazo de Esposende, en la tierra del Ribeiro, a las orillas del Avia. Tiene 9 habitaciones dobles, y el precio por noche varía entre los 80 y los 100 euros por habitación.
Pese a ser un tipo de alojamiento muy específico, Vázquez asegura que las viviendas de uso turístico influyen en su negocio: “Son prácticamente competencia desleal”. Se queja de la evasión de impuestos por parte de los propietarios y afirma que el pasado mes “tuvimos a 4 personas que aparecieron porque habían alquilado una vivienda vacacional en la zona y no cumplía las medidas mínimas higiénico-sanitarias”.
Lo que más le preocupa es que “quede una mala experiencia para la zona”. En este caso, los huéspedes se encontraron con una estancia “sin ventanas” y se muestra rotundo: “Aquí no vale todo, si queremos algo de calidad, hay que dar calidad”. Aunque también señala que es algo que “se paga”. En su caso, ofrece exclusivamente desayuno, porque la restauración no le compensa: “La gente quiere salir, ver sitios y conocerlos”.
No es el único, muchas otras casas como la de Augas Santas en Allariz, optó por no integrarlo, según explicó su propietaria, Marina García. Ambos conocen casos de propietarios “que han cambiado” de tipo de alojamiento.
García, por su parte, nota que cada año “los clientes vienen con menos dinero” y reclama que los propietarios de las viviendas turísticas paguen los impuestos propios “de un negocio”. Asegura, no obstante, que el sector más afectado por la proliferación de las VUT es el del alquiler: “No hay casas para alquilar en Allariz”.
