JUEGOS TRADICIONALES

Canicas o chapas, los juegos que acompañaron a generaciones de ourensanos

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photo_camera Durante una de las pasadas "Xornadas Interxerenacionais" que se vivieron en Ourense.

El truco, el brilé, la rana, la billarda, el escondite, son el ejemplo de algunos juegos a los que muchos de nosotros hemos jugado a lo largo de nuestra infancia y que, por desgracia, muchos de los niños actuales apenas conocen

Videoconsolas, ordenadores y smartphones, en buena medida de padres o hermanos mayores,  copan gran parte de las horas de ocio de los más pequeños en los tiempos actuales. Es una nueva forma de divertirse que ya fueron conociendo algunas de las generaciones hoy adultas. Las mismas que también pudieron pasar horas jugando a juegos que, sin duda, nunca está de mal recordar y que muchos de ellos fueron traspasados de generación en generación. Algunos siguen vivos hoy, otros quizás estén más olvidados. ¿Quién no se acuerda de jugar al brilé, a las chapas o al truco? No era necesario más que amigos y tiempo para disfrutar de un día de ocio y pasar una tarde agradable.

¿Quién no se acuerda de aquellas horas personalizando tus propias chapas? La competición contra tus colegas para demostrar que eras el mejor. No importaba el terreno. Tras montar un circuito en el que, a poder ser, hubiera muchas curvas, se elegía esa chapa que tanto querías. Después, a darlo todo para ser el ganador. ¿Qué se ganaba? No tenía demasiada importancia.  ¿Cómo olvidar las canicas? Aquellas mini esferas en la que miles de personas pasaron sus horas de infancia. Muchos aún las guardan como tesoros de aquella juventud e infancia sin preocupaciones y aquellas broncas por llegar a casa con la ropa sucia.  Siempre quedaba la opción más fiable de demostrar quien tenía la mejor mano jugando a la peonza, un arte para muchos, un motivo de risas para otros.

Nunca estaba de mal demostrar tus habilidades y tu forma física en el truco. Tiza en mano y una piedra eran más que suficientes para pasar una buena parte del día. Si no había con que pintar, siempre te quedaba la opción de echar una partida a un escondite inglés que nunca pasa de moda. Si disponías de una pelota, las opciones siempre eran mayores. Con su sola presencia, el abanico de posibilidades de encontrar juegos diferentes se ampliaba. El brilé. ¡Que recuerdos! Un buen juego donde demostrar los reflejos que cada uno poseía. Si no eras el que más poseía, siempre podías ser el que más fuerza tuviera. Pero no nos engañemos, siempre había el más listo de todos que se las ingeniaba para eliminar rivales. También podías jugar al Sangre. Buena oportunidad para ir por aquellos que nunca te hicieron tanta gracia del grupo o de clase. Una pelota y gente con ganas de jugar eran lo indispensable.

Canciones y canciones repetidas al ritmo de un salto, el de la comba. Había personas que saltaban sin problemas. En cambio, a otros les costaba pasar de algún salto. La coordinación, amigo de unos y enemigo de otros. También afloraba el ingenio para encontrar esa canción pegadiza para mantener el ritmo al saltar. También se podían demostrar las cualidades en el salto y la coordinación jugando a la goma. Más difícil de lo que aparentaba y un martirio para aquellos a los que cada pie iba para un lado diferente.

¿Con ganas de correr? Pues casi todos, pero había uno en especial en el que había que demostrar que eras más rápido que tu adversario, "El pañuelo". Una prueba de fuego para dejar claro que corrías más que nadie, y si no era así, esperar que te tocara competir con el más lento del equipo rival. Siempre había alguien que salía antes de tiempo y se montaba el lío. O por convencer al juez, el poseedor del pañuelo, que habías agarrado al otro antes de que cruzará esa línea imaginaria que marcaba los puntos. El "pilla, pilla" o "vella, vella" en algunos lugares era una mezcla de velocidad, reflejos e ingenio para escapar de aquel siempre a dispuesto a que tú la llevaras. Otra buena oportunidad para tomarte una pequeña revancha con aquel que nunca te cayó en gracia.  Las carreras de sacos o a la carretilla también eran una buena vara de medir la fuerza, el salto y la velocidad propia y de los amigos. Aunque la carretilla, más de una vez, llevará a alguna insólita discusión con tu compañero o a la risa del contrincante. Las risas, que también podían llegar en el burro, un juego que da para mil y una historias diferentes. Las mismas bromas que te podían caer si siendo la "gallinita ciega" no eras capaz de encontrar a los compañeros de juego.

Tampoco estaba de más echar una partida a la billarda. ¿Cuál de todos los amigos la tiraba más lejos? ¿Quién quiere béisbol? En Galicia nos llega con dos palos para demostrar pericia, fuerza y potencia.  Otra opción era "la porca",  un juego muy ourensano y una una buena forma de coger práctica antes de dar el salto al golf.

No quedan muy lejos los tazos. No demasiado antiguos, pero que tienen su precursor en las "las tabas" y que servían para demostrar un talento inusual con las manos ante tus amigos o enemigos del colegio o del barrio. Un toque que tampoco podías perder en cada partida a la llave o a la rana. Horas y horas para conseguir ser el mejor a un juego que ha ido desapareciendo paulatinamente.

¿Y cómo olvidar las mil y una opciones que te daba jugar a las palmas? Nueva demostración de ingenio para encontrar diferentes letras de canciones y posiciones con la que chocar las palmas de la mano. Pero sin duda, algo que nunca falla, el fútbol. Más juego en el pasado que en la actualidad. Sin porterías e incluso sin pelota. Un montón de trapos y una pared más que suficientes para demostrar ser el mejor con los pies. AL igual que en el resto de juegos, la diversión por encima de todo, y la picardía por ser el mejor de la calle y del grupo de amigos.

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