Hay cantera para apagar los incendios

Siempre se ha hablado de volar como un sueño, pero hoy en día esta experiencia es un poco más accesible gracias a la posibilidad de viajar a bordo de aeronaves comerciales. Con todo, uno no solo puede ser pasajero, sino convertirse en piloto y volar libremente. Las escuelas de vuelo, con inversión, esfuerzo y perseverancia, abren una puerta hacia el manejo de aviones. Unos pocos, como el ourensano Mario Caride, comienzan la carrera aeronáutica desde la adolescencia. Caride empezó su formación en noviembre de 2021, con tan solo 15 años. Su escuela de vuelo es el Real Aeroclub de Santiago de Compostela, donde hace sus pinitos hacia la profesionalidad. Con todo, antes de dar el salto literal a los cielos tuvo que recibir lecciones teóricas para conocer los conceptos básicos, la mecánica, los procedimientos, la geografía y los fenómenos físicos y meteorológicos que debe tener en cuenta un aviador. Desde marzo Caride ya está realizando las prácticas de vuelo a los mandos de una avioneta Piper PA-28: “Es un cuatro plazas monomotor con una potencia entre los 160 y los 180 caballos; sin piloto automático, todo se hace a mano”, explica sucintamente. En esta etapa hacia la primera licencia, los aspirantes tienen como requisito realizar un mínimo de 45 horas de vuelo, de las cuales 10 deben ser en solitario: “Cuando vuelo solo el instructor se queda en tierra, radio en mano, y supervisa las maniobras”. No existe un programa con sesiones fijadas de antemano, los tiempos los marca él mismo, según le convenga, coordinándose con su docente. Aun pudiendo tomárselo con calma, hasta ahora Caride se ha permitido pocas pausas: “Tengo 18 horas de vuelo en total, con tres de ellas en solitario; me estoy fundiendo las horas antes del examen”. Fuera de la academia, el joven aprendiz repasa las lecciones mediante simuladores para ordenador como Prepar3D y X-Plane 11. A los mandos de un “cuerno”, un volante especial que permite manejar el avión virtual, Caride encuentra en estos simulacros digitales un valioso recurso: “Ayudan mucho, sobre todo en la parte que respecta a los procedimientos”. En casi 10 meses de preparación, el recuerdo más preciado para Caride es el de su primer vuelo en solitario. En esa ocasión, ascendió con su instructor y, tras 25 minutos de pilotaje correcto, el monitor accedió a dejarlo volar por sí mismo. Así, volvió a tocar suelo, dejó a su mentor en el hangar y despegó una vez más, con la única presencia de la voz que lo guiaba a través del transistor de la radio. Tras realizar unas cuantas maniobras, con los pies por fin en tierra, Caride recibió una pequeña sorpresa: “A la vuelta me esperaban mis padres y el instructor; aquí lo que se suele hacer es el ritual de tirarle un cubo de agua al que acaba de hacer su primer vuelo en solitario, y yo no fui menos”. Un futuro en el aire Con sus habilidades y conocimientos progresando a pasos firmes, Caride se ha propuesto tomarse la formación con un poco de calma, porque aún tiene que esperar unos meses hasta tener la edad mínima para realizar el examen de acceso a la licencia de piloto de avioneta, que exige ser mayor de 17 años. “Tengo que bajar el ritmo hasta mi cumpleaños, el 26 de enero del año que viene”, comenta. De aprobar este primer examen, obtendría el título de piloto pasado un mes y, por fin, sería oficialmente aviador. “Es una licencia para monomotores de hasta 5.700 kilos; eso sí, sin permiso para cobrar vuelos”, explica. Con la mirada puesta en el futuro, Caride planea seguir estudiando para conseguir las distintas acreditaciones y licencias que le permitirían manejar aviones más grandes y potentes. Quiere convertirse en piloto de vuelos comerciales en aeronaves, como el Airbus A320 o el Boeing 737, e incluso en jets privados, como los modelos Falcon de Dassault. También presta atención a asuntos que ahora son más acuciantes: “También me gustaría ser piloto de extinción de incendios en un Air Tractor AT-802”, una de las avionetas que estos días se han estado empleando en la lucha contra los fuegos. A su edad, Mario Caride tiene todo un abanico de posibilidades por delante. Por ahora, su meta inmediata es seguir practicando a los mandos del PA-28 y, cuando consiga la primera licencia, se le abrirán nuevos horizontes y, como dicen los anglófonos, “the sky is the limit”, el cielo será su límite.