REPORTAJE

Carballo cierra el paraguas

photo_camera Manuela Álvarez se jubila y decide cerrar la popular paragüería.

No escampa en el comercio local pero el paraguas se va cerrando, al menos los de Carballo. La célebre tienda de paraguas y cuchillos de la calle Santo Domingo decide parar el reloj 59 años después de su apertura. 

El comercio "de toda la vida" se desdibuja en Ourense. "Qué pena, ¿verdad?" La propietaria de la Paragüería Carballo busca la complicidad del periodista, y la encuentra cuando le cuenta los motivos del cierre del histórico negocio de la calle Santo Domingo. Los paraguas quedarán cerrados; los cuchillos, romos. Manuela Álvarez ha decidido dar carpetazo al comercio abierto por su padre, Manuel Serafin Álvarez Carballo, cubano él, hijo de padres gallegos, fallecido hace dos décadas con 83 años. Quién no lo recuerda tocado con sombrero, coqueto de traje y maneras de dandy. Su hija explica los motivos del cierre después de abrir a diario desde 1956. Lo hace con una sonrisa más nerviosa que feliz, incierta por desconocer qué pasará cuando un día por la mañana se levante de cama y ya no acuda a abrir el comercio. Manuela tiene 68 años y cerrará definitivamente las puertas en abril por jubilación. Mientras, liquidación total, como es de ley. La tienda es una de tantas de renta antigua que tienen más pasado que futuro, pero no fue la actualización del alquiler la razón del abandono de la actividad porque, según Manuela, no habría problema por continuar. ¿Y ahora, qué hará Manuela? "Me voy con mucho pesar y mis clientes me van a extrañar, como seguro que les voy a extrañar a ellos", dice. Para quitarle hierro a la situación se le sugiere que viaje, al menos que cumpla con la tradición y pase temporadas en Benidorm. Pero ella no es de escuchar a María Jesús y su acordeón en una terraza de la playa de Levante. "No soy de viajar, tendré que buscar una actividad porque soy muy activa", resume.

El nombre de Carballo quedará en el imaginario comercial de la ciudad y en las costumbres de muchos ourensanos. La paragüería la abrió Manuel Serafín cuando tenía ya más de 50 años y después de hacer más de trece travesías a Cuba durante diez años, una tierra que le cautivó y a la que quiso regresar, decisión de la que claudicó porque la familia no estaba por la labor. Murió anhelando el Caribe, el Malecón de la Habana, la brisa espesa y a lo mejor la Bodeguita del Medio.

Pero enraizó su negocio en la calle Santo Domingo y las ramas crecieron fuertes. De sus dos hijas, una de ellas, Manuela, se quedó al frente del negocio, pero ahora está para echar la persiana. En él está desde los doce años: "Lo mío siempre fue la tienda, no quise hacer otra cosa, aquí he sido feliz", reconoce. Tiene un hijo que se dedica al mismo oficio, pero como ambulante. "Tendrá que adquirir su propia experiencia", dice Manuela, confiando que tal vez un día recupere el negocio, "aunque sería en O Carballiño, que es donde vive". Mientras, los paraguas se cierran. Hay mucha sequía en el comercio local de toda la vida.
 

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