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Carlota Álvarez: "Mi obsesión es que la gente vuelva al museo, que no venga una única vez"

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photo_camera Carlota Álvarez Basso.

La gestora cultural Carlota Álvarez Basso llega el viernes a la ICC Week para explicar su experiencia

Ha vuelto 18 años después al Museo de Arte Reina Sofía tras estar al frente del Matadero de Madrid, donde ejerció de gestora cultural de un centro multidisciplinar en el que convivían nueve instituciones, cuatro públicas y cinco privadas. Se muestra satisfecha y resalta el interés que ha despertado "en muchas partes del mundo". El viernes llega a la ICC Week para explicar su experiencia. Siempre ha defendido la "coproducción y la colaboración entre entidades". Ahora más que nunca. Estudió Sociología en la Universidad de Nanterre (Francia), y aplica su formación.  

Acaba de realizar el Festival de Cine por Mujeres, ¿qué tal?

Ha sido un éxito brutal. Llenamos todas las salas. Y es un ejemplo de estructura cooperativa, con cinco instituciones detrás, una estructura en red. Si no hubiera sido por esto, no habríamos sacado adelante el proyecto. Es dificilísimo, está claro, se quintuplicó el trabajo, pero mereció la pena. Es la única forma; además, cuantos más patrocinadores, más canales de promoción. 

Supongo que empujada por la ola feminista...

Se juntaron tres elementos que nos beneficiaron: el fenómeno "Me Too" de Hollywood, las manifestaciones del 8-M, que han evidenciado que hay un problema que no se puede obviar más, y la calidad de las películas. Pero no intentamos reivindicar cine feminista, sino que las mujeres tienen la capacidad de hacer cualquier género, no solo intimista. Aunque aportan una nueva visión.

El lema de su conferencia es "no quiero que vengan, quiero que vuelvan". ¿Qué quiere decir?

Hablaré de mi experiencia como directora de Matadero y del Marco (Museo de Arte Contemporáneo de Vigo). Como gestora cultural, es muy importante crear hábitos de consumo cultural en el público. Es clave que la experiencia cultural sea suficientemente positiva, para que la persona quiera volver al museo. Y quiero hablar de los dos tipos de público: el público presencial que se desplaza al museo y las audiencias a través de los medios, que consumen cultura online o producción audiovisual. Las instituciones han de ocuparse de ellos, también. 

Habrá visto tantos cambios....

Antes solo había cultura presencial.  Ahora puedes consumir cultura sin salir de casa. Pero la experiencia de ir dos horas con tus amigos al cine o al teatro cada vez se va a valorar más. La gente va a buscar la experiencia de ir al cine. No es ver una película, sino quedar, desplazarte, cenar... Dejó de ser una actividad social, está volviendo a ser un planazo. 

Como socióloga, le interesa el comportamiento humano...

Cuando la experiencia es positiva, el consumo cultural es irreversible, la gente vuelve a museos, galerías, obra de teatro, libros, cine... Son experiencias de comunidad que están vinculadas a un momento de placer, ocio y conocimiento. Y jugando con estos elementos, siempre he querido que ese acercamiento sea lo suficientemente agradable como para que vuelvan. Es una estrategia que funciona. Por eso mi obsesión es que la gente vuelva, que no venga una única vez. 

¿Y cuál es la clave?

Es importante que en el museo haya una oferta diversa y que atraiga a diferentes segmentos de la población. Baso la estrategia en la diversificación de públicos, y por lo tanto en la diversificación de oferta. Si trabajamos con una programación amplia,  el visitante potencial encontrará algo de interés específico para él. 

¿Cómo es esa diversificación?

Por ejemplo, con las edades. En el caso del Matadero, con programación para bebés, adolescentes y mayores. También diversificación temática, con programación sobre feminismo, cultura participativa, nuevas tecnologías en el arte, sostenibilidad o permacultura. Al haber una diversificación tan grande, cuando llega un ciudadano por primera vez a Matadero, intentamos que alguno de los puntos de la gran oferta que tenemos se dirija directamente a él. Si eso es así, si la persona siente que hay un mensaje para ella, vuelve. 

Supongo que en Marco de Vigo, también tenía esa visión...

Cuando se puso en marcha Marco las actividades para niños tuvieron tanto éxito que tuvimos que hacer un carné infantil, antes incluso que el carné de socio general. Eso me dio la pauta de que, si se hace profesionalmente, es fácil conseguir que las personas vuelvan a consumir cultura. Es la responsabilidad de los gestores culturales crear este clima positivo y de interés. Tiene que haber una programación menos críptica y menos compleja. 

¿Puede existir la sensación de que hay una cultura elitista? 

Como programadora, siempre he intentado eso, sin que necesariamente haya que hacer una cultura de base, popular y que sea más de lo mismo. También creo que la gente tiene que formarse cuando va a un museo. Es difícil, pero para eso hay especialistas. Reivindico la figura del gestor y programador cultural. No cualquiera puede hacer una buena programación. Si hay especialistas en Medicina, creo que aquí también los tiene que haber. Detesto el intrusismo laboral, cuando cualquiera se pone a programar pensando que por conocer a un pintor o director de teatro va a poder hacer una buena programación. El objetivo es que la gente vuelva, y eso es muy complejo. 

¿Hay mucho intrusismo?

Sí. Hay mucho espontáneo que lo hace. Y eso tiene efectos muy perversos: que la gente no vuelve. Cuando ves un grupo de personas que va a un museo y no logra leer nada de lo que se ofrece y la institución no pone medios para que esa gente lo entienda, me da mucha pena. Es una oportunidad perdida. 

 Como fundadora del Marco de Vigo. ¿Cómo lo ve ahora?

Creo que con el Marco se consiguieron muchas cosas. Se creó una sociedad civil y hay un tejido creativo que ha defendido el proyecto original. Tenía un público y un prestigio. Todo estaba vinculado a una programación muy rigurosa. Ahora se ha pegado un cambio considerable, entiendo que se está apelando a otros públicos, otro mensaje y otro relato. No quiero valorar ese cambio, pero quiero decir con certeza que se ha perdido un proyecto de éxito y muy válido. Para mí es una pena. 

¿Cómo afecta ese cambio?

El gran afectado será el tejido creativo y artístico gallego, que tiene dificultades para visibilizarse a nivel nacional. Si no está respaldado por instituciones de prestigio, van a tener más dificultades. También serán afectados los ciudadanos, claro. 

¿Cómo ve la salud del tejido productivo gallego?

Hay calidad pero tiene dificultades para hacerse ver a nivel nacional y tiene que ver con una estructura que ha ido perdiendo referentes, como el Marco de Vigo. La política institucional ha de ocuparse del tejido creativo, de los artistas vivos, no solo del patrimonio. Si los museos de arte contemporáneo desaparecen, estos artistas carecen de referentes. Hay que conservar el patrimonio pero permitir que los artistas del presente puedan vivir. 

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