Coronavirus en Ourense | Desconcierto en los concellos sin covid: “Para catro persoas que hai..."

Ambiente en la praza do Barquillero de Parada do Sil, ayer durante las horas de mayor afluencia. Martiño Pinal
photo_camera Ambiente en la praza do Barquillero de Parada do Sil, ayer durante las horas de mayor afluencia. Martiño Pinal

Los habitantes de los concellos que aún resisten a la tercera ola, como Parada de Sil, Entrimo o Gomesende, reciben las nuevas restricciones del "casi confinamiento" con desconcierto

 

Las últimas normativas dictadas para atajar el aumento de los contagios, comunes a toda Galicia, afectan a ciudades con grandes núcleos de población y una transmisión desbocada del covid, como es el caso de Ourense o A Coruña, y también a concellos con apenas habitantes y libres de covid. Ayer ya solo quedaban siete: A Teixeira, Entrimo, Gomesende, Larouco, Parada de Sil, Quintela de Leirado y Vilariño de Conso.

Yolanda, a cargo de la tienda de alimentación de Praza do Barquillero, en Parada de Sil, se muestra en contra de las medidas, al calificar al concello como un "desierto" en su situación actual: "Es un sinsentido que con cero contagios tengas las mismas restricciones. Y tampoco creo que la solución sea el confinamiento. Hace un año pasamos meses confinados y ahora estamos igual o peor". 

Salustiano Rodríguez, natural de Chandrexa, pasa por la tienda de Yolanda en su camino a la peluquería: "Onde hai problemas gordos, como en Ourense, vale, que pechen, pero aquí, para catro personas que hai...". Eso sí, a pesar de que el rural no se libre de las medidas, no lo cambia por nada: “Hai que estar co bozo posto,  pero polo menos andas ao aire. Esta mañá estiven como Deus, podando na finca, en vez de secuestrarte nun piso sen abrir a porta".

En Parada se conocen todos, y Rodríguez saluda a María Mercedes, a cargo de Casa Mercedes, que sufre las restricciones en su propia piel, pero reconoce como  "ya nos daba igual cerrar a las 18,00 horas que de forma indefinida, porque no compensaba abrir". Tiene claro que lo más importante es la concienciación individual, y sin ella ni la medida más estricta servirá de nada. Abrió Casa Mercedes hace dos años, cuando se jubiló. El primer confinamiento le cuadró en Panamá y no pudo volver hasta julio, pero a pesar de todo fue un buen verano. Ahora vuelve la sequía. Todos los inviernos son duros para una zona que vive del turismo. Éste más. El "take away" es un espejismo, solo funciona a quien tiene la suficiente clientela. Hoy Mercedes bajó al bar, que no podrá abrir en casi un mes, porque abajo le funciona mejor la conexión a internet y quiere saber cómo están sus hijos, que residen en Panamá.  También dirige una casa rural, O Torgal, y la tónica general de las últimas semanas fue: "De vez en cuando, viene alguien". 

María Jesús González también pasa por allí. Su árbol genealógico se cruza con el de Mercedes: "En Parada somos todos medio familiares, y es una pena muy grande que tengan que cerrar los bares, pero hay que hacerlo. Estoy asustada. Cuando mi marido me dice de ir a Ourense, me descompongo, me da miedo. Él tuvo dos infartos, yo sufrí una pneumonía".

Verónica ha tenido que cerrar su tienda: "Aquí no viene nadie ahora". Es autónoma y no recibe ninguna ayuda ni reducción de cuotas. Resiste como peluquera, cortando el pelo a los vecinos, pero son tan pocos que el negocio es inviable. 

El farmacéutico, Fernando Andreu, hace un ejercicio de empatía: "Si le preguntan al médico dirá que las medidas hacen falta, y a mí, que tengo los mismos clientes y horario que antes, tampoco me afecta, pero si fuera un perjudicado, como los hosteleros, no me gustaría tanto. Con las medidas de aforos, no hacía falta cerrarles. El covid es cuestión de exposición, si no te expones no hay de qué temer. Y el último día que comí en Parada éramos dos personas en todo el comedor".


“No cierro por mi culpa"

Ya en Vilariño de Conso, la propietaria del Bar A Ponte, Tamara Barreira, aprueba la orden que le obliga a cerrar el bar: "É lóxico, porque se Viana do Bolo está pechada, a xente ven aquí". En Larouco, Irene Pereira, dueña del bar que lleva su nombre, tiene una opinión totalmente contraria: "Lo veo muy mal". Continuó apuntando que "vamos a pagar impuestos, Seguridad Social, gestoría y aún estoy esperando bonificaciones del año pasado". Esta hostelera valdeorresa, quien se vio obligada a despedir a su única empleada, cree que pagan justos por pecadores: "Critican a quienes tenemos todo bien. Tengo mesas a casi tres metros y no cierro por mi culpa, sino debido a las fiestas en pueblos de los alrededores. Pues cuanto más bares cierren, más fiestas va a haber", zanjó, aludiendo a locales de A Rúa. 


Soledad y enfado en los concellos sin covid: "O lóxico é que nos indemnicen"

Calles vacías y un silencio sepulcral. Así se encontraba ayer A Terrachán, la capitalidad municipal de Entrimo. "É triste. Non me parece xusto. Aquí non temos ningún caso e nos mandan cerrar como aos demais, cando aquí chegou a haber 17 positivos á vez e e nin se suspendeu a feira”, comentaba ayer Nuria Baños, del establecimiento Porta de Entrimo, en Terrachán. Ella, que  ya sabe lo que es pasar el coronavirus, defiende que "se non nos deixan traballar, o lóxico é que che indemnicen, e non dar esmolas". Al contar con servicio de comida para llevar, el Porta do Entrimo puede mantener abierta su persiana, aunque el movimiento en el exterior es nulo: "Algún obreiro que che leva unha hamburguesa para levar", relataba Baños sin mucha esperanza de que la situación mejore, al menos entre semana. "O sábado pasado pola noite probamos a dar ceas para levar e foi mellor. Polo menos ingresas algo", dijo. Los pocos vecinos que se acercaron lo hacían con prisa: "A xente ten medo".

La falta de movimiento ya es habitual en Poulo (Gomesende), uno de los dos concellos de Terra de Celanova (junto con Quintela de Leirado) que mantiene el contador a cero. El propietario de la tienda-ferretería “A Tenda de Poulo”, Antonio Martínez, vive con normalidad este nuevo semiconfinamiento: "Aquí case non hai xente, son persoas maiores que saen pouco da casa. Está todo parado", describe el propietario del local que su padre abrió hace medio siglo. "A vida cambiou moito", recuerda. Martínez apunta que, al limitarse las salidas, los lugareños ya no van tanto a Ourense o Celanova y eso podría aumentar sus ventas: "Pode que suban un chisco, non moito. Xa pasou cando foi o confinamento". 

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