Un policía ourensano en Ceuta: “Al cruzar la frontera los niños se desmoronaron”

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photo_camera Un control de documentos en la entrada a Ceuta.
Un policía de origen ourensano relata cómo vivió la experiencia de la entrada masiva de migrantes

El conflicto diplomático a tres bandas entre Marruecos, España, y Estados Unidos  ha convertido la frontera de Ceuta  en una denominada “zona gris” -sin guerra pero sin paz- por el paso a territorio español y  el posterior regreso a Marruecos de cerca de 9.000 personas. El pasado diciembre, el expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump, lanzaba un mensaje incendiario en sus redes sociales: “Marruecos reconoció  a Estados Unidos en 1777. Por tanto es adecuado que reconozcamos su soberanía sobre el Sáhara Occidental” y, así, se constituía como el primer país occidental en distinguir la soberanía del país africano sobre el Sáhara. Más tarde, Rabat insistía a Madrid  para que hiciese lo mismo. 

Como resultado, sin embargo, se iniciaron una serie de enfrentamientos entre ambos países  que desembocaron, entre otras consecuencias,  en la desactivación de la vigilancia en el  paso fronterizo de Tarajal, que  permitió que en 48 horas cerca de 9.000 migrantes se dispusiesen a traspasar la frontera. 

“Lo que pasó en la frontera es habitual pero nunca había llegado a estos niveles, nunca se había desbordado de tal manera  el volumen de gente”, indica Iván Jesús Carballo, un policía nacional de raíces ourensanas que lleva desde 2018 trabajando en Ceuta. El especialista en fronteras, señala que la semana pasada “la ciudadanía se ha visto desbordada”. Añade que “pese a que Ceuta tiene unos servicios bastante enfocados a los inmigrantes, en ningún momento se ha dado algo semejante”. La ciudad autónoma, en sus 14 kilómetros cuadrados en los que habitualmente residen 85.000 habitantes, ha tenido que acoger “de golpe” a 9.000 personas y “hasta se han dado imágenes inauditas, como policías facilitando la entrada a estas personas en la frontera, abriendo accesos que solo son posibles por ellos”, relata. 

El agente, que vivió años en Verín, relata la labor de los policías nacionales en el paso al territorio nacional: “Mientras la Guardia Civil se encarga de controlar la frontera, la Policía Nacional lleva la parte de la documentación. Nosotros recogeríamos a la persona, verificaríamos el documento de viaje que le acompañase y se estudia si la persona acumula los requisitos para estar en el territorio”, explica. Sin embargo la realidad es que “vienen todos indocumentados  y el procedimiento  indica que  habría que hacer una denegación de entrada. Entonces se les envía a su lugar de origen, en este caso Castillejos”, señala Carballo. ¿Y si llegan a nado, también se les manda dar media vuelta?, el policía indica que “si no pasaron a territorio nacional, se les invita igualmente a dar la vuelta a Marruecos”.

¿Y los menores?

El paradero de los niños que cruzan la frontera no es el mismo que el de sus padres. “Los menores, una vez son identificados, son recogidos por la ciudad autónoma y es ella quien hace las  funciones de padre y madre”, explica Carballo. Lamenta que “los niños vinieron en todo tipo de condiciones, tenían unas expectativas e ilusiones que al llegar se han desmoronado”. Los centros de menores de Ceuta están desbordados: “Ahora los van a  llevar por España, pero la plaza del que se vaya a la Península será cubierta por otro”, indica el policía gallego. Concretamente a Galicia llegarán 20 niños, la cifra más alta -junto a Madrid- de acogida.

El policía señala que  las familias piensan en su futuro y en el de sus hijos. Destaca que “a los gallegos, que  hemos vivido en primera persona la emigración, no debería llamarnos la atención que estas personas vean en el paso de frontera y en alcanzar  un nuevo territorio como su tabla de salvación, tanto para ellos como para sus familias. Como cuando nosotros emigramos a Alemania, Argentina, etc. Aquí estábamos pasando penurias y eran los que se iban los que nos aportaban el fondo que necesitábamos”, opina.

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