Juzgado por estafa tras sortear un televisor que no compró pero sí incluyó en los gastos de la fiesta

El cupón cegó al presidente de la comisión

Le tocó una tele y aún espera por ella. (Foto: Xoán Baltar)
El presidente de la comisión de las fiestas de A Carballeira en 2008, Carlos G.N., fue juzgado ayer por un delito de estafa, tras sortear un televisión que nunca entregaría a la poseedora de la rifa ganadora, aunque sí incluyó en el capítulo de gastos.
En la Historia de los Tiempos, las comisiones de fiestas rurales han estado pocas veces en manos de contables o inspectores de Hacienda. Ello daba pie a rendiciones de cuentas en las que si alguna cifra no encajaba por las buenas, encajaba a martillazos, con la tranquilidad de que el Tribunal de Cuentas estaba en otra cosa. Sólo el hecho de asumir la organización de la fiesta, una patata caliente poco agradecida de la que todo el vecindario escapa, explicaba y exculpaba cierta relajación contable. Si además hablamos de fiestas patronales, y que sólo son una vez al año... Pero la vista gorda va por barrios. En el de A Carballeira, durante los festejos de 2008, una vecina tuvo el ánimo de protestar por la turbiedad de las maniobras de la comisión organizadora. No paró hasta ver sentado al presidente en el banquillo de un juzgado. Eso ocurrió ayer. Pero, ¿por qué llegaron hasta ahí? Carlos G.N., de 67 años de edad, había organizado una rifa, ‘sin la preceptiva autorización gubernativa’, recogió el fiscal, con el fin de potenciar los ingresos y hacer frente el capítulo de gastos de las fiestas.

Los boletos, a un euro el ejemplar, se vendieron como churros. De hecho, traducidos los billetes a este producto, se vendieron mil churros. El poseedor de la rifa cuyo número coincidiese con las tres últimas cifras del primer premio del cupón de la ONCE del 1 de junio de 2008, ganaría un televisor de plasma. Y en estas, la rifa premiada fue la de la denunciante. El sorteo de la ONCE encumbró el número 00822. La lógica ilusión que debió embargar a la mujer se enfrió en cuanto supo que el acusado ‘no tenía intención de cumplir lo acordado’, según el Ministerio Público.

Carlos G.N. ni siquiera había adquirido la televisión. Lo que, tal como se vio después, no fue razón de peso para dejar de consignar su importe en el apartado de gastos. Anotó 500 euros fantasmas en el libro de cuentas. ¿A dónde habían ido a parar los ingresos de las rifas? A cualquier sitio, menos al televisor de plasma. Por eso el fiscal imputó al presidente por un delito por estafa, y solicita para él una pena de un año de prisión, y la entrega de una televisión a la vecina.


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