“Damos palos de ciego desde hace años en educación, politizándola'

El obispo, en Os Milagros, el pasado jueves (Foto: Martiño Pinal)
El obispo de Ourense no ha parado desde que llegó a la Diócesis hace cuatro meses. Dicen aquéllos que trabajan a su lado que es un todoterreno, que acostumbra a responder a todos los compromisos, ocasionándole algún que otro problema de agenda. En Os Milagros, en donde esta semana se ha reunido para diseñar la programación pastoral, nos dedica media hora, después de comer y antes de ir a un entierro.
Se acaba de constituir el consejo presbiteral para ayudarle a gobernar . ¿Cómo interpreta la profunda renovación de ese órgano?
Es es una consecuencia lógica de la situación de los sacerdotes de la Diócesis de Ourense, se encuentran renovados. Es el más joven de los presbiterios de las diócesis gallegas.

Sin embargo, en la comisión permanente, el núcleo duro, están los hombres de confianza del anterior obispo. ¿No ha querido herir sensibilidades?
No entiendo lo que quiere decir con “núcleo duro”. Si se refiere a los vicarios, es verdad que han sido nombrados por mis predecesores. Todos ellos tienen una trayectoria sacerdotal excelente y, además, han acreditado un tenor de vida ejemplar. Por otra parte, no se olvide que llevo sólo cuatro meses y medio en la diócesis, que he tenido que atender otras gestiones diocesanas y, además, he realizado unas consultas a todos los sacerdotes con el fin de dejarme ayudar a la hora de elegir a los nuevos vicarios episcopales y a los delegados. Esta consulta ha finalizado el día 15. Con esos datos y, después de las conversaciones oportunas, podremos tener un equipo de gobierno diocesano para final de verano. Lo que sí estoy sopesando es hacer más cercanos los servicios administrativos de la diócesis y he visto que bastantes sacerdotes me piden que reduzca el número de cargos administrativos.

En la elaboración de la programación diocesana, ¿qué metas se plantearon?
Se ha elaborado una serie de proposiciones que constituyen los objetivos a nivel de diócesis, arziprestazgos y parroquias. Las metas recogen las intenciones de la Iglesia para este Año de la Fe.

¿Le preocupa la pérdida del valor público de la fe?
No creo que este sea el planteamiento correcto de la cuestión. No se trata de que la fe haya perdido valor público porque, si analizamos el número de personas que van a misa los domingos, o los que han participado en los actos religioso con motivo de cincuentenario de la inauguración del templo de Fátima de esta ciudad, o en la procesión del pasado 13 de mayo o en la próxima novena del Santuario de los Milagros…, nos damos cuenta que la fe, guste o disguste a algunos, tienen presencia social. Por no mencionar las procesiones de Semana Santa. Lo que sí me preocupa es la falta de coherencia en la manera de vivir la fe. Existen católicos que lo son de nombre, pero viven como paganos o de acuerdo con criterios que no son auténticamente cristianos. Me preocupa más la falta de formación de esa fe. La despreocupación por el testimonio cristiano que debe brotar de una vida de fe madura. El divorcio entre la fe que se dice profesar y existencia cotidiana de los que nos llamamos creyentes.

Desde un primer momento manifestó que su casa estaría abierta a los sacerdotes. ¿En estos meses han llamado mucho a su puerta?
Lo que he dicho en aquel momento, sigo diciéndolo ahora. El obispo debe preocuparse, prioritariamente, por los sacerdotes; por sus condiciones de vida, sus necesidades y problemas. Porque si los sacerdotes están bien atendidos, lo estarán los fieles laicos y las distintas comunidades y parroquias. Las preocupaciones han sido muchas y variadas. Desde las dificultades que tienen para atender a tantos pueblos dispersos, hasta los problemas económicos que sufren las comunidades que dirigen. También están las inquietudes que me causan los que se encuentran enfermos o viven solos, y los ancianos que están llevando a cabo unas tareas pastorales que superan sus fuerzas.

¿Qué impresión se ha llevado de la diócesis en estos meses?
Gracias a Dios, la Diócesis de Ourense posee una gran vitalidad apostólica. Tiene una fuerza espiritual grande y un magnífico clero. Lo que sí me preocupa es no poder satisfacer todas las demandas económicas que me hacen para el arreglo de templos, la viabilidad de casas parroquiales, debido a la crisis económica que también afecta y, seriamente, a la administración de las iglesias.

También ha comentado en alguna ocasión que la educación de los jóvenes ha sufrido un grave deterioro. ¿Los recortes previstos agravarán más la brecha?
La preocupación por la educación debe ser una tarea compartida. Llevamos varios años dando “palos de ciego” en los proyectos educativos, en una cierta politización de la enseñanza. Es necesario un gran pacto de Estado, con el fin de que las leyes educativas gocen de una cierta estabilidad. Fíjese usted que en los últimos 20 años hemos tenido varios proyectos y algunos no duraron ni cinco años. La crisis económica está afectándolo todo, también la educación; sin embargo, la formación y educación de nuestros niños y jóvenes es un verdadera inversión de futuro; aunque nos cueste hoy mucho, vale la pena apostar por una educación de calidad, y recortar gastos en otras partidas.

¿Por ejemplo?
En los numerosos cargos políticos que hay, duplicidad de algunas administraciones...
Su ministerio ha estado muy ligado a los seminarios de Santiago como profesor. Alguna propuesta para fortalecerlos en Ourense?
Son dos realidades que no han experimentado especiales sobresaltos. Sólo siento que no tengamos más alumnos. Este año intentaremos cuidar más la pastoral vocacional y hacer presente en la sociedad la realidad del seminario menor, en donde se oferta una educación de calidad.

En tiempos de estrecheces, ¿cree oportuno el debate sobre si la Iglesia debería abonar el IBI de los lugares no destinados al culto?
Este debate creo que ha sido político y mediático, y ya ha perdido fuerza. Nuestros políticos, si son serios e inteligentes, saben que las diferentes instituciones de la Iglesia pagan IBI, pero las que deben hacerlo, y no lo pagan, las que están exentas, al igual que las sedes de los sindicatos, de los partidos políticos, la Cruz Roja, las mezquitas, las instituciones que realizan alguna obra de mecenazgo... Lo que pase es que en nuestro país sale gratis “darle leña” a las instituciones de la Iglesia. Claro está que, después, los mismos que aplauden estas determinaciones demagógicas se acercan a Cáritas en busca de ayuda. n

Te puede interesar