Lourdes acoge cada año a más de tres millones de visitantes de 140 países diferentes, y a más de 30.000 peregrinos que van a honrar a la virgen. Entre ellos, se encuentra Higinio Salgado, ourensano feligrés de la inglesia de Albos en Verea y comprometido con la romería a este santuario, al que acude cada mes de junio y octubre desde 2014. Este año, por culpa de la pandemia, no podrá asistir. Pero tal es su devoción, que mientras alimenta sus esperanzas para regresar, ayer se acercó a la explanada del área de servicio de Reza, el día en el que normalmente parten cada año la expedición ourensana, para rezar el rosario como homenaje.
A última hora de la tarde, Higinio limpia los alrededores del pequeño altar montado en la explanada. Este, conformado por un collage de instantáneas de viajes de otros años, un cirio traído de Lourdes, unas flores y una pequeña silla, le hace recordar anécdotas y emocionarse cada vez que ve algo relacionado con la Virgen: "Tengo el corazón partido por no acudir. Hoy voy a echar el rosario, yo sólo, por la virgen, a la cual le proceso un cariño inmenso y le rezo todos los días. De hecho la he sentido varias veces a lo largo de mi vida".
Pasados unos minutos, ya más calmado, cuenta detalles de otros años, en los que la Diócesis reúne hasta 400 personas de todas las edades en un viaje de cinco días al santuario francés. "Fletan cada año autobuses para curas y fieles, y nos proporcionan comedor y alojamiento en hoteles una vez allí. Con el covid esto es imposible de organizar, no hay espacio", aclara Higinio.
Pese al golpe, explica, que le supuso no poder acudir, mantiene la esperanza de que esto se solucione tarde o temprano, y pueda volver a coger agua de la fuente de Lourdes. De hecho, todos los años trae alrededor de "32 litros en garrafas", que reparte "entre la iglesia y todos los asistentes", explicaba el devoto. El agua sirve además para los bautizos, y, según comentó, ha sido empleada en ocho ocasiones, "más una en camino", repasó.
Intensa devoción
Pero no sólo se dedica a asistir a las actividades de la peregrinación, sino que tiene una interminable lista de historias que compartió, de nuevo al borde del llanto, para explicar de dónde viene su devoción; algunas de ellas, explica Higinio, incluso de carácter premonitorio, como es el caso del rosario que encontró el año pasado: "Caminando por el santuario encontré un rosario en el suelo. Me alegré por encontrarlo; igual la virgen quiso que yo lo descubriera. Fui a la gruta que hay más adelante y recé un poco con él. Pedí a un sacerdote que lo bendijera, y lo guardé en el bolsillo. No lo volví a ver. Nunca más. No tenía agujeros en los bolsillos ni nada parecido. Desapareció, como si fuese un milagro. Yo siempre pensé que el extraviarlo me trajo mala suerte, que iba a sufrir. ¿Es posible que la pérdida de ese rosario sea la razón por la que este año sufrimos una pandemia mundial?", se pregunta con semblante preocupado.
Después de rezar el rosario con una concentración absoluta, el fiel recogió los elementos del altar y se dispuso a volver a casa, no sin antes apuntar que seguirá velando por la virgen el tiempo que haga falta: "Me ocupo de que tenga flores frescas en la iglesia de Albos todo el año. Estará bien atendida".
