reportaje

¿Dónde vas?, al bar de la Isa

Ourense 26/8/2017, Bar Centro, Rairo
photo_camera María Isabel Rodríguez, el pasado sábado en el mostrador del bar Centro, en Rairo.(BELAY)

María Isabel Rodríguez ya estaba detrás de la barra y del mostrador del bar Centro, en Rairo, a finales de los setenta. Ahora, 38 años después, empieza a imaginarse la que va a ser una nueva vida, sin clientes, sin delantal.

Para qué llamarle Centro si todos lo conocen como "el bar de la Isa", en Rairo. Bar y ultramarinos, que de todo hay. Cerveza, chorizos pero también repollos conviviendo en buena armonía. "Antes de la guerra ya estaba este local en pie", asegura María Isabel Rodríguez, Isa, la propietaria. "Una familia, los Montero", fueron los primeros en abrirlo. "Luego estuvo muchos años una señora que se llamaba Carmen, así se la conocía, la señora Carmen. Después pasó alguna gente más por aquí, pero menos tiempo, cuatro o cinco años como mucho. Y ahora nosotros, yo he batido el récord, son casi 40 años de trasiego", resume.

Un buen día, hace ahora 38 años, su marido, Germán Fernández, que viajaba vendiendo golosinas, le planteó a Isa hacerse con el comercio. "Me pilló de improviso, yo me dedicaba a otra cosa que nada tenía que ver con esto. Pero bueno, lo hablamos y decidimos dar el paso. Hasta hoy". Desde esa conversación de alcoba han pasado casi cuatro décadas y en el horizonte aparece una fecha de caducidad, finales de 2018, cuando su marido entrará en la edad de jubilación. "Pero sobre todo que quiero disfrutar de la vida, todo cansa", adelanta Isabel, que entiende que el caminar de sus tres hijos vaya por otros derroteros.

Un bar de urgencias

Isa no entiende de días de la semana. Le da igual que sea sábado que martes que domingo. Que sea mañana, tarde o noche. Porque está todos detrás de la barra o el mostrador. "Yo siempre digo que esto es como un bar de urgencias, en vez de farmacia de urgencia, bar de urgencia", remarca. Una boda o un entierro son los únicos motivos que le permiten echar el cierre. Pizpireta, tan pronto pone un botellín como pesa unos plátanos. Una señora mayor cabecea sentada en una silla. A ella no hay que ponerla nada. Para qué.

Con el paso del tiempo se ha ido quedando sola. "Hasta hace cinco o seis años había una carnicería, pero cerró. Ahora sólo quedo yo. Es la vida. Y no me puedo quejar, ni del pueblo ni de la vida, siempre me ha sonreído. Ahora, tienes que trabajar, mucho".

Porque Isabel Rodríguez tenía una vida laboral bien diferente antes de desembarcar en el bar Centro de la parroquia de Rairo. "Estuve muchos años, como 18, trabajando en la calle doctor Fleming, en las galerías Roma. Con Bienve, en una tienda de lanas. Nada me hacía pensar que no iba a seguir con ella. Sólo que mi marido iba mucho por el bar y un día le dijeron que se vendía. Estábamos recién casados y era una experiencia nueva. Ahora ve poca gente aquí, pero antes éste fue un pueblo grandísimo, había muchas familias. Eran buenos tiempos y suplimos la falta de experiencia con mucha ilusión. Ahora da para vivir, y gracias", recalca.

"El día se te pasa volando, otra cosa es que terminas sintiéndote una esclava", reflexiona. "Cuando lo cogimos esto era de madera, hace nueve años hicimos una reforma. Los años se notan, el cuerpo no es el mismo que al principio. Por eso ahora cerramos antes (en torno a las diez, once como mucho de la noche)".

Y la clientela. "Al bar, viene mucha más gente al bar que a la tienda. Yo creo que debía ser al revés, pero en eso no me meto", relata.

Mucho alquilado

Mientras Germán, el marido, trabaja la huerta y lidia con los animales, su mujer subraya que "por aquí ha pasado mucha gente, antiguamente, cuando había mítines, todos los políticos de Ourense terminaban aquí. Hoy, Rairo tiene la mitad de gente, nos salva que hay mucha gente alquilada", refiere.

Sábado, cerca de la una y media de la tarde. Aumentan las entradas, un grupo de cuatro hombres tira de botellines, otro cuenta batallas de bastante tiempo atrás. Debe ser una autoridad, a tenor de la postura y el silencio casi reverencial con que se le escucha. Por el otro lado, una chica joven hace la compra más imprescindible, un señor deja que sea atendido antes un joven que tiene prisa. Él no, ninguna.

Isabel atiende a unos y otros. Cuando acaba, sentencia. "Yo soy muy tranquila, mi marido es menos paciente. Pero si estás ante el público tienes que ser paciente". 

Los tres hijos viven alejados del negocio familiar

El matrimonio formado por Isabel y Germán tiene tres hijos, todos ellos alejados del negocio familiar. "La mayor lleva toda la vida en una tienda, de dependienta, desde muy pequeña lleva trabajando ahí; el segundo es guardia civil, está destinado en Logroño; y la tercera tira por el mundo de la belleza", expone su madre.

"Ellos tienen su vida, una vida que no he tenido yo. Yo quiero vivir ahora otra diferente a la que he tenido todos estos años, más tarde que ellos pero todavía a tiempo", concluye. 

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