Escritor y periodista

Eduardo Galeano: ‘Tuve una educación formal inexistente, mi universidad fueron los cafés de Montevideo’

Eduardo Galeano, defensor de la naturaleza y de la democracia, ayer durante su visita a Ourense. (Foto: José Paz)
El escritor uruguayo Eduardo Galeano aclara sus orígenes literarios y, con su excepcional oratoria, reflexiona sobre los conflictos medioambientales y el papel de los jóvenes en la democracia.
Autor de más de 40 libros, defensor de la democracia y de la ideología de izquierdas, y gran apasionado al fútbol. El escritor Eduardo Galeano, nacido en Uruguay en 1940, confiesa que tan sólo cuenta con siete años de escolarización y explica que su mayor aprendizaje académico lo obtuvo en los cafés de Montevideo, en donde sostuvo largas tertulias con los exiliados españoles de la época franquista.

¿Por qué decidió presentar su último libro ‘Espejos. Una historia casi universal’ en Ourense? Es la primera vez que visito esta ciudad y estoy tratando de visitar sus lugares más emblemáticos. Vengo para ayudar a que mi libro -este bebe recién nacidodé sus primeros pasos y diga sus primeras palabras. Estoy ligado a Galicia por esos vínculos que las palabras no pueden expresar porque son vínculos misteriosos. Aquí siempre me he sentido querido y queriente.

Usted es un defensor de la naturaleza, ¿qué solución propone para combatir los conflictos ecológicos? Debemos respetar la naturaleza a raíz de la comprobación de que ella no termina con nosotros. Somos hermanos de todos los que tienen piernas pero también de los que tienen patas. Somos inquilinos del mundo. Un paso importante para combatir el cambio climático se está dando ahora en Sudamérica. Por primera vez en la historia de la humanidad la Constitución de un país, en este caso Ecuador, va a reconocer los derechos de la naturaleza, convirtiéndose así en un objeto de derecho.

¿Imaginó convertirse en el escritor que provoca aglomeraciones en donde se presenta? Siempre tuve la certeza de que el éxito no es deseable, muchas veces son los vencidos y los perdedores los únicos que mantienen la razón en este mundo, en el que se recompensa la falta de escrúpulos y se castiga la honestidad. Ha sido catalogado como el eterno candidato al premio Nobel, ¿qué le supone esta circunstancia? No me voy a convertir nunca en mercancía, no me importan esas cosas lo que me gusta es que la palabra tenga significado y sentido. Hace días estuvimos en Santiago de Compostela para presentar el libro. Había 1.600 personas, casi todos jóvenes. Mi mujer me dice que si seguimos por este camino el público será todo de carritos de bebés.

¿Cómo ve a los jóvenes en la actualidad? Hay una proporción alarmante de jóvenes que no se reconocen representados por la democracia. Es algo peligroso pues representan un campo de cultivo para los autoritarios, y para que vengan los salvadores de la patria a imponer soluciones falsas y antidemocráticas. ¿Cómo nació su pasión por la literatura? Por mi abuela que era muy lectora. En mi infancia yo no era muy lector, era de jugar al fútbol, de pelearme y de andar con novias. Tuve una educación formal casi inexistente, sólo cursé seis años de Primaria y uno de secundaria. Mi universidad fueron los cafés de Montevideo, allí conocí gente valiosa como los ehiliados españoles republicanos perseguidos por la dictadura de Franco. Tuve la suerte de escucharlos y de ser aceptado en sus mesas.

¿Cuál es la situación actual de Latinoamérica? Hay que reconocer que una buena parte de los políticos latinoamericanos han hecho lo posible por desprestigiar la democracia. La corrupción ha sido un espacio abierto para los buenos negocios, han convertido la función pública en un ejercicio de beneficio. Latinomérica es racista consigo misma, y eso viene desde la colonia. Pero hay intentos importantes de rescatar la cultura de América. Por ejemplo en Bolivia ya se reconoce la medicina indígena, y en los hospitales, a petición del paciente, puede ser atendido con el conocimiento de los curanderos milenarios y con sus plantas medicinales. En Bolivia, el estado comienza a pagar por los servicios de los curanderos y se les reconoce como médicos.

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