“Family friendly”, en los años treinta

Ni mucho menos. A finales del primer tercio del siglo XX, si bien existían muchas carencias, ya se llevaban a cabo medidas amigables para la familia -family friendly-; máxime, tras la pacificación de Marruecos. Había más dinero. Y, el Decreto de 21 de junio de 1926 era el punto de partida para acometer la concesión de subvenciones a quienes, decorosamente, mantenían, una familia extensa. No obstante, para que semejante desiderátum resultase posible, Primo de Rivera, enseguida, se propuso ayudar a obreros y funcionarios que tenían más de ocho hijos. Hoy en día, entrarían en la categoría de “familias con mayores necesidades de apoyo a la crianza”, de régimen general, que no era sino lo que todos conocían, coloquialmente, con el nombre de familia numerosa. España, viendo el carácter alarmante que tomaba el descenso de la natalidad en Bélgica o Francia, e incluso, en países totalitarios como Italia -propone ganar la batalla de la población- o Alemania -impone fuertes tributos a los célibes-, reorientó la política familiar siguiendo las líneas trazadas en el Congreso Social Internacional de Ginebra. Priorizó de tal manera las medidas de política social que, en 1930, el Ministerio de Trabajo y Previsión, beneficiaba con el subsidio a 789 funcionarios, de los cuales más del 50% eran padres de ocho hijos -el porcentaje descendía de forma progresiva hasta los que tenían una prole de 14 hijos-, y a 18.229 obreros también de más de ocho hijos. En el territorio español, Santander se llevaba la palma, con 1.392 ayudas; y en Galicia, A Coruña, con 742 subsidios. En efecto, a poco de iniciarse el año, el gobierno daba a conocer a los primeros beneficiarios. Entre los primeros veintiún gallegos, se hallaban tres ourensanos -Benito Montes Rodríguez, de Celanova; José Benito Bande, de Cartelle y Eduardo Rodríguez Bande, de Toén-. Las asignaciones que tramitaba el ministerio de Trabajo y Previsión se hacían conforme a la Real Orden que había sacado el gobierno para que los solicitantes pudiesen presentar, en tiempo y forma, las peticiones que luego permitían percibir las retribuciones. Ahora bien, el Decreto primigenio exigía como condición que el solicitante viviese exclusivamente del trabajo por cuenta ajena. Estos criterios dejaban fuera de la concesión a familias campesinas ourensanas, que pudiendo optar por renta, al ser propietarios, no podían disfrutar de aquel beneficio legal. Con todo, en pocos días, aparecían mediante un goteo continuo nuevas concesiones para la provincia. La Gaceta de Madrid insertaba cuatro más para Cartelle -Manuel Fernández González, Ignacio Souza Santamaría, María Álvarez Rodríguez y Juan Álvarez Castiñeira-; tres para Xinzo de Limia -Rudesindo Lama Quelle, Aniceto González Ferreiro y Primitivo Rodríguez López-; dos para Vilamarín -José Pérez y Francisco Pérez González-; otras dos para Taboadela -Sergio Cortizo Borrajo y Luis Lara Fernández-; una para Castrelo de Miño -Benito Cobelos Touza-; otra para Cortegada -Antonio Rivera Gil-, y, una más para Entrimo -Juan Álvarez Rodríguez-. En el primer trimestre se habían concedido 101 subvenciones en la provincia de Ourense -suponía un 1,6% de las concedidas en España y un 15%, en Galicia-. Luego, en julio del mismo año, se incluía una relación de ocho ourensanos más, pertenecientes a las localidades de O Bolo, Bande, Canedo, Farija y Amoeiro -todos obreros con ocho hijos-. En este instante, la localidad de O Bolo concentraba el 10% de las concesiones, y Cartelle, Amoeiro o la capital ourensana el 8%. El año anterior, en 1929, Ourense recibía 293 beneficios. Por lo tanto, en el primer trimestre de 1930 tan sólo un tercio de las familias extensas ourensanas habían percibido la ayuda. El número de este tipo de familias, en España, era tal -en 1931, sólo en Galicia se habían pagado 1.535 subsidios, lo que había supuesto un gasto para el Estado de 271.000,60 pts.-, que el ministro de Trabajo y Previsión, Sangro, en la etapa de la Dictablanda de Berenguer, pensaba modificar las condiciones del Decreto. El ministerio, viendo que no tenía capacidad presupuestaria para atender las necesidades de todas estas familias numerosas, estudiaba reducir la aportación de las ayudas con el propósito de llegar a la mayor cantidad de beneficiarios posibles. Lo que siguió manteniéndose, sin embargo, fue la tradición instaurada por el ministro Aunós. Había creado la condecoración de la Medalla del Mérito en el Trabajo. Y será, justamente en 1930, cuando esta medalla de Oro equiparable a la de gran Cruz del mérito Civil, se la impongan al vigués Segundo Carrera tanto por llevar una vida ejemplar, con su esposa Maximina Gómez, como por formar una familia con doce hijos que trataban de sacar adelante sin más bienes de fortuna que su propio esfuerzo personal. Por supuesto que, desde finales de la centuria decimonónica, los roles de los progenitores en España, al igual que en otros países europeos, habían ido modificándose. Pero, en los años treinta, el número de familias numerosas, aquí, en nuestro país, aún era relevante. Y si bien el régimen republicano se vio obligado a recortar estos subsidios, la política pro-natalista del régimen franquista los estimuló. El modelo de familia extensa, proveedora de bienestar material y espiritual, fue un pilar en el que se asentó el Nuevo Estado. “La tercera ola” -como denomina Toffler a la familia diversificada-, todavía se hacía esperar.