JUICIO

El fiscal reclama hasta 33 años de prisión por el homicidio de Milia

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photo_camera Alexandru Marius Luca, en una comparecencia ante el juez.

La acusación pública lo acusa de cuatro delitos: homicidio, robo con violencia en casa habitada, atentado a agente de la autoridad, una falta de lesiones y un delito de incendio

El ministerio fiscal reclama hasta 33 años de prisión como condena principal para el joven Alexandru Marius Luca, de 21 años, por el crimen que le costó la vida a Tomás Milia, un farmacéutico jubilado que contrató los servicios sexuales del procesado. La acusación pública lo acusa de cuatro delitos: homicidio, robo con violencia en casa habitada, atentado a agente de la autoridad, una falta de lesiones y un delito de incendio del artículo 351 (comporta peligro para la integridad o vida de las personas). No obstante, introduce una alternativa algo más benévola en caso de que el tribunal no estime el delito de robo sino un hurto o un delito de daños en vez de incendio con grave riesgo para los moradores del edificio. En este último caso, la solicitud de pena es de 20 años y medio de prisión. En cuanto a la falta, establece dos meses de multa (seis euros al día).

Los hechos que se verán en la sala de vistas de la Audiencia en breve ocurrieron el 4 de octubre de 2013 cuando el inculpado acudió al domicilio de la víctima, a quien ya conocía de otras ocasiones. Asegura el fiscal que ambos discutieron en el dormitorio tras mantener la relación sexual contratada debido al precio que debía abonar. En ese momento, según el ministerio público, el joven prostituto acudió a la cocina por un cuchillo y se abalanzó sobre Milia para clavarle el cuchillo hasta en tres ocasiones, en la parte lateral del cuello y en el estómago. Estas lesiones provocaron la muerte inmediata del farmacéutico.

Sostiene el fiscal que el joven, antes de abandonar la vivienda, se apoderó de seis relojes de oro de bolsillo, valorados en 10.400 euros. Asimismo, le imputa un delito de atentado por la huida protagonizada cuando arrancó un vehículo de su propiedad en el momento en que un policía le ordenó que se bajara, alertado por su comportamiento extraño.

Tres horas después el acusado regresó a la vivienda de la víctima, según sostiene el fiscal, para borrar sus huellas del lugar. Para ello, trasladó el cadáver a la bañera y lo roció con lejía al tiempo que prendió fuego en el colchón de la cama. Las llamas se propagaron a los muebles de la habitación, además del suelo de madera, lo que provocó el desprendimiento de elementos del techo y la calcinación de las paredes. Las altas temperaturas, dice el fiscal, entrañaron riesgo.

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