REPORTAJE

Dos generaciones frente al botellón: "Bebes y echas unas risas" y "La culpa es de los padres"

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photo_camera Bolsas, botellas y latas se reparten por el suelo y los bancos de la Alameda tras una noche de juerga.

El fenómeno del botellón es visto de forma bien distinta por dos generaciones separadas por medio siglo. 

Cincuenta años separan a nuestros jóvenes de ese otro segmento de población que son los jubilados de la provincia y, en concreto, de la ciudad. Dos generaciones que tienen un punto de vista bien distinto -incluso enfrentado- de un fenómeno tan en auge en los últimos años como el del botellón.

Mientras para los jóvenes estos encuentros en torno a bebidas alcohólicas o combinados en plena calle son un nuevo modo de socialización -como en su día lo fueron para sus abuelos los recorridos por las tacas o bares de su correspondiente pueblo o de la zona de vinos de la ciudad-, la población que ya está en la edad de jubilación y disfruta de zonas como la Alameda -donde se dan cita cada fin de semana cientos de jóvenes- a plena luz del día, no entienden la acumulación de basura procedente de la práctica del botellón y mucho menos la rotura de elementos del mobiliario urbano o la ocupación de espacios públicos hasta recuperarse del exceso de alcohol.

Tampoco entienden situaciones como la que propició la muerte de la niña de 12 años en una localidad madrileña víctima del botellón. Consideran que los padres deberían tomar cartas en el asunto y que no es de recibo que jóvenes de tan poca edad puedan acudir sin problemas al botellón. Dos generaciones, dos puntos de vista.

“Desde las once o las doce y hasta la una tomamos chupitos”

Manuel acaba de cumplir 16 años. "Los hice ayer -por el sábado pasado-", explica, mientras comparte recreo con un grupo de compañeros de un céntrico colegio de la ciudad. Reconoce que suele ir al botellón: "Te reúnes con los colegas, te lo pasas guay, bebes y echas unas risas". Cuando se le pregunta qué es lo que compran para consumir en esos encuentros, señala que "depende, pero güisqui, ron, vodka, vino, Cocacola.... Yo lo que suelo consumir es güisqui con cola". Un compañero apunta que, por su parte, es más partidario del "vodka blanco con fanta, aunque hay a quien le gustan les bebidas destiladas o el vino con cola".
La botella les suele salir "a 10 euros, aproximadamente. Al principio del día hacemos una bolsa común y después nos acercamos  al súper para hacer la compra de las bebidas", explica este joven estudiante.
José, su compañero, añade que en estos botellones hay "otro tipo de bebidas, como el destornillador -güisqui con refresco de naranja-, aunque la más dura es la absenta. Nosotros la hemos probado, pero en chupito".
La edad más común "son los 16, 17 o 18 años", explican, al tiempo que subrayan que "en la Alameda nos reunimos un montón de gente los fines de semana, igual 2.000 personas, toda la gente joven se da cita ahí. Después del botellón nos vamos al pub o la discoteca. Desde las once o las doce y hasta la una tomamos chupitos, después vamos a la Alameda y a las dos o así a los pubs o la discoteca".
Eso sí, explican que "nosotros solo vamos al botellón en días especiales, como pueden ser carnavales, el magosto, los días de Navidad..., aunque sí hay quien va casi todos los fines de semana".

“Aquí se llena un camión de basura los fines de semana, no es normal”

Yo opino que eso del botellón no es una cosa buena, que hay otras formas de divertirse que no son ésta. Que haya jóvenes de 12 años que pueden morir por culpa del consumo de alcohol no lo veo nada bien. Yo esto no lo veo en ningún otro país del mundo. Aquí se llena más de un camión de basura todos los fines de semana y eso no es normal", señala Manuel, jubilado y usuario habitual de la Alameda, epicentro del botellón ourensano.
"Habría que prohibirlo. ¿Por qué murió esa niña?  Por ir al botellón. ¿Quién tuvo la culpa? Los padres por dejarla ir al botellón y darle el dinero para poder comprar el alcohol", tercia un amigo que no quiere dar el nombre. En ello coincide Manolo Rivas, otro jubilado, que no duda en señalar que "a veces son peores los padres que los hijos, porque ellos también salen y después no controlan".
José, compañero de parque de Rivas, apunta que "antes, la guardia civil o la policía actuaban y nadie les decía nada; ahora intentan intervenir y aún les responden". En este sentido, cuenta que "el otro día iba a las duchas y estaban tres de esos jóvenes allí tumbados, estaba un policía nacional que le dijo que se levantara y el joven le respondió con insultos. Ahora la policía, aunque quiera, no puede intervenir porque se ha perdido el respeto. Y si los meten en la prisión, salen al día siguiente".
Manuel Méndez explica que "aquí se reúnen cientos de jóvenes y después tiran las botellas y todo, los padres deberían controlar". Manuel García tiene claro que "el botellón no debería dejarse hacer, el Concello tendrá que actuar. Dejan todo hecho un desastre con los restos de la noche. Creo que los padres deberían controlar un poco más a esos jóvenes".

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