Apenas rebasada la cincuentena, es de los que más sabe de presos y de cárceles. Es una autoridad en política penitenciaria después de haber dirigido Pereiro, El Dueso y Topas en una meteórica carrera profesional.

El gran experto en presos y cárceles

Es un emigrante porque dejó su tierra por cuestiones profesionales, porque la añora y cada día recuerda su ciudad, por la que todavía pasea alguna vez. Sin embargo, nada tiene que ver con tantos que se fueron en busca de futuro. José Ignacio Bermúdez nació en Ourense, se crió en O Posío, fue al colegio en Angelita Paradela 'que era un clásico', dice. Hizo el bachillerato en los Salesianos y Psicología en el Colegio Universitario y en Santiago. Durante años pasaba todos los días por delante de la vieja cárcel de Progreso, como si fuese una premonición.
De la etapa universitaria recuerda que 'fue muy agitada, con muchas huelgas y poco estudio; yo me disciplinaba, porque la Universidad entonces no generaba el ambiente propicio; íbamos a trompicones e incluso había asignaturas en las que no pasábamos de la introducción.Aún así, fue una gran etapa, inolvidable, por las extraordinarias vivencias personales'.

Finalizada la carrera se fue a Madrid a preparar las oposiciones al Cuerpo Técnico de Prisiones, 'con tanta fortuna que las aprobé al primer intento, en dos años'. Eligió Vigo como primer destino, 'para estar cerca de casa' y allí comenzó como psicólogo y allí se casó. Fue el arranque de una trayectoria de ejecutivo brillante. Desde ahí saltó a Tenerife como sudirector de tratamiento; 'casi tres años más tarde me llamaron para dirigir el centro penitenciario de Pereiro de Aguiar'. Eso fue entre 1989 y 1992. Después vino la dirección en El Dueso, un salto cualitativo en su carrera, previo a la etapa en Topas, el primer gran centro penitenciario español fuera de Madrid, que se encargó de poner en marcha.

A los destinos hay que añadir tres años en Madrid como alto cargo de la Administración penitenciaria, y la jefatura de formación en Tráfico, en Salamanca, que es el actual. 'El de Ourense fue el más ilusionante, por viviencias, porque era mi ciudad y porque aterrizaba como director. Mi labor allí fue intuitiva, iba aprendiendo día a día, confirmando el acierto o desacierto de mis decisiones. En El Dueso me tocó una dirección muy profesional, donde había que dejarse llevar. No era yo el que tiraba de la locomotora, sino el penal el que tiraba por mi. Allí sólo cabía alguna impronta personal, pues era un centro histórico, con 90 años de funcionamiento. Topas fue la suma de las dos experiencias anteriores: la juvenil y dinámica de Ourense y la sobria de El Dueso. Eso me permitió que funcionase desde el minuto uno con mi estilo'.

Con los años, Salamanca se ha convertido en su patria de adopción, porque 'hemos ido -la familia, claro- echando raíces y ganando amigos de una calidad extraordinaria, que ahora son irrenunciables en el ámbito personal. Hace años me hicieron salmantino del mes, también del año, fui pregonero de las fiestas mayores. Mis hijos son de aquí, han crecido aquí, y aunque tienen muy presente a Galicia, su historia está aquí'.

Sobre la situación actual, tiene claro que 'hay un enorme problema de gestión, pero España es un país potentísimo con grandes posibilidades; además, la ciudadanía es sabia y a poco que se le ponga un objetivo delante, siempre responde'. Sostiene que 'los políticos profesionales son un mal en sí mismo', hasta el punto de que con un paso atrás de la clase política actual y encomendar la gestión a profesionales, la situación mejoraría de inmediato. Admite, no obstante, que 'será difícil porque los políticos son una casta que defiende sus cuotas de poder con uñas y dientes'.

Si habla de Ourense le puede el lado sentimental. 'Es cierto que carece de referencias espectaculares y no tiene mar, pero dispone de un entorno atractivo y agradable en el que sus gentes generan cariño; todo el mundo que viene, incluso profesionales, se van con un gran recuerdo'.

Con todo ello, ve muy complicado el retorno definitivo. 'Quizá iré más veces, porque me gusta mucho y en cuanto llego me identifico enseguida con cada rincón. Hace muy poco, paseando con mi padre, me di cuenta de que faltaba La Ibense y que ahora Capitán Eloy es Concordia, pero me siento muy agusto. Podré menudear las visitas, pero definitivamente será ya muy difícil'.

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