Jóvenes precarios por horas

Repartidor a domicilio en una calle del casco viejo de Ourense.Foto: Xesús Fariñas
photo_camera Repartidor a domicilio en una calle del casco viejo de Ourense. Foto: Xesús Fariñas
La flexibilidad de los contratos y la temporalidad se ceban con los estudiantes y quienes se incorporan al mercado laboral. Llegan a sufrir jornadas de 60 minutos de duración que apenas sirven para costear el traslado al lugar de trabajo. 

Los más jóvenes, en su objetivo de costearse los estudios o reunir unos pequeños ahorros, sufren jornadas cada vez más irregulares, y, en muchos casos, hiperreducidas, con las que difícilmente pueden llegar a fin de mes sin apuros.

I.V., de 22 años, lamenta que "ya no se pueden hacer menos horas. Trabajo de 16,00 a 18,00 en una academia, de lunes a viernes". Ya entró sabiendo que ése sería el horario: "Las jornadas más cortas que hemos hecho han sido de 60 minutos, ya no había niños para la siguiente clase". Tardó el mismo tiempo en ir y venir al lugar de trabajo. Reconoce la joven que "el lado positivo de estos contratos es que te permiten combinar trabajo y estudios, pero muchas veces no compensa. Buena parte de lo que ganas se te va en el transporte. Y, en algunos casos, el salario no te alcanza ni para pagar el alquiler".

La hostelería es el sector en el que trabaja P.C., concretamente en una cadena de comida rápida: "Cuando entré, hace algún tiempo, había algo de regularidad, quizás una semana trabajabas 16 horas y otra 15. Pero ahora es nula". Con el paso de los meses, las jornadas se fueron acortando. El joven considera que "cada vez se está extendiendo más este modelo de trabajo. No solo lo aplica mi empresa. Normalmente viene ligado a personas jóvenes, la edad a la que la gente suele estudiar. Muchos necesitamos trabajar para costearnos la carrera, y estos contratos parecen un anuncio perfecto, con luces de neón".

 P.C. tiene claro que a las empresas "les compensa más tener 20 personas con jornadas precarias que 9 bien. Pero para nosotros es horrible. Básicamente vives en la incertidumbre, sin saber cuánto vas a cobrar al mes siguiente". La progresiva reducción de horas supuso una gran desilusión para él: "No esperaba un gran sueldo, pero tampoco cobrar una cosa un mes y el siguiente la mitad. Esto es un poco como no tener trabajo, porque no te asegura nada. No me han prometido siquiera que pueda mejorar la cosa en el futuro". 

Así, las empresas se aseguran un modelo de negocio "en el que solo pagan a los trabajadores exactamente las horas que necesiten que esté. Y por eso es un sistema tan utilizado en hostelería. Si saben que van a tener una gran carga de trabajo a cierta hora, hacen venir a más empleados. Y si a la semana siguiente, por cualquier motivo, no hay tanta necesidad, hacen venir a 5 empleados de los 10. Así la empresa se asegura de que todo lo que gaste en empleados supondrá un beneficio para ellos". Para las horas contadas en las que solicitan su presencia, no pueden tomar un respiro: "Y por eso me parece un trabajo frustrante y malo, vas pocas horas y tienes que soportar cargas muy intensas. En otros trabajos de jornada completa tienes algún momento de descanso". 

Chantaje

Juan Manuel trabaja de repartidor para una pizzería de la ciudad, y lo tiene claro: "Su forma de chantaje es decir que si curras más tendrás más horas. Y estás en plena competencia con el compañero. Juegan a eso". 

Su jornada es de 15 horas semanales, con complementarias a mayores según la demanda de trabajo, y turnos de dos a seis horas según los picos de venta. Casi nunca libra en fin de semana: "Si no hay ventas, te invitan a que te vayas a casa antes, porque esto va a hora trabajada, hora cobrada. No hay salario base". 

Juan Manuel concuerda en que "esto va a ser cada vez más común, porque la patronal intenta aumentar siempre la temporalidad en los contratos, les sale rentable. Si por ellos fuera, nos harían contratos por minutos". Sin pelos en la lengua, denuncia que esta temporalidad "empeora nuestras condiciones laborales un huevo. Queremos estabilidad económica, como cualquiera. A ellos se les permite tener trabajadores a la carta, y, con el miedo de que te echen, cada día vas tragando más. La realidad es que trabajas horas extras como normales porque crees que así puedes ascender". 

Juan Manuel defiende que "las malas condiciones en hostelería y en torno a trabajos de repartidor se debe sobre todo a la falta de presencia sindical (ya que la temporalidad la dificulta), y el desamparo de las leyes. En general, los convenios que hay en cuanto a hostelería son basura. Es muy duro pensar que una persona que sirve copas o un chaval que está mojándose a la lluvia con su moto para repartir pizzas esté cobrando cinco euros la hora. Es bastante lamentable", critica. 

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