Nació en Ferrol por accidente, pero es coruñés de crianza y ourensano de adopción. Vino aquí por amor hace nueve lustros y aquí sigue. Fue juez de profesión y pintor de vocación; dejó la judicatura, pero sigue pintando.

El juez que buscó destino por amor

La vida de José Ramón Godoy parece moverse por una senda trazada de antemano; sin embargo contiene golpes de azar o del destino que le han marcado profundamente.
Es lo que se diría un coruñés de toda la vida, pero nacido por casualidad en Ferrol, donde su madre se vio sorprendida por el parto cuando había ido a ver a una cuñada. Ya de niño tenía gran facilidad para el dibujo y lo demostraba sobre el mármol de las mesas del bar de su padre, para enfado de los camareros, que las veían para eliminar las huellas del artista precoz. Soñó con ser pintor, pero el mismo padre dijo que ni hablar, que lo de pintar estaba bien para pasar el tiempo, pero el futuro estaba en una carrera. 'Eran los tiempos en que los hijos hacíamos caso a los padres', dice. Así que cumplió con el deseo paterno y luego dedicó cuatro años a prepararse para ingresar en la judicatura. 'Se quejan ahora los opositores, pero entonces sí que era duro', recuerda. En 1967, ya togado, pidió Ribadavia como destino, pero no por razones profesionales, pues había mejores destinos, sino por amor, ya que a muy cerca, en Razamonde, residía Maite, su novia, hija de Eulogio Gómez Franqueira. Se casaron seis meses después, aunque a su suegro le conocía desde la infancia 'pues éramos primos segundos' .

Fue una de las personalidades que le marcaron; convivió con él hasta el final y también el azar quiso que muriese mientras veían un Real Madrid-Eindhoven por televisión. 'Le profesaba gran afecto, pues tenía gran humanidad y generosidad. Con él se cumplía eso de que los más grandes y brillantes son poseedores del más acentuado sentido de la humildad'.

Cuenta como un día, de noche, se levantó sorprendido de verse como personaje de la Mazurca para dos muertos, de Cela. 'O tolo ise meteume na sua novela', dijo, si bien respaldó la veracidad del episodio que le atribuía el padronés universal. Ambos mantuvieron un pacto no escrito: 'Él no me pedía nada que tuviese que ver con el Juzgado ni yo de lo relacionado con Coren'.

Otra de las cosas de las que se siente orgulloso es de haber sido vocal del primer Consejo General del Poder Judicial 'elegido por los jueces', enfatiza, 'no por los políticos, como sucedió a partir de entonces', circunstancia que considera escandalosa, aunque utiliza una expresión menos contundente. Participó entonces 'en la adecuación del sistema judicial a la democracia'. Cuando no estaba en la sede del Consejo iba al Prado o hacía tertulia con pintores amigos en la galería Alfama, por ejemplo.

En el CGPJ conoció a Federico Carlos Sainz de Robles, otro de los grandes personajes que le suscitaron admiración, por su personalidad y por su integridad. Y allí vivió el 23-F. Aquel día 'fuimos los primeros en hacer público -se dio a conocer a las ocho de la tarde- un manifiesto de adhesión a la democracia', decisión que les valió para que el Rey condecorase a todos los miembros con la Gran Cruz de San Raimundo de Peñafort, la máxima distinción en el ámbito judicial. Presume del trabajo realizado por aquel Consejo, pues comenzaba una nueva etapa que hacía historia.

Finalizada aquella experiencia regresó a los juzgados de Ourense, donde los últimos 16 años fue magistrado de la Audiencia. De esa época recuerda, por sonados, el crimen de la Romántica, en el que un hombre asesinó a su ex mujer porque vivía con otro en un piso que había comprado él; también el caso de una prostituta que logró escapar de su violador en el Polígono de San Cibrao, o el juicio de Allariz por la revuelta de 1989, por la gran gran repercusión pública, 'aunque jurídicamente tenía poca trascendencia'.

Sigue pintando, aunque bajó el ritmo por cuestiones personales; eso y haber hecho mucho retrato' le impiden exponer por carecer de obra. El resto del tiempo lo ocupa en leer, recoger a su nieta, hija de su única hija, pasear como si fuese 'un inspector municipal', la tertulia con sus amigos o cuidar del viñedo que creó en Razamonde, luego de ir comprando terrenos a base de 'hacer la concentración parcelaria por mi cuenta', pues fue uniendo parcelas contiguas en las que fue plantando variedades autóctonas.

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