El legado gráfico de la ciudad cría polvo al sol

Ya hace muchos años que nadie hace cola frente al cine Avenida, y el Xesteira languidece tras su último cierre, pero sus carteles siguen ahí. Las letras sugerentes de la Casa de los Lentes o los cubos chillones de la antigua Baladrón definen las calles de la ciudad tanto como el Mouchiño o la Leiteira, pero en Ourense nadie cuida de sus rótulos. La ciudad es una de las capitales de provincia sin representación en la Red Ibérica en defensa del Patrimonio Gráfico, una asociación creada a principios de 2020 para salvaguardar la identidad de las calles. "A través de los carteles ves las distintas etapas de una ciudad", explica el vigués Luis Otero, impulsor de la campaña "Mirando polos letreros" en la ciudad olívica, a través del Ateneo Atlántico. También A Coruña tiene defensores de su patrimonio, como los arquitectos Cristina Romero y Manuel Domínguez, que han fundado la Agencia de Protección Tipográfica. "Detrás de cada cartel hay un trabajo, y a medida que los negocios cierran y las ciudades cambian, ese trabajo se olvida si nadie lo cuida", reflexiona Domínguez. Voluntarios apasionados como Otero, Romero o Domínguez llevan a cabo labores de catálogo de los carteles o incluso de rescate. En Madrid, por ejemplo, la red ibérica tiene un almacén donde preservan los rótulos que logran recuperar antes de que vayan a la basura. "El patrimonio no son solo castillos y cuadros; esto también es nuestra riqueza, la de los barrios y las personas", asegura Domínguez. Para Otero, defender la gráfica local es "también es apoyar al comercio local y combatir la despersonalización de los barrios". "Hoy te abren un Calzedonia, un Starbucks… y perdemos nuestra identidad, perdemos esa estética surgida desde abajo, el único resquicio en que el vecino decidía cómo luciría su ciudad", insiste Domínguez. ¿Qué hacer? Los miembros de la red ibérica piden que el Gobierno legisle para proteger el patrimonio gráfico, pero -por ahora- sigue siendo terreno de nadie. Ayudar en la tarea, apuntan los entrevistados, es tan sencillo como sacar una foto con el móvil al ver un rótulo abandonado y compartirla, o tan complicado como debatir con el dueño del cartel para convencerle de que no lo tire. "Si al final todo acaba siendo lo mismo -se pregunta Domínguez-, ¿qué más da que yo esté en Montealto, o en Japón?".