HEMEROTECA

Les llamaron bruxas y terminaron viviendo con las ovejas: la historia de ‘As Ritas’

2222
photo_camera Nieves y Aurora, en el asilo de Carballiño. (JOSÉ PAZ)

Su casa de Maside, llena de cruces y muñecas, convirtió durante décadas a Aurora y Nieves en dos personajes con leyenda de meigas. En 1996, un incendio las dejó a la intemperie. Agotaron sus días en el asilo de Carballiño

‘El hambre y el frío acechan a dos ancianas que se niegan a dejar su casa quemada, en Maside’ (La Región 19/11/1996).

El fuego acabó en noviembre de 1996 con el aislamiento de Aurora y Nieves, dos hermanas ancianas que residían en una solitaria casa en la pequeña aldea de Mato, una parroquia de Rañestres (Maside). Durante tres décadas, ‘As Ritas’ habían vivido fuera del mundo. Les llamaban ‘las bruxas do Mato’. Cuarto Milenio rescató su historia hace un par de semanas.

“Su casa de noche era verdaderamente impresionante. Al llegar, los focos del coche iluminaron el muro, lleno de cruces blancas y luego la casa. Y en una fachada del edificio, un montón de muñecas colgadas allí” (Maribel Outeiriño, periodista de La Región)

Su padre murió joven. Ellas se criaron con su madre, Rita. Cobraban una pequeña pensión que complementaban vendiendo ovejas y cerdos. Cuando se quedaron huérfanas, a mediados de los años 60, todo cambió. “Uns parentes intentaron darlle uns cartos que lles correspondían por herencia –explicaba un vecino-. Foi imposible porque se negaron a firmar os papeis”. No tenían ninguna documentación, para el Estado no existían. Aurora y Nieves se quedaron completamente solas. Terminaron subsistiendo de una pequeña huerta y de la mendicidad.

“El que acudía a estos lugares daba una limosna. Inmediatamente las meigas pintaban una cruz o colocaban en la pared una vieja muñeca que habían encontrado en la basura. Aquella (la vivienda de ‘As Ritas’) era una espectacular instalación que llamaba mucho la atención, con las hermanas pintadas de negro y un montón de corredores y paredes llenas de cruces. Respondía a la ancestral cultura del sanador. Usted se va, pero quedará presente en mi casa en forma de muñeca o cruz”. (Felipe Senén, arqueólogo, en Cuarto Milenio).

Con el paso del tiempo, su leyenda de meigas creció en la comarca. Igual que su hermetismo. “Eran asiduas as pandillas de mozos que ás insultaban de madrugada intentando entrar na casa”, explicaban los vecinos de Mato a Sabela Pinal, periodista de La Región.  Para muchos jóvenes, ir hasta la casa de las hermanas se había convertido en un rito iniciático. Eran un espectáculo gratuito. Ellas lo sufrían en silencio, sin cruzar palabra con nadie y con sus parroquianos de testigos: “As pobres levan sufrido moito. A xente falaba moito, viña e as tentaba. Pasaron moita fame, se estaban enfermas nin ao médico iban. ¿As cruces? Pintábanas porque estaban asustadas”.

Los años pasaron. Hasta que llegó 1996. Un incendio, provocado seguramente por la lareira en la que cocinaban, devoró su vivienda. Para ellas empezaba otra odisea. Tras no aceptar ninguna ayuda, ‘As Ritas’ siguieron viviendo en las ruinas de su casa, sin tejado en pleno noviembre ourensano. Para combatir el frío, dormían en la cuadra, entre las ovejas y las gallinas. Se alimentaban de un caldo de verdura que hacían allí mismo. Durante una semana, los sucesivos intentos de convencerlas para llevarlas a un asilo mientras reconstruyen la casa fracasan. Ni los vecinos, ni sus parientes, ni el cura, tienen éxito. Cuando llega la Guardia Civil con una orden judicial de internamiento (dictada por la juez de O Carballiño, Ana Santos), atrancan la puerta y les amenazan con echarles aceite hirviendo: “Fora de aquí, fora da casa do meu pai. Ninguén nos vai a quitar a nosa casa”.

intentos

El 28 de noviembre, el escenario cambia. Después de que el sargento de la Guardia Civil consiguiese explicarles la situación, abren la puerta de su casa. “Onde nos levades?” pregunta Nieves mientras sube a la ambulancia que las llevará al hospital. Aurora, ciega y con una notable cojera, terminaría siguiendo sus pasos, tras soltar una frase lapidaria: “Si hasta agora vivimos sin lles preocupar a ninguén, porque falten unhas poucas tellas seguiremos vivindo”.

Los médicos del Santa María Nai encontraron que su estado de salud era bueno. Ellas pidieron compartir habitación y tener las camas juntas. Paseaban por los pabellones juntas, agarradas de la mano. La televisión les atrajo desde el inicio. Mientras, el arquitecto municipal del Concello desaconsejaba restaurar su casa. En diciembre de 1996 fueron trasladadas “con el máximo secreto” al asilo municipal de Carballiño. Allí, Aurora, más habladora que su hermana Nieves, habló con La Región.

"Cando era nena divertíame moito. Pero despois non quixen mozos, nunca quixen mozos. Hai moitas mulleres que deixan aos seus fillos e maridos e vanse por ahí. Nos sómos moi diferentes. A nós chámannos meigas porque temos cruces na nosa casa, e aquí tamén hai moitas. Esta casa (por el asilo de Carballiño), é moi grande, a xente vai e ben, ten todas as comodidades e estase ben nela, pero a nós chéganos con unha habitación, unha cociña e as ovellas, non necesitamos nada máis. Comodidades? Eso todo é bo para quen pode. Nós vivimos como podemos, non como queremos. Claro que se cadra vive tan ben o que ten pouco como o que ten moito, porque é millor ter pouco e sábelo disfrutar. Se fomos felices? Nin xiquera nos acorda”.

Aurora Varela González falleció el 15 de septiembre de 1997. Su hermana Nieves, el 21 de noviembre de 2002. 

mato2

Te puede interesar