¿El mejor voto? El de silencio

Como oraciones de los penitentes Los ciudadanos, por lo general, votan cuando se les convoca, cada cuatro años en la mayoría de los procesos. En el interregno de los sufragios, el personal sigue con su voto, que suele ser el del silencio. Algunas órdenes religiosas lo practican como una forma de oración, de contemplación y de no contaminación de la relación por la palabra. La grey se calla no porque otorgue, sino porque hablar (o escribir) compromete, identifica y eso está mal visto entre la sociedad que entra agachada por todas las puertas del poder. Entre las oraciones del atardecer y las de la madrugada, los muros del monasterio solo recogen el eco de los pasos. Una bagatela, acostumbrados a lo visto por aquí. En las últimas semanas suceden muchos acontecimientos que empujan al “creyente” a abjurar de sus principios, a dejar de ser un penitente. Los transportistas han sido avanzadilla estos días, empujados por razones de peso, desautorizados de facto por los métodos usados en sus reivindicaciones, con formas del sindicalismo decimonónico en la era digital. Han hecho voto de gamberrismo, pero han puesto en un brete el sistema de distribución de mercancías básicas y han colocado en el límite la resistencia de decenas de empresas. Han sido la gota que colmó el vaso, la gota malaya sobre la frente social. Se han equivocado de enemigo, sin duda: han combatido a sus propios compañeros que trabajaban, han empujado hasta la quiebra a empresas para las que suelen trabajar. Han dado las suyas y las del pulpo al Gobierno y a la economía mundial. En la cara de sus propias empresas y compañeros. En la ICC Week El voto de silencio social no es una actitud pía, suele ser una interiorización del papel que cada uno tiene. La mayoría de la gente hace su trabajo (que procura conservar), colabora acogiendo refugiados de Ucrania o donando lo que cree conveniente, paga sus impuestos (bueno, con IVA o sin IVA), abona las comisiones al banco para que doña Ana Botín ponga la calefacción a 17 grados, deja en el surtidor casi dos euros por litro de gasofa, eleva sus plegarias esperando que el recibo de la luz no les provoque fibrilación, paga hoy en Ourense un 8,4% más que hace un año por los productos que consume, solloza de emoción cada principio de mes cuando cobra la soldada, se sobrecoge cada día un poco más con el desorden mundial y la amenaza de la tiranía, mira con asombro cómo puede haber 50 millones de chinos confinados otra vez por culpa del covid cuando pensamos que el bicho estaba vencido. Unos santos. Eso es lo que somos. Y mientras nos canonizan hacemos voto de silencio de paso que rezamos por el claustro de nuestro particular monasterio. Bueno, a veces cantamos gregoriano. Esperando que lo incorporen a la próxima ICC Week. Esta factura se pagará en fotos Tiene muy claro que el rédito de su solidaridad algún político lo cobrará en fotos. Franquea las puertas con la generosidad del pronto, ese gesto de sacar de la boca el pan para compartirlo con el que lo necesita. Ya no hay villa o pueblo de la provincia sin su caravana a la frontera con Ucrania para retirar del horror al que sufre. Esperando que esto no se convierta en unas olimpiadas de la acogida, disputándose medallas, la cosa anda estos días por la orilla del peligro, un poco desorganizada. Hasta la Administración pide calma y trata de ordenar la ayuda. Lo siguiente será (como ya está ocurriendo) una carrerita de alcaldes y alcaldesas por la fotiño en el periódico y en las redes. Hace dos años no había politiquiño que no posase entregando cajas de mascarillas. Hoy al lado del autobús que va camino del Este. Cuando regrese, otra foto. Irrelevante dentro de la desdicha Nada que objetar tampoco a cómo y cuándo nos vamos de fiesta. El de la Plaza Mayor, oportuno como un cólico, ha pasado la semana persiguiendo funcionarios y celándose porque los que se casan quieren a cualquier maestro de ceremonias menos a él. También pasando horas encima de un calendario para ver la fecha de las fiestas de la ciudad. Esto está tan jodido que hasta todo lo suyo pasa desapercibido. El aire (también) resulta irrespirable Calima en Ourense. El aire de Ourense es irrespirable en ocasiones, a juzgar por la disposición orográfica de la ciudad. Eso dicen sesudos estudios sobre el asunto. No hay en el presente ni en el futuro inmediato razón alguna para pensar que contribuye al agobio atmosférico que esté fulanito o menganito, ni siquiera ambos, en el machito. Hubo un par de días de polvo (sahariano) donde el horizonte era ocre, que es el color de la elegancia o de la felicidad, según los manuales de psicología que se consumen por Internet. Partículas de arena de mínimo tamaño pulularon por el ambiente tiñendo el horizonte del color del desierto, de la aridez, de la sequía, tan contraria al verde de nuestra vegetación, al negro de la tierra rica en nutrientes, tan azul como el curso poético de las aguas. Ese fenómeno atmosférico duró apenas un par de días, el ocre se disipó y volvió el natural ser de esta tierra. Ni el color ni el aire tenía que ver con que mandasen los que mandan. Se respira bien aquí. El portafotos Francisco Armando Veiga (diciembre de 1958) es alcalde de Riós desde hace 29 años, que ya es una temporadita. En días pasados, al anunciar su renuncia, dijo: “Voume porque quero, considero que agora é o momento de marcharme”. Le sustituirá en el cargo Eva Barrio hasta las municipales de mayo del 2023. Veiga aventura tiempos “moi difíciles” y él ya no se ve con fuerzas para encarar los temporales desde el puente de mando. El regidor de un municipio que tiene unos 1.500 habitantes forma parte de una generación que hicieron grande al PP y que van camino de asilarse. En las últimas semanas se han bajado en marcha, en pleno mandato, históricos como los regidores de Vilar de Santos o Nogueira de Ramuín, no todos al mismo tiempo ni por las mismas causas ni del mismo partido. Corren tiempos complejos para el ejercicio público y no todos quieren seguir. Casi todos los partidos están ante la tesitura de renovar la plantilla o pensar que las estrellas son eternas. Por acción o inducción los cambios se están produciendo. Aunque, bien mirado, hay posiciones diferentes. Hay entrenadores que echan de menos a Casillas, Xavi o Iniesta años después. Hay quien se vestirá de nuevo de corto y recuperará regate y remate. Hay partido, no sé si siglas. veiga.jpg_web (3)