Alrededor de 100.000 personas peregrinan cada año al santuario mariano, dirigido desde 1869 por los Padres Paúles, para honrar a la Virgen

Os Milagros, ascenso de fe a Monte Medo

El rosario de las antorchas es uno de los actos más representativos (Foto: XESÚS FARIÑAS)
Cada año, el valle del Monte Medo contempla como durante nueve días miles de fieles llevan a cabo su 'remonte' ritual, realizando una especial peregrinación estival para acudir hasta el sitio donde geografía y fe han urdido un mágico epicentro: el Santuario de Os Milagros. Zona de especial orografía, el valle ve como los ríos que lo bañan surcan cauce abajo, mientras los peregrinos hacen el recorrido inverso, movidos por su fe y creencias, para acudir a su cita anual.
Zona de actividad humana desde tiempos prehistóricos, vio acrecentado el fluir de gentes al coincidir, de cerca, con una de las principales arterias de comunicación romana: la Vía Nova que unía Braga con Astorga, entre las millas Geminas - XVI (en las inmediaciones de Sandiás) y Salientibus - XVIII (próxima a Xinzo da Costa).


CRISTIANIZACIÓN PRIMITIVA

El proceso que une por estrecho vínculo el establecimiento paulatino de núcleos de población dispersos, respetuosos de un emplazamiento propio de anacoretas, revela un devenir que el imaginario social asienta sobre la aparición de una Virgen, o en la construcción de un mito referido a luchas medievales. Para Eligio Rivas, autor de la obra 'Santuario de Nuestra Señora de los Milagros', la respuesta es menos mística o elaborada: se trata de un proceso de cristianización primitiva, en el que un lugar ya dotado de significación mágico-religiosa deviene en lugar de culto y peregrinación con el paso del tiempo.

Para llegar de una manera histórica al actual Santuario hay que comprender que la actividad ligada a su culto fue aumentando de tal modo que, con el nombre de 'Nuestra Señora de Monte Medo', se veía incapaz de acoger las visitas que cada año recibía, con el consiguiente movimiento de limosnas. Ello sirve como punto de partida a principios del siglo XVIII para comenzar a trabajar en el proyecto de construcción de un nuevo templo. La imagen venerada, policromía del siglo XVI, asistía al nacimiento de su nueva morada, labor que comenzó en 1731 (prolongándose hasta aproximadamente 1768, aunque los trabajos de ampliación y decoración continúan durante muchos años mas), época en la que, además, su nombre muta al actual 'Nuestra Señora de los Milagros', en virtud de curaciones atribuidas a la Virgen y recogidas en una fabulosa serie de exvotos (sucesos acaecidos en 1728, 1742 y 1750) que dan cuenta de la cimentación en el imaginario popular del nuevo cariz que tomaría la principal figura de adoración.

Desde 1869 el santuario se encuentra bajo la dirección administración de la comunidad religiosa de los Padres Paúles. Durante este tiempo, la actividad religiosa realizada ha fluctuado, tal como la propia demografía del entorno, viviendo tiempos de mayor fervor, como por ejemplo el centro de enseñanza que funcionó entre los años de 1969 y 1991. Sin embargo, una característica que jamás ha variado ha sido la afluencia en el peregrinar, que ha ido aumentando con el paso del tiempo, hasta la fascinante marea humana que en la actualidad podemos apreciar en los días grandes de la celebración: cerca de 100 mil personas cada año.


CITA ANUAL

En general, los meses de verano son días de gran afluencia al Santuario por la cantidad de 'retornados' que es posible encontrar en estas fechas. Días como el de la procesión solemne o el del la procesión de las antorchas constituyen una experiencia multitudinaria que revela el apego y fervor de un pueblo en la veneración de sus símbolos mas apreciados. Es, en muchos casos, una obligada cita anual que congrega a fieles que acuden a reafirmar sus creencias, e incluso a otros que movidos por una inercia tradicional y lúdica aprovechan la cita para como excusa para la reunión. También es posible observar a grupos que por un fervor más deportivo que religioso se emplean en la consecución, bien andando, corriendo o en bicicleta, en alcanzar el Santuario valiéndose de las múltiples rutas que la tradición ha ido asentando desde la base de la ciudad de Ourense, remontando las montañas y ganando el valle que se extiende generoso hasta el Medo y sus Milagros.

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