La cercanía de los cuatro mayores polígonos y parques empresariales de la provincia agrava la situación de sus cauces

El Miño y el Barbaña sufrieron hasta 42 vertidos en 10 años

Los vertidos no sólo dañan la flora y fauna de los ríos que atraviesan la ciudad, sino que atentan contra una urbe sostenible y saludable, pese a lo cual proliferan escandalosamente, especialmente en el Barbaña, el sufrido afluente del Miño.
Compuestos orgánicos que ensucian y provocan malos olores, detergentes que originan la ya conocida espuma blanca de las últimas semanas y, en fin, el amonio y el cinc, bien conocidos por el Seprona o la Confederación Hidrográfica del Miño-Sil por causar la muerta de más de 17.000 peces hace año y medio, se vierten al Barbaña -tiene la desgracia este río de ubicarse aguas abajo de cuatro polígosnos y parques empresariales y de dos concellos poblados, además de la ciudad- de forma indiscriminada, sin que la depuradora de San Cibrao pueda impedirlo.

Frente a la desidia de las empresas y los ciudadanos, las administraciones optan por la sanción, hasta el punto, por parte de la Confederación, de abrir 28 expedientes sancionadores en 10 años por vertidos al Miño y 14 en ese tiempo por los daños causados al río Barbaña.

El Miño, tras el vertido de fuel desde los talleres de Adif, descansa pese al lodo que le llegó del Sil (cuando se desecó el embalse de Santo Estevo) y de los vertidos autorizados que aún dañan sus riberas y sus aguas; pero al Barbaña no le dan tregua pese a los filtros de una depuradora que, aseguran en el Concello de San Cibrao, está perfectamente capacitada para sanear sus aguas.

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