La nueva ourensanía | La vida ‘conmadre’ de la que se quedó aquí por ser madre

Originaria de Monterrey, al norte del país azteca, Gretta Rodríguez Valdés vino hace 20 años a ICADE, en Madrid, donde estuvo un semestre estudiando. Allí conoció a un ourensano con el que tuvo una relación a distancia, hasta que, ya casados, se vinieron a Ourense seis años después. “Vengo de un clima desértico, a mí me costó adaptarme”, cuenta acerca de este lugar ella, que es todo menos tierra yerma. Dos hijos tuvo, amistades cultivó y hasta un negocio montó. “En la plaza mayor hace catorce años no había apenas movimiento”, comenta sobre Tamarindo, el café y restaurante que sacó adelante junto su actual exmarido. Les une una cordial relación, la conversación está teniendo lugar de mañana en el propio bar. Procedente de una familia con cuarenta y cinco miembros muy apegados, confiesa que en parte su proyecto de vida cambió con su separación, ella que también dice “nunca fui de novios, siempre fui súper fiestera”. Gretta se está redescubriendo a sus cuarenta y cuatro años. Se esfuerza por compaginar la imagen que esta ciudad parece imponerle con la persona que es en realidad. “Entrona”, se define, que en su idioma azteca significa echada para adelante. Alegre, “me hago mis propios chistes de mi situación”, y se la pasa boxeando “como buena mexicana” con esa otra cara que se supone debería tener, quizá desdichada, quizá afortunada, quizá todo a la vez, cuando por ella se la pasaría todo el día “como cucaracha fumigada”, que viene a ser patas arriba sin preocupación alguna tras una trompa de licor café, por ejemplo, al que antepone al tequila. Pero no sólo fandango es Gretta pues currículo tiene a espuertas. A saber, fue coordinadora de franquicias de Adolfo Domínguez, siguió trabajando en casa con los niños y actualmente representa a una empresa de Estonia de casas prefabricadas. “Alterno el trabajo online con un showroom que está en A Coruña”, aclara. “La gente aquí aún sigue tirando por la piedra y la construcción tradicional”, lamenta a la par que muestra su faceta comercial. “Mi labor es hacer entender que, a pesar de su precio, el ahorro viene a través de la calefacción y el aire acondicionado”, aclara sobre estas viviendas bálticas preparadas para climas extremos, que se montan en diez días. El viaje de ser madre Madre sobre todas las cosas inculca a sus hijos varones los valores de la casa. Con siete y nueve años ya cosen y hacen sus camas. “La maternidad que la lleven ellos dentro”, declara orgullosa. Enseñanzas que compagina con la charla diaria en inglés. “Estudié en un colegio bilingüe”, explica, y no hay más que oírla pronunciar “spiderman”, que ya se entiende que mejor se le da que el gallego. “¡Alá foi!”, entona no obstante, la que no dice que no ni a unos chilaquiles ni a un chorizo de cebolla. “No, para nada”, tajante cuando se le menciona la posibilidad de volver a México. “Mis hijos tienen que estar con su padre, que es lo más importante”, añade. Aplaude el hecho de que aquí en toda la ciudad se camine ya que en Monterrey se “la pasa en coche para todo”. “La verdad es que cuando estás en un país y no está tu familia… se me ha ido mucha vida sin estar con ellos”. La Gretta emocional parece que nunca puede salir porque querría que su vida fuese más privada. “No conozco a la mitad de la gente pero a mí sí me conoce todo el mundo”, mira en derredor e intenta ganar su propio espacio en una ciudad en la que hay mucho de dimes y diretes. Y su maquillaje azteca no logra disimular unos ojos de vidrio al preguntarle por un sueño que ella convierte en un trío de palabras: moto, verano y surf. “Tenemos que ir surfeando las olas de la vida”, concluye una mexicana sabia que prefiere hablar de ilusiones, sin elaborar grandes cuentos de la lechera. “Me he dado muchos porrazos y no me quiero sentir frustrada por algo que no he realizado”, se desconoce si el pragmatismo es Valdés o Rodríguez, pero ella, sombrero charro en cabeza, resuelve rapidito. “La palabra coger”, menciona Gretta, malentendidos lingüísticos que hoy son de dominio universal. Y de esos embrollos sale airosa ella, que se maneja perfectamente en reino de los dobles sentidos.