Obituario | Amelia González Fernández, Mela de Esgos: mi madre

Madre. Es una de las palabras más bonitas que conozco, una palabra que llena mundos aunque estén vacíos, que mueve barcos de vela aun sin viento, que acurruca cuando hace frío. Que cabalga montañas para que seamos felices, que saca flores de campos de espinas. Madre. Como tú, valiente hasta quedarte sin aliento, brava y luchadora cuando todo estaba caído y la noche era tan oscura que nos daba miedo, coqueta y guapa a rabiar. Trabajadora incansable detrás de aquella cocina del restaurante, convirtiendo cada plato que tocabas en un manjar de dioses. La mejor cocinera del mundo. La mano derecha e izquierda de papá. Su sustento. Madre. Capaz de superar en pie el vuelo de dos hijos a los que adorabas, Miguel y Mella, el de papá, de los abuelos, de tus hermanos. Todavía recuerdo cuando te vio Carlitos dos días después del accidente de Miguel, y te dijo; “abuela pero ayer eras joven y hoy eres vieja”. Ese dolor reflejado en tu rostro visto por un niño de cuatro añitos... Cuidadora de alguien toda la vida, menos de ti. La persona con más firmeza en sus decisiones que conocí, cariñosa y arisca a la vez. Mujer coraje desde que naciste, demostrándonos que a pesar de tu dura enfermedad, seguías teniendo esa garra innata. Madre. Mela de Esgos pero con el corazón dividido entre el Vigo de tus amores y esa pasión por el mar que continúa en mí, fan acérrima de tu Celtiña que como no podía ser de otra manera, lo heredó Mario y además ese cariño enorme a Xunqueira, que heredamos José Manuel y yo. Con el corazón dividido siempre entre la alegría y el dolor. Porque en casa fuimos de extremos, o momentos muy buenos o dramas que nos dejaron sin vida más de una vez. Madre. Siempre decías que había personas que nacían con estrellas y otras estrelladas, tú sabías que estabas entre las segundas pero aun así brillabas por encima de las demás. Qué poca suerte te dio la vida. Y qué magia hacías para sobreponerte. Con una sonrisa que acogía, que abrazaba. Y con una mirada que también atravesaba cuando algo no te gustaba. Mujer de carácter. De mucho carácter incluso todos estos años que estuviste malita. Madre. Llegó el día de dejarte ir... dejarte ir porque no me perteneces, no nos perteneces, porque todos al final somos seres alados, somos del viento. Dejarte ir porque es tu viaje, ese viaje tan necesario ya para que dejes de sufrir. Mami, pero dejarte ir con lo que yo te quiero... duele tanto. Vuela alto, mi amor. Vuela alto.