Obituario | Gerardo Domarco, el físico que jugaba con el frío

El pasado sábado 16 de febrero falleció en Ourense Gerardo Domarco (1938-2024), que ejerció la docencia en la Licenciatura de Física de Ourense entre los años 1996 y 2008. Pero decir esto de Gerardo es muy poco: su vida fue intensa y llena de vivencias y acontecimientos extraordinarios. Gerardo era un ourensano de pura cepa: su padre era de Allariz, y zapatero para más señas, y su madre de Parada de Amoeiro, maestra nacional. Como tantos otros muchachos de su generación estudió el bachillerato en el Seminario Menor, y al finalizar emigró a Alemania, en busca de un futuro. En Munich consiguió trabajo, y como siempre había tenido afición a las ciencias, encontró la manera de compatibilizarlo con la iniciación de la carrera de Física en la Universidad. Allí conoció al Premio Nobel de Física Walther Gerlach quien, a pesar de su enorme prestigio, impartía clases de Física Experimental a los alumnos de primero. Gerardo quedó definitivamente enamorado de la Física, que se convirtió en la pasión de toda su vida. Ya casado, se trasladó a Paris en busca de nuevas oportunidades. Me contaba que se presentó en una fábrica de autobuses a pedir trabajo; le preguntaron si sabía electricidad del automóvil y contestó que si. Entonces, le pusieron delante de un autobús en construcción y diciéndole que si era capaz de instalar toda la circuitería y que funcionase, el trabajo era suyo. Aunque Gerardo nunca había hecho tal cosa, se las apañó con sus conocimientos básicos, y ayudado por su inventiva, salió airoso del trance. En aquella época, en Francia el gobierno de De Gaulle había impulsado un programa que permitía hacer estudios superiores a un trabajador de una empresa, manteniéndole en la plantilla con su sueldo hasta la finalización de la carrera. Gerardo aprovechó la oportunidad, y en la Université Paris VII retomó los estudios universitarios y se graduó como Físico y como Ingeniero de Materiales y de Máquinas y Motores Térmicos. Durante su época de estudiante tuvo ocasión de vivir el Mayo del 68, y más de una vez se vio inmerso en los disturbios callejeros de aquellos turbulentos días. Posteriormente, consiguió trabajo en un laboratorio de ensayos de combustibles para motores, y más adelante colaboró en un programa de investigación de superconductores. Pero llegó un momento que Gerardo se planteó volver a España con su familia, y recaló en Madrid, donde montó una empresa de frío industrial. El terruño siguió tirando, y finalmente regresó a Ourense, donde encontró trabajo como ingeniero en la fábrica de motores de Citrôen del Polígono de san Ciprián. Un encuentro con el profesor Félix Vidal de la Facultad de Física de Santiago, que estaba montando su Laboratorio de Física de Bajas Temperaturas, le dio la ocasión de retomar su pasión. Robándole horas a las vacaciones, a los fines de semana y al sueño, colaboró en la puesta en marcha del laboratorio y realizó su tesis doctoral sobre superconductores de alta temperatura crítica (en realidad, no tan alta: 180 grados centígrados bajo cero), una línea de investigación recientemente aparecida. Fue entonces cuando, a través de Félix Vidal, conocí a Gerardo. Como en aquella época comenzó la licenciatura de Física en Ourense, le ofrecí un contrato de profesor asociado, a lo que accedió encantado. Con su dedicación a tiempo parcial, contribuyó a organizar los laboratorios de prácticas de mi departamento, y se implicó con enorme entusiasmo en las tareas docentes. La ilusión de Gerardo era dedicarse a tiempo completo a la Universidad, y afortunadamente conseguí para él la dotación de una plaza de Profesor Invitado; no dudó en dejar su trabajo en la fábrica para dedicarse enteramente a su vocación. Completamente integrado en mi grupo de Investigación, Gerardo utilizó todo su potencial, desarrollando una línea de investigación en superconductores de altas temperaturas que permitió la realización de varias tesinas y tesis doctorales, la publicación de numerosos trabajos en revistas internacionales y el registro una docena de patentes. Después de su jubilación a los 70 años, Gerardo siguió trabajando como colaborador externo en nuestro laboratorio del CITI en el Parque Tecnológico. Fruto de esta colaboración, en 2021 se presentó la última tesis sobre superconductividad, codirigida por él y por mí, en la que se puso a punto un método original para la medida directa de intensidades de corrientes superconductoras en anillos, junto con aplicaciones al almacenamiento de energía electromagnética en sistemas de discos y placas. Un gran ejemplo Hace pocas semanas, Gerardo seguía pensando en nuevos proyectos, aunque desgraciadamente las fuerzas no le acompañaron y nos dejó. He tenido el privilegio de disfrutar durante más de treinta años de su colaboración, de su magisterio y de su amistad. En mi más de medio siglo de carrera académica, puedo decir que ha sido uno de los mayores ejemplos que he conocido de vocación científica, entrega y creatividad. Recuerdo sus frecuentes viajes a Santiago en una vieja furgoneta Citroên para traer nitrógeno líquido, imprescindible para las investigaciones. O en su faceta de divulgador, exhibiendo ante escolares el modelo salido de sus manos de un trenecito que circulaba levitando milagrosamente. Después de explicar el fundamento físico de aquel fenómeno a los asombrados espectadores, les decía que en el futuro alguno de ellos podría ser el que descubriese la superconductividad a temperatura ambiente, algo que sin duda traería muchos adelantos a la humanidad. Descanse en paz Gerardo; seguro que donde esté, seguirá deseando una buena provisión de nitrógeno líquido. Su familia, amigos, colaboradores y discípulos lo recordaremos como siempre fue: entusiasta, visionario, imaginativo y por encima de todo, buena persona.