Obituario | Gonzalo Alejos Mouriño era un compañero excelente

Esquelas.
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Gonzalo dejaba hacer, nos impulsaba a que desarrollásemos todas aquellas aptitudes que podíamos ofrecer en el trabajo

La mayor vida no es la más larga, sino la más rica en buenas acciones” (Marie Curie).


Triste despertar el mío en este domingo soleado en que tuve conocimiento del fallecimiento de Gonzalo Alejos Mouriño. Si bien sabía de su quebrantada salud, la noticia del óbito me ha sobrecogido y me ha sumergido en una lluvia de buenos recuerdos. Los más gratos momentos de aquella corta experiencia en mi paso por la desaparecida Caixa Ourense.

Reconozco, y reconoceré, el trato gentil del que fui objeto por todos aquellos con quienes compartí tareas, en buenos y malos momentos vividos en aquella entidad financiera. Y obligado me siento a ello, por cuanto me sentía extraño en un trabajo que no deseaba. Mas la necesidad imperante, tras mi reciente matrimonio, no dejaba opción al deseo. Buscaba echar raíces en este país, para olvidar aquel penoso extrañamiento en México.

No es corta la lista de quienes me hicieron llevadero el desempeño de las tareas encomendadas. Pero de ella, quiero y debo destacar la figura de Gonzalo. El último con quien compartí trabajo, juntamente con Sergio Iglesias. Gonzalo dejaba hacer, nos impulsaba a que desarrollásemos todas aquellas aptitudes que podíamos ofrecer en el trabajo. No buscaba el protagonismo personal en la jerarquía ostentada. Su trato exquisito al compañero en aras de un mayor rendimiento en la entidad, era antagónico a la cúpula directiva, la que llevaba derroteros de la propia extinción de la empresa.

Gracias a Gonzalo tuve el privilegio de conocer a sus primos Carlos y Javier Casares. Carlos, de quien profeso admiración de su obra literaria; Javier, connotado pediatra, de quien conservo un libro que me trajera de su breve experiencia profesional en Cuba. En aquel encuentro, programado por Gonzalo, los hermanos Casares junto con su padre, habían perdido a su madre y esposa respectivamente. Fue un entrañable encuentro.

Hablando de encuentros, recuerdo cierta frase dicha por Gonzalo a un jefecillo, ávido de medrar, sin importarle causar el mayor daño posible a un compañero: “A diferencia tuya, el día en que dejemos de estar en esta entidad, nadie me negará el saludo y me seguirán recordando como a un compañero”.

Y así fue, a Gonzalo siempre le recordaré y le agradeceré su trato dado. Era un compañero excelente, y siempre lo será con aquellas almas que compartirán nueva vida en el país de la merecida gloria. ¡Que la tierra te sea leve, amigo Gonzalo!n

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