El insulto centró la conferencia del filólogo, que explicó que es 'la palabra que con mayor sinceridad decimos'

Pancracio Celdrán: “Rosa Díez ha ofendido innecesariamente a Galicia'

'Si veis a un imbécil, gritadle imbécil', decía Miguel de Unamuno a sus alumnos, quizás con la esperanza de que el imbécil en cuestión se pudiera redimir. Sobre esa posibilidad de reflexionar sobre los insultos que recibimos y también sobre los que proferimos habló ayer el filólogo Pancracio Celdrán en el Foro La Región. Porque, según explicó, un buen insulto es el que 'es cortado a la medida de la persona a la que se insulta'. No en vano, el insulto 'es la palabra que con mayor vehemencia y sinceridad decimos. Quien insulta no miente, puede equivocarse pero nunca miente', afirmó Celdrán.
El filólogo también quiso recalcar la cualidad catártica del insulto. 'Al que me está jodiendo todo el rato, debo decirle en un momento dado que es un coñazo', aseveró. Aun así, matizó que no se debe confundir el insulto y el taco, dado que éste último es un 'exabrupto lanzado desde el descontento del hombre hacia su propia suerte mientras que el insulto es el descontento con los demás'. Celdrán, que recogió en su libro 'El gran libro de los insultos' más de 10.000 términos descalificativos, explicó que tanto éstos como los elogios 'son las palabras del diccionario que más cerca de nosotros están, dicen lo que nosotros pensamos de la vida y del mundo', si bien alertó al numeroso público del peligro de los elogios. 'Es mejor que nos insulten porque nos están diciendo lo que realmente piensan de nosotros, cuando nos elogian, no. Un elogiador puede ser un enemigo solapado que quiere que le hagamos un favor y después hacernos la puñeta'.

Aunque escapa de lo políticamente correcto del lenguaje, Celdrán introdujo en su charla la reciente polémica generada por las declaraciones de la diputada Rosa Díez en las que empleaba 'gallego en el sentido peyorativo de la palabra' como insulto. El propio Celdrán introduce este término en su libro sobre los insultos aunque explicó que posiblemente la procedencia del uso de gallego como insulto se deba a 'una confusión con el gitanismo galleguí, que significaba ladrón, embustero... Puede ser que con el tiempo hubiese esa confusión, como ocurrió con murciano, que se emplea como sinónimo de ladrón pero no por el gentilicio sino por la palabra murciar, que significa robar'. Esa explicación, sin embargo, 'no quita hierro a la circunstancia', afirmó Celdrán, dado que 'además de cometer una barbaridad linguística ha ofendido innecesariamente a un viejo reino como el de Galicia'.

El filólogo también destacó el valor que las pequeñas cosas tienen para el se humano, ya que 'casi podríamos conversar con un neandertal porque queremos lo mismo que quería él'.

“¿Por qué lo malo es un coñazo y lo bueno, cojonudo?
¿Qué es peor, ser tonto del culo o ser tonto de los cojones? ¿Por qué lo malo es un coñazo y lo bueno es cojonudo?¿Cuál es el autor del que más insultos ha recogido? Estas son algunas de las preguntas a las que ayer dio respuesta Pancracio Celdrán. Algunas, con respuestas tan curiosas como que detrás de la palabra coñazo no subyace machismo porque 'no viene de donde parece. Procede del término latino connaceus, que significaba insistente, pesado'. Otras, como que Quevedo recogió más de '32 formas de ser un cabrón', o que él mismo registró más de 200 maneras de ser tonto. 'En los insultos creativos, como tonto del culo, la fuerza reside en lo chocante, una expresión así sólo existe en castellano', afirmó Celdrán, quien, en cambio, explicó que se desconoce el origen de la palabra gilipollas. 'Sabemos que hay muchos gilipollas, que son una plaga, como los imbéciles o los tontos, pero no de dónde viene la palabra', dijo. Para él, recibir un insulto debe ser 'un acto de reflexión personal' para comprobar si lo merecemos. Eso sí, 'no hay que mirar el insulto como algo que imprime carácter. Hay la posibilidad de cambiar'.

Te puede interesar