Crónica

Las personas con autismo piden una integración real

Lucía Maceiras y Jesús Manuel Rivas.
photo_camera Lucía Maceiras y Jesús Manuel Rivas.
En su Día mundial, reivindican un mercado laboral más accesible

El Día mundial de concienciación sobre el autismo se conmemora cada 2 de abril para poner de relieve la necesidad de contribuir a la mejora de la calidad de vida de las personas con TEA (Trastorno del Espectro Autista), para que puedan llevar una vida plena e integrarse en sociedad. Este año, el lema es "Puedo aprender. Puedo trabajar", por un empleo y una educación más accesibles.

Las asociaciones de la ciudad han promovido diferentes iniciativas. Desde Por Eles TEA Ourense se está llevando a cabo una campaña solidaria con la colaboración de más de sesenta establecimientos, Grupo Coren y el Centro Comercial Aberto Ourense Centro, visibilizando y financiando su labor mediante la oferta de galletas solidarias. Además, desde la asociación Trascos recalcan que "las personas con TEA se caracterizan por una forma diferente de percibir, comprender y relacionarse con el mundo que les rodea. Por eso, es importante favorecer su inclusión social. Es responsabilidad de todos mejorar su calidad de vida". 

Lucía Maceiras, coordinadora de la asociación Autismo Ourense, constituida en 1999, explica como este año, ante la imposibilidad de organizar actividades, decidieron decorar su sede, llenándola de globos para visibilizar esta fecha conmemorativa. Recibieron incluso llamadas de pacientes del CHUO para reconocerles la alegría que transmite ahora su fachada. Su objetivo, luchar contra el estigma, porque "aún hay gente que se cambia de acera cuando nos ve pasear con los chicos", lamenta Maceiras. Han creado colgantes con piezas de puzzle que representan lo diferentes que son todas las personas entre sí, no solo quienes tienen TEA y el resto de la sociedad, y el deseo y derecho de encajar todos sin abusar de etiquetas. 

Y, entre otras reivindicaciones, desde la asociación reclaman una mayor abundancia de pictogramas, ya sea en restaurantes, centros de salud o pasos de cebra, por su utilidad para que las personas con TEA de grado 3 sean más autónomas. 

A veces, los diagnósticos tardan: "Nos ha llegado gente con 40 años que sospechaban tener TEA. Hasta ese momento, se les decía que eran 'raritos', y pasaron desaparecidos por el sistema sanitario y educativo, invisibles al mundo". Además, añade Maceiras, "hay personas que, al presentar Asperger su hijo, empiezan a pensar que quizás lo tengan ellos". 

El covid redujo las actividades que podían hacer. Dejaron de acudir a las piscinas o al supermercado. Y la vuelta del confinamiento -en el que se intentó por todos los medios mantener el contacto con chicos que, en algunos casos, no sabían usar el ordenador- ya había sido dura. "Después de tanto tiempo sin vernos, que llegue un chico a abrazarte y tener que negárselo con un pictograma te duele como profesional". Por último, critica que Ourense sea la única provincia gallega sin un centro concertado para adultos con TEA, quedando desamparadas muchas personas en cuanto cumplen la veintena: "Queremos que tengan su propia vida y sean autónomos", concluye.

Jesús Manuel Rivas, joven con TEA, intenta aprobar el carnet de conducir y sacarse la oposición de celador. Aunque esta prueba pueda ser "un poco complicada", reconoce, considera que puede llevar a cabo de la mejor manera las tareas que conlleva este trabajo: "Desplazar a los pacientes de un lugar a otro y asearlos, ayudar a los doctores o enfermeros...", enumera el joven, de 19 años. Aunque ahora, explica, su prioridad es el carnet. Y el 2 de abril, resume, "es importante para recordar a las personas que sufren este problema y ayudarlas, y que más gente se anime en su tiempo libre a acercarse un poco a nosotros y colaborar por la inclusión". 

Un estudio llevado a cabo por investigadores de diferentes universidades, entre ellas la Universitat Oberta de Catalunya, ha analizado la situación de los menores con TEA durante el periodo de confinamiento más estricto, determinando que la mayoría de las familias que participaron en el estudio observaron un curioso cambio en el estado emocional del menor con TEA: tras un periodo inicial difícil, estaban más felices y tranquilos, debido al aumento de tiempo que estos menores pasaban con sus familias. No obstante, el confinamiento dejó patente la falta de comprensión social, cuando familias fueron increpadas "por no respetar el confinamiento". 

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