LA NUEVA OURENSANÍA

Poca cháchara, más trabajar, una apuesta por la belleza

Discreto, trabajador, de ademanes precisos y a priori más bien tímido Luis Augusto Coba Planez habla de faena desde su peluquería en la Plaza Mayor

En su negocio no hay revistas del corazón, pero sí un pequeño Buda y una alexa incorpórea a la que llama cada cierto tiempo para pedir que cambie la canción. Una tableta, un datáfono y algunos muebles en estilo mínimal, apoyan su trabajo desde el rincón que ocupa su peluquería, Lyo Estilistas, en la Plaza Mayor. Luis Augusto Coba Planez (Puerto La Cruz, 1981) está solo en la ciudad. Su “familia, familia, sangre, sangre”, madre y hermanos, siguen en la zona oriental de Venezuela, de donde es originario. No tiene hijos ni mascotas, y “muchos conocidos, pocas amistades”, confiesa. Viste de negro, es esbelto y mientras habla se oye el tintinear de sus pulseras plateadas.

Show pasado

Luis Augusto no desprende misterio, y todo lo que comparte destila devoción por su profesión y ansias de mejorar. “Crear un imperio”, dice cuando se le pregunta por un sueño, “llegar a las grandes pasarelas de Europa”, evoca Coba Planez un pasado del otro lado del charco. “Trabajaba con grandes estilistas y éramos un grupo que hacíamos misses, farándula, televisión… de todo”, recuerda. Venirse fue “un golpe de suerte” y casi una premonición ya que, según él, ahora Venezuela está en una situación más difícil. “Uno extraña su país”, afirma como respuesta a una pregunta idéntica, lacónico frente la nostalgia.

Función presente

“Me siento muy acogido… como uno más”, habla en relación a su ourensanía que arranca en prepandemia. “Así como una persona te pone una zancadilla para que caigas, tienes tres para que te saquen adelante”, reitera la idea de que, sin socializarse en demasía, tiene las relaciones necesarias en la ciudad. Adora el clima “me encanta el frío”, detesta “las cuestas”. Alaba los brevajes “el licor café me encanta”, lamenta las carencias ”si hubiese más centros comerciales sería genial”.

La razón por la que acaba en esta parte del mundo responde a un estudio de mercado que él mismo acomete gracias a las redes sociales. “Ourense me cautivó por la cantidad de personas que necesitaban profesionales latinos”, explica así el vacío profesional que a su parecer aquejaba la ciudad, dado el elevado número de venezolanos residentes, ya fuesen o no descendientes de gallegos que algún día desembarcaron allá. Antes de esto fue Madrid, también en lo mismo durante seis años, pero por cuenta ajena, y echando la vista diez años atrás, su país bolivariano, en el que comenzó como manicurista y cosmiatra, para acabar con una formación integral en imagen y moda. “Cuerpo, piel, cabello y uñas”, aclara sobre su trayectoria laboral.

Augusto habla como un emperador de la belleza, en primera persona del plural. “Considero que Lyo es familia”, aclara, e incluye a cada uno de sus clientes como parte del negocio. La empresa es él pero esa forma de narrar convierte el proyecto en algo vivo y genera la expectativa de medrar. 

Se siente agradecido con lo que tiene y de lo que vive, insinúa el portuense con su discurso. “Feliz soy, pero podría ser súper feliz”. No se le conocen aficiones, lo suyo es “trabajar y aprender, buscando lo que es vanguardia”, y por el momento vacaciones urbanas de proximidad. Portugal, A Coruña o “donde me de la vena”, comenta sin gran elocuencia.

“¡Me vas a raspar!”, exclama Luis Coba ante preguntas más concretas sobre curiosidades locales. Se cuentan quince segundos hasta que consigue pronunciar una palabra en gallego, pero al fin dice “bico”. Y esa “perfección” que le caracteriza, según el propio Luis Augusto, empieza a cobrar sentido.

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