Portugal, un país que sí cree en el tren

Regional eléctrico en la estación portuguesa de Caminha.
photo_camera Regional eléctrico en la estación portuguesa de Caminha. (F.J.GIL)

 

Portugal sí cuenta con el tren como medio de transporte para el rural. Localidades de población semejante a Ribadavia, O Carballiño, o Baños de Molgas, disponen de más de veinte trenes diarios, frente a dos o ninguno en las villas ourensanas.

El tren es un medio de transporte prácticamente anecdótico para moverse en recorridos de media y corta distancia en la Galicia interior o en la línea del Miño. No existen servicios que comuniquen las ciudades con sus villas más cercanas y los que hay están tan mal combinados que es como si no existieran.

Si viajamos a Portugal, entramos en el país donde el tren es la gran apuesta de futuro. Caminha, en la desembocadura del Miño, tiene 2.500 habitantes en su villa capital y 16.000 en todo su municipio. Con este perfil demográfico, en Galicia su estación estaría muerta, como la de O Carballiño o Ribadavia.

Sin embargo, en ella paran cada día once trenes por sentido, que recorren la Linha do Minho. Los mismos que tiene la todavía más pequeña localidad de Vila Nova de Cerveira.  Todos esos trenes conectan esas villas con Viana do Castelo, su capital de distrito, el equivalente a la capital de provincia en nuestro país. La mayoría, además, permiten acercarse a Oporto y más de la mitad cuentan con un enlace a Lisboa.

Portugal ha decidido apostar por el tren como modo de transporte sostenible. El gobierno de Antonio Costa puso fin a una larga agonía del ferrocarril en el país vecino que supuso el cierre de prácticamente todas las líneas de vía métrica y el abandono de muchos servicios por falta de inversión en material rodante, que dejó en precario el servicio, mientras se pintaban sobre el papel proyectos de líneas de alta velocidad que finalmente fueron abandonadas.

La carretera parecía que le había ganado el pulso al tren hasta que Pedro Nuno,  ministro de Infraestructuras de Antonio Costa, puso sobre la mesa el Plan Ferrovía 2020 con el que han colocado el tren en el foco principal de su política de transportes: mejorar la red ferroviaria y también los trenes. La alta velocidad es un objetivo a más largo plazo que pasa por reducir de las casi tres horas de viaje entre Porto y Lisboa a menos de hora y media. Pero entre los inmediatos está la expansión de la electrificación en sus 2.558 kilómetros, pasando de los 1.646 que había en el momento de trazar el plan a 2.130.

Restauración

Con un parque móvil obsoleto resultaba difícil cumplir el objetivo de dar servicio con frecuencias que lo hiciesen atractivo a todas las poblaciones que disponen de línea ferroviaria. Y mientras no llegan los trenes que fueron adjudicados en diferentes concursos públicos, recurrió a la restauración de material que estaba ya en desuso, recuperando al mismo tiempo la capacidad de los talleres ferroviarios para acometer este tipo de actuaciones. 

En paralelo, ha comprado a precio de chatarra 51 coches de viajeros a Renfe, entre ellos los que hasta febrero de 2020 realizaban el servicio diurno entre Galicia y el País Vasco y que utilizarán para dotar sus trenes “intercidades”, como los que a diario comunican las ciudades, con coches de viajeros de primera y segunda clase y wifi gratuito. La sostenibilidad es el principal argumento en el uso del tren en Portugal. 

Representa tan solo el 1% de la huella de carbono en el transporte y facilita la comunicación entre ciudades y pueblos con servicios regionales y de cercanías. En Portugal sería impensable que Baños de Molgas y Barbantes Estación, a menos de 15 minutos de Ourense, no tuviesen al menos cinco o seis trenes diarios por sentido y Carballiño y Ribadavia, el doble.

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