Qué gran invento esto del rural

Este es el Hotel de los caladiños Entre las muchas peroratas escuchadas sobre las capacidades de desarrollo de la provincia, caló como lluvia fina el turismo y el termalismo. Del segundo, les damos por desengañados, sobre todo en la ciudad, dada la ineptitud imperante al timón. De la primera hipótesis, bienintencionados consultores y afanosos cargos públicos deseosos de justificarse predicaron por aquí que el turismo era un gran invento, calándose todos la boina como Paco Martínez Soria en la película del mismo título. Se hicieron algunos despliegues y despendoles, como entregar la gestión de monumentos públicos a empresas privadas no muy certeras en la explotación del recurso. Contó el periódico esta semana que el rumbo del Hotel Monumento de San Clodio, en manos privadas tras una concesión de la Xunta, dista de ser el idóneo. En su momento iba a ayudar a levantar la paletilla a la comarca, pero no espabila. Varias personas dijeron en alto lo que parecía un secreto a voces en la comarca, a juzgar por dichas opiniones. La Xunta usa circunloquios para sacarse la culpa de encima y en la comarca, salvo excepciones, se habla tras los visillos. Algunos partidos de la oposición, acostumbrados a poner la lupa en las corredoiras, elevan la vista y reparan en que una dotación clave para el desarrollo parece llevar el motor gripado. Es entonces cuando afilan el lápiz y envían comunicados. Después de haber leído La Región. Cabeza de cerdo El rural y su eventual reanimación es otro de los axiomas imperantes, pero el tiempo demuestra que esa verdad ya no es absoluta. Sigue siendo un refugio de grandes cantidades de dinero público, pero para apagar incendios. Miren por la ventanilla del coche cuando viajan y reparen en el terreno cultivado y en el abandonado, y hagan números. De cifras va la cosa porque la hucha pública drenó en solo unos días siete millones de euros para apagar nueve incendios forestales. Queda fuera del recuento el daño que cuesta la restauración del manto vegetal afectado. Del fuego, como se ha dicho hasta la saciedad, hemos hecho una marca veraniega. La gente espera por el sonido de los hidroaviones con la misma naturalidad que oye el graznido del cuervo, por desgracia más habitual que el canto del jilguero. Han seguido los fuegos durante la semana, como aprovechándose de esta sequía eterna. Y, de vez en cuando, una nota advierte que las autoridades han echado al guante a “tres amigos” dentro de una operación que investiga fuegos que calcinaron más de 1.500 hectáreas. Mientras el timorato discurso político ahonda cada verano en las erráticas políticas forestales (que también las hay), la terca realidad incide de nuevo en que la mayoría de los fuegos son intencionados. La operación que investiga todo esto y que propició la detención se llama “Pig Head”, cabeza de cerdo traducido. Vale también en plural. Menos de diez Hablemos del rural pues, que tanto motiva, sobre todo tras el covid, que iba a revertir el movimiento de la población a la ciudad. Tampoco la inflación empujará al autoconsumo para evitar la sangría de la cesta de la compra porque a problemas tan complejos no hay soluciones tan simples. Perviven, eso sí, viejos achaques que no mejoran con la edad. En la semana en la que los chavales han vuelto al cole, la bofetada demográfica nos esperaba un curso más. En estas páginas, un titular con el filo limpio y cortante: uno de cada tres concellos tiene menos de diez matriculados en Educación Infantil. Ese es otro de los incendios que nos arrasa cada verano, al comienzo del curso, amenazándonos con el desierto. Los novenarios El rural va quedando para romerías y novenas a las que se acude por devoción, obligación o a purgar los pecados cotidianos. Os Milagros, este año de nuevo, ha sido el fin del camino de los romeros y los ofrecidos. La tradición y las creencias también dan vida al rural y la fe, como mueve montañas, queda exhausta y necesita pulpo y churrasco, y mercadillos para ampliar el ajuar casero. Y cuando todo acaba, el oasis de los novenarios y las romerías dan paso al crudo otoño en el rural, víspera de su ya nombrado invierno demográfico. Aspirando a ser una auténtica aldea O Couto. Decenas de campos de fútbol del rural lucen esplendorosos después de importantes inversiones públicas para dotarles de hierba artificial y otras instalaciones. Muchas aldeas, carentes de sucursal bancaria, consultorio médico, supermercado, oficina de farmacia y otros muchos servicios, incluso juventud nativa que nutra la plantilla del equipo de fútbol del pueblo, poseen terreno de juego y gradas para el espectáculo dominical. Otras aldeas un poco más grandes, caso de la ciudad de Ourense, ni eso tienen. El estadio de O Couto enseña su peor cara, que no es otra que la de una ciudad amorfa regida por instituciones negadas. Hay que querer a los equipos que les representan para exigir respeto también a sus instalaciones. Por lo que se ve no es el caso de la ciudad. Será cosa de seguir esperando que con gobiernos como los actuales, Ourense siga su declive hasta que se convierta en una auténtica aldea. Así podrá tener un buen campo de fútbol. El portafotos Miquel Iceta, signado por Pedro Sánchez con los óleos sagrados del Ministerio de Cultura, estuvo esta semana en Ourense. Llegó, como marca el desahogo sanchista, desprovisto de corbata y “maravillado” por las excelencias del AVE. Participó en una especie de inauguración del Archivo Histórico de San Francisco, en unos actos desprovistos de fastos y con la asistencia de los segundos espadas en la comitiva. El archivo forma parte del conjunto que se ha rehabilitado y construido en el entorno del viejo acuartelamiento militar. Con la biblioteca, el auditorio, el claustro, el museo (provisional) y el propio archivo forma parte de un paquete de equipamientos culturales que, estoy seguro, gran parte de la ciudad desconoce. La desgana con la que hace todo este Concello también queda en evidencia al ser incapaz hasta de señalizarlos desde puntos estratégicos de la ciudad. Pedirle a estos ineptos un plan para que el barrio de San Francisco mejore aprovechando la concentración de todos estos contenedores culturales sería un exceso dado su nivel. Pero, lo dicho, Iceta “inauguró” una dotación dos años después de su finalización y más de veinte años después de que se prometiese. Así se hace todo aquí, ministro.