No todos han sido robos, que también, 56 imágenes desaparecidas en los últimos cuarenta años; cuatro incendios, el último el que finiquitó la capilla de Os Remedios; lo más alarmante es la desatención y el abandono

Robos, incendios y desatención, así naufraga el patrimonio religioso

El Caballero Orante de Beade S-XVII en la Sala de San Francisco. (Foto: JOSÉ PAZ)
Al Caballero Orante de Francisco de Moure (Santiago, 1595-Monforte, 1636), escultor excelso de gubia firme y precisa, nadie lo echó de menos de la iglesia de Santa María Beade, a lo largo de tres décadas, entre 1947 y 1977.
La imagen se hubiera perdido para siempre, primero si Chamoso Lamas no tuviera el empeño de escribir un libro, 'Escultura funeraria en Galicia', de 1979, en el que dejaba constancia del mismo y asignándole para sí un lugar fuera del culto, sobre unas cajoneras de la sacristía; y segundo, si el anticuario madrileño Lorenzo Martínez no ofertara en pública subasta una obra atribuída a Moure de indudable procedencia. No hubo denuncia, entre las otras esculturas funerarias dedicadas a los caballeros de la Orden de Malta nadie la echó en falta porque no figuraba a la vista. Con seguridad, tal como señala Xulio Rodríguez, director del Museo Arqueolóxico Provincial, es que la imagen del Orante -como en muchos casos- fuera vendida por el párroco, y pasó de mano en mano hasta llegar a las del anticuario. La escultura, que hoy forma parte de los fondos del Museo Arqueolóxico, y que está expuesta en la Sala de Escultura de San Francisco, fue comprada en 1996 por la Xunta de Galicia.

Lo dramático de situaciones así es que como apunta Gabriel García Márquez que la vida de uno no es lo que sucedió, sino lo que uno recuerda y cómo lo recuerda. Durante décadas a lo largo del siglo XX el patrimonio religioso ourensano ha sido desvalijado sin pudor, sin testigos, incluso por amantes del patrimonio que después del hurto lo custodiaban en sus casas; pienso en casos conocidos como en el San Diego de Alcalá, de Juan de Anges, originario de la iglesia de San Francisco, y donado en 1957 por un particular, José González Paz, al Museo Arqueolóxico. 'En calidad de qué un carpintero puede justificar una pieza de esta autoría', se lamenta Miguel Ángel González. También es el caso de las fantásticas 'colecciones particulares' de petos de ánimas que ha ido dejando vacios los habitáculos originales, tan sólo hay dos denuncias y casualmente en una zona próxima, en la iglesia de Barón y en la de Cabanelas en O carballiño, año 1996. Muchas piezas insignes se han ido perdiendo en ventas directas, o en 'cesiones' por no valorar adecuadamente un patrimonio tan extenso. Eran otros tiempos y no existía un inventario como tal, visual, de gran importancia como el que se puso en marcha en 1983, obra entre otros de José Carlos Fernández Otero, y que recoge la imaginería religiosa y la orfebrería de la litúrgica a lo largo y ancho de la provincia, y que, al margen de aportar luz, ha dificultado posibles deslices.


PATRIMONIO EN PELIGRO

Para Miguel Ángel González, responsable del patrimonio de la diócesis, los robos, aún siendo muy preocupantes, no son el problema principal, si no el más preocupante es el deterioro del mismo y el mál estado en el que se encuentran muchos de los templos donde se encuentran los retablos, sin faltarle razón, es imposible obviar que a lo largo de las últimas cuatro décadas son muy numerosas las sustracciones, robos impunes, o incendios provocados que han usurpado el valioso patrimonio de todos.

Gran parte de los bienes artístico-religiosos están en un claro peligro, la imposibilidad de conservarlo adecuadamente, incluso de mantenerlo en pie conlleva que muchos de estos retablos resten inservibles, sin posibilidad de restauración. Las humedades, la acción de xilófagos conlleva una merma inevitable. Los retablos, las imágenes se van autodestruyendo como el Santiago de José Ferreiro, en Chaguazoso; o el Santiago a caballo que echaron en falta en San Munio de Veiga (A Bola), que nadie había robado y que se encontró fragmentado en un trastero infame. Quizás, como señala, Miguel Ángel González, una solución pasaría por la venta de parte del patrimonio para con él salvar lo más sustancioso. La ley lo impide.

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