Intenso, perfeccionista, inconformista, autodidacta, inquieto, sin miedo y raro, así se define Juan Manuel Rodríguez, más conocido como Romar. Este pintor ourensano comenzó su carrera artística en los teatros, a los que acompañaba a su padre en las labores de escenógrafo
Habla de él con gran admiración y nostalgia mientras cuenta que era su ejemplo a seguir, un hombre bueno que luchaba por el débil y su maestro con el ejemplo. Su muerte significó un antes y un después para Romar y su padre se convirtió en una inspiración siempre presente en su obra en múltiples formas. Sobrepasado por la pérdida dejó los teatros y se entregó en cuerpo y alma a la pintura, de la que ha hecho el sentido de su vida.
Hoy inaugura a las 20,00 horas en el "Espazo Xove" de la Casa da Xuventude "Romar", exposición compuesta por 32 cuadros de los que se podrá disfrutar hasta el 30 de septiembre.
¿Podrí definir su pintura, su estilo y técnica?
Soy autodidacta, investigo a través de mi propia pintura. A base de cometer fallos, corregirlos, probar, investigar... me he ido depurando en técnica con mucho esfuerzo y plena dedicación. Si me tuviese que definir lo haría como pintor de la materia. Hace unos meses, en la National Gallery de Londres reparé en un cuadro de Rembrandt, y pensé "quiero esa textura", sabía que él no la consiguió con espátula, pero yo sí lo haría, y así fue.
Desde entonces mi pintura cambió por completo.
¿Podría desarrollar más el concepto de “pintura de la materia"?
Claro. Es la pintura de la masa, con peso, grosor, muy personal la verdad. Empiezo con empastes. Me parecen un engaño las trasparencias. Quiero materia, fuerza, intensidad. Mi pincelada es agresiva, va en mi temperamento y forma de trabajar. Me inspiran los sentimientos y me transforman, de hecho tuve que hacerme con un caballete más robusto que el que tenía para que soportase mis embestidas. Especialmente en este momento en que estoy centrado en la denuncia social.
¿Es eso, denuncia social, lo que veremos en la exposición?
Incluyo cuadros e dos épocas diferenciadas de mi vida. Por un lado la de los recuerdos de la infancia, de la inocencia, donde todo era sencillo. Iba con mis padres de romería, nos sentábamos sobre un periódico y compartíamos comida, bebida y conversación con el resto de vecinos. Son recuerdos bonitos, una pintura más intimista. Del otro lado, denuncia social, que es en lo que estoy trabajando. Me mueve el deseo de ayudar a los que sufren, darle voz a los que no pueden quejarse y me obsesiona conseguir ayudar, que los cuadros que pinto sobre injusticias y miserias humanas, con un protagonista e historia concreta, pudiesen ayudar a esa persona.
¿Una autovaloración?
Es una exposición intensa, con obras que no dejan indiferente. En mis exposiciones nadie se aburre.
