Sánchez Chacón estuvo oculto dos años en los montes de Beade

Los vecinos de la villa ourensana no olvidaron cuando el “Rambo gallego” compartió banco en misa con ellos, se tomó unos vinos o incluso los encañonó en sus años en fuga.

Alfredo Sánchez Chacón era conocido como el “Rambo gallego” por sus capacidades escapistas y su maestría para la supervivencia en la naturaleza. Sus habilidades le permitieron llegar -sin ser visto- hasta los montes de Beade (Ourense) y permanecer oculto para la Guardia Civil dos años, desde 1997 a 1999. 

No fue tan anónimo, sin embargo, para los vecinos de la villa. Sánchez Chacón no se perdía una misa  y no dudaba en irse de vinos con los dos hombres que más tarde lo acabarían delatando. 

Su recuerdo todavía sigue vivo en el pueblo. Allí mismo conoció a Sixto Martínez y a Vicente Melero, un suboficial de la Legión, durante un paseo de ambos por el monte.  Lucía Pousa, viuda del primero, recuerda su estancia en el pueblo: “Mi marido y Vicente entablaron cierta amistad con él, hasta que un día el Rambo empezó a decirles que tenía armas y los retó a ambos a ver quién disparaba mejor”. Fue entonces cuando sus “amigos” desconfiaron de Chacón. “No sabían que se trataba del Rambo que se había fugado de la cárcel, pero estaban seguros de que algo ocultaba. Al ver sus armas y enterarse de que había estado pegando tiros (y no era día de caza), contactaron con la Guardia Civil”, explica la viuda de Martínez. 

Ambos, lo llevaron a un bar de Ribadavia para asediarlo. Estaban en la planta baja de “0 Furancho do Moncho”, cuando la Guardia Civil apareció para detenerlo. “Rambo” sacó su escopeta y los apuntó pero Sixto Martínez fue más rápido y consiguió tirarle el arma. Se lo llevaron de nuevo a prisión. 

Este episodio violento no fue el único que protagonizó el fugitivo. Cándido Perdiz y su mujer, Leonor Rodríguez, trabajaban en un viñedo allá por 1997. El año pasado el viudo recordaba su encuentro: “Antes de chegar á viña disparou ao aire, veu coma un loco onde nós e apuntou a miña muller”, recuerda Perdiz. En ese momento le espetó a Leonor: “A ver, vostede, ¡cante o Cara al Sol!” y ella respondió: “Eu non sei cantar”, explicaba el viudo. Tras repetírselo varias veces, el asesino desistió y volvió a dar tiros al aire. Después dio un  “¡Viva Franco!” y al ver a un hombre acercándose, se fue. Cándido reconoció que si le hubiese pasado algo a su mujer “fenderíalle a cabeza cunha pedra”.

Y es que, como señalaron los residentes de la localidad, es difícil olvidar a este extraño vecino que medio oculto, medio a punta de pistola, residió escondido en los montes de Beade.

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