Las rotondas, útiles para canalizar el tráfico de la ciudad, pierden eficacia a la hora de orientar y guiar

Señalizaciones insuficientes, confusas y hasta ocultas dificultan la orientación del conductor

En la rotonda de la estación de autobús parte de las señales están ocultas entre los arbustos. (Foto: Xesús Fariñas)
Circular por la ciudad de Ourense puede convertirse en un martirio, dependiendo de a dónde pretendan llegar los conductores guiándose por las señales viarias. Algunas resultan incoherentes, otras confusas, y una parte hasta se oculta tras la flora que ha ido alimentando la desidia de las autoridades a la hora de limpiar.
‘Oye, ¿por dónde se va a Os Peares?’, preguntó un conductor que había ido rebotando, de señal en señal, hasta la rotonda de la estación de autobuses. No es extraño. En cuestión de indicaciones, la confusión está clarísima en la ciudad. Conducir por Ourense es una lucha sin cuartel contra el desconcierto que provocan señalizaciones confusas, señalizaciones ocultas, señalizaciones tramposas, no señalizaciones... Las rotondas, tan útiles para canalizar las corrientes del tráfico, pierden eficacia en cambio a la hora de llevar a los advenedizos a su punto de destino.

Caso práctico número uno: la rotonda de acceso al puente del Milenio, a la altura del Pabellón de Os Remedios, indica que a la N-525 y la N-120 se llega tomando a la derecha. Sólo cinco metros más adelante, se advierte que a la N-525 se llega siguiendo de frente.

En ese mismo punto, si el conductor en esta ocasión deja atrás el puente del Milenio para acceder al centro, debe saber que sus reflejos, por memorables que sean, no serán tan bárbaros que dispongan de tiempo suficiente para interpretar todas las señales que se agolpan en sólo diez metros. La sobreinformación, en tan poco espacio, lo colapsará.

La mejora de las infraestructuras ha implicado la regresión de las indicaciones, que en lugar de ayudar a interpretar el aba nico de carreteras, contribuye a la confusión con éxito. Nuevo caso práctico: un conductor busca el modo de llegar a las termas de Outariz. Las señales lo empujan hasta la N-120, dirección Vigo, a la altura del matadero. Por fin, a mano derecha encuentra una señal. Pero la señal le dice que gire a la izquierda. Desgraciadamente a la izquierda hay una mediana levantada a base de hormigón.

La señalización insuficiente constituye otra incidencia cuando lo que se quiere es alcanzar espacios tan turísticos como la Ribeira Sacra, o tan urgentes, llegado el caso, como las infraestructuras sanitarias.

Señales que se ocultan

A las incoherencias, a las ambigüedades, a las confusiones hay que añadir la flora. También plantas y arbustos intrigan entre ellos para desconcertar al conductor. Caso práctico: en la confluencia entre Progreso y el puente romano una señal tan relevante como la que indica la salida de la ciudad, juega a esconderse tras el ramaje de un árbol.

Otro caso práctico, pero más sangrante: si el conductor desciende de la estación de tren por la calle Gómez Franqueira, hacia la N-120, advertirá que donde tendría que hallar indicaciones, halla arbustos de hermosas flores. Arbustos que ocultan a falta de uno, dos carteles no poco relevantes que canalizan el tráfico hacia Vigo y hacia Madrid.

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