’No sabemos qué vamos a hacer el mes que viene’, explica un empresario con 27 años de trayectoria

El taller textil cierra sin remedio

Trabajadoras en un taller textil de la ciudad, ayer durante su tarea.
El futuro es incierto para los pequeños talleres textiles ourensanos. Después de tres décadas, sostienen que la situación ya está en ’límites muy difíciles de aguantar’ y auguran muchos cierres -la mitad de las empresas que todavía subsisten- antes de fin de año. Después del crecimiento en los años 80 y hasta mediados de los 90, se fueron quedando sin trabajo y el poco que tienen no cubre costes. Su competencia no sólo está fuera: sostienen que ya hay talleres talleres de trabajadores chinos en Galicia.
’No sabemos qué vamos a hacer el mes que viene’. Son palabras de uno de los empresarios de talleres textiles que todavía subsisten en la ciudad. Lleva 27 años de actividad, en los que vio nacer este sector, vivió sus momentos de auge, el inicio de la decadencia, y ahora afronta con incertidumbre el futuro. Creó su taller cuando Roberto Verino (que ni siquiera había creado su marca) comenzaba su despegue y necesitaban talleres a los que encargar su producción. A los dos años se unió Domínguez. ’Como no tenían infraestructura ninguna, incentivaban la puesta en marcha de talleres exteriores, que para ellos eran una bicoca: pagaban un tanto por prenda y a producir’, comenta. La puesta en marcha de un negocio de este tipo requiere una inversión considerable. En este caso, seis millones de pesetas ’de las de entonces’. Empezaron con 10 máquinas, tanto las ’planas’ (máquinas de coser industriales) como las especiales (de botones, ojales mangas...) pero a lo largo de su trayectoria fueron creciendo hasta llegar a 30. Y las hay algunas que costaban hasta siete millones de pesetas.

Todo de palabra

En los primeros años, el sector tenía mucho trabajo, pero nunca hubo un contrato firmado. ’Todo era de palabra y ya ibas contando con que tendrías trabajo’. Y, además, pedían exclusividad. ’Te decían que si trabajabas para otro, nada’. En aquella época, las grandes compañías incluso colaboraban con la puesta en marcha de los talleres, asesorándolos sobre las máquinas que necesitaban, y supervisando casi a diario el trabajo o solventando cualquier problema que pudiese surgir. Echando cuentas, los empre sarios de talleres textiles sostienen que el sector sólo fue rentable cinco años: entre el 90 y el 95. Entonces comenzó el traslado de la producción a Portugal, después a Marruecos, Países del Este, India o China. ’Hubo casos en que de la noche para la mañana los dejaron sin trabajo. Otros sí fueron avisando, insinuando que habría que ir buscando otra cosa. Pero algunos fueron realmente sangrantes: habían hecho una inversión en maquinaria enorme, que no habían rentabilizado, e incluso tuvieron que poner de su bol sillo’, señala.

’Es triste pensar todas las subvenciones que recibió esta gente y se están llevando el trabajo para fuera’, comenta el dueño de este taller. ’Y que se siguen recibiendo’, puntualiza otro compañero de profesión.

El futuro del sector lo ven muy complicado. ’Estamos ya en límites muy difíciles de aguantar’, comenta, casi resignado. Por ello, sentencia que ’de este año, muchos no van a pasar. Y no va a ser que cierre uno y en unos meses otro, irán varios de golpe’.

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