Del terror a los peluches

photo_camera Emilio Aguete, jefe de servicio de los bomberos de Maceda, hace un relato duro de cómo fue el rescate de los refugiados
Tras dormir tirados en amplios pabellones en la frontera entre Polonia y Ucrania, los 20 ucranianos llegaron ayer a la provincia y los más pequeños pudieron volver a abrazar los juguetes y sonreír a 4.000 kilómetros de casa

"Nos implicamos al cien por cien sin saber lo que iba a pasar. Fue una aventura en toda regla, pero salió bien”. Así lo relataba Emilio Aguete, el jefe de servicio de los Bomberos de Maceda, que se explicaba entre lágrimas, tras abrazarse a algunas de las mujeres de la expedición, a la llegada al pueblo de Maceda, rodeado de vecinos que no paraban de aplaudir y que entregaban juguetes (como peluches) a los niños y flores a los recién llegados. No era para menos la emoción. En su expedición de cinco días vieron cosas muy difíciles de digerir. “Lo que se ve allí no es todo lo que sale en la televisión, es peor. Es totalmente peor, sobre todo en los niños”, relataba el alcalde, Rubén Quintas. Lo corroboraba el bombero Aguete: “Es un terror, veías pasar continuamente carros de combate, la gente está muy afectada psicológicamente, nos enseñaban vídeos y fotos de sus viviendas destruidas…”.

La operación fue de todo menos fácil. “Estuvimos a menos 10 grados, con una sensación térmica de -15, cargando gente a las 2,30 horas de la madrugada, tras 17 horas de espera entre la nieve, con más de una treintena de autobuses por delante taponando la frontera. La información era escasa, los refugiados iban cayendo a cuentagotas, los filtraban en la frontera. Había gente tirada en pabellones. Nos esperaban como agua de mayo”. 

La espera fue larga. Salieron el martes de Ourense, llegaron el jueves y, tras 17 horas, consiguieron cargar a las primeras 14 personas a las 2,30 horas del viernes. Después tuvieron que hacer otros 500 kilómetros para recoger a otras dos personas, ya que no pudieron salir por el paso fronterizo que tenían aprobado. Y después, hicieron otros 60 kilómetros para coger a otras tres, timbrando por las casas. “Llevábamos los nombres, pero no conocíamos nada, estuvimos perdidos por los pueblos. Íbamos llamando casa por casa con traductores preguntando si estaba esa gente”, decía Aguete. 

Finalmente, consiguieron que todo saliera prácticamente como estaba previsto y llegaron entre vítores a Maceda, donde, además de los vecinos, les esperaban representantes institucionales, como Rosendo Fernández, vicepresidente de la Diputación, que felicitó la “gran demostración de solidariedade”.

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