Definido por la RAE como “encanto sensual que fascina”, el glamur tiene algo de secreto u oculto. Algo así como la esencia de la obra, la prenda, el objeto a la que una persona le otorga un sentido o estilo, el “depende de cómo lo lleves”. Es lo que la década pasada explotaron los “hipsters” con el mercado “vintage” por precios desorbitados. Las tiendas familiares de segunda mano de la ciudad, sin tantos carteles llamativos, demuestran que no hace falta irse lejos para encontrar antiguos tesoros y que Ourense es una urbe con un pasado glamuroso y un futuro que puede inspirarse en él.
Porcelana china
Como todos los tesoros, las casas de compra-venta se encuentran en lugares discretos. Al bajar el carreiro de Reza, en la intersección con Dr. Fleming, luce un letrero amarillo chillón con letras en negro y cierta musicalidad en su nombre: Silvano segunda mano. Allí se encuentra despachando Dimitriu Nikolai Silviu, que “vende de todo”. Asegura que lo que más busca la gente es menaje y muebles, aunque “no hay cosas concretas” que pueda especificar. El sistema es el tradicional de compra y venta, “vienen aquí, traen el objeto y se lo compro”.
Detrás del mostrador hay varias estanterías con botellas de vidrio del Siglo XX: “Son de coleccionista”, afirma el dependiente. En las etiquetas se lee “Revoltosa, El Águila, Fontecelta”. También varios sifones. Al lado, en otra de las estanterías salta a la vista una lámpara con un dragón y un farolillo que gira al enchufarla. Es “de porcelana china” y cuesta “300 euros”, explica Dimitriu. También hay un juego de tazas de té de japón. En el poso se ve a una geisha a contraluz. “Cuesta 30 euros porque le faltan piezas”.
Hacia el fondo de la tienda, donde los muebles, hay varias máquinas de coser Singer y un aparato que parece salido de “La bella durmiente”. “Es una máquina de zapatero de 1870”, dice un empleado, “se la compramos a un zapatero que se jubilaba y vendía su taller, cuesta 800 euros, es lo más antiguo que tenemos”. Varios clientes que visitan la tienda cuentan que “no buscan nada en concreto”, pero al final siempre se llevan algo.
El verano pasado, una chica vino a buscar un vestido para su boda. Se llevó uno de color rosa de Pronovias y se casó por 30 euros
Balenciaga y abrigos de visón
Al otro lado de la ciudad, cerca del Posío, se encuentra Reestrea, otro negocio dedicado a darle una segunda vida a las cosas. Colgados por distintos sitios del local, hay bolsos de cocodrilo de Massimo Dutti o Roberto Verino por 10 euros, una mochila Balenciaga de cuero por 250 euros, rebajada al 50%, maletas antiguas, ropa de todas las tallas y prendas que cuestan desde un euro a los 400 de los abrigos de visón o nutria. “Abrigos de piel ya no cojo más, la gente no los quiere, las señoras pensaban que hacían una inversión pagando 4.000 euros por un abrigo… ¡Si hubieran invertido en oro!”, exclama Antonia Vázquez, la propietaria.
El sistema de esta tienda es distinto al anterior: “Llevamos un registro de usuarios, nos dejan la ropa, o el objeto, y repartimos la ganancia al 50%”. Entre las cosas más llamativas hay, por ejemplo, una bandurria hecha a mano en los 70 por un artesano madrileño en la plaza de Chueca (Madrid), cuesta 160 euros. También un palo de lluvia africano por 30 euros o cuatro tomos de “El Quijote” revestidos en cuero, por 100.
Vestido de novia por 30 euros
Antonia lleva el negocio desde hace 11 años con su pareja, dice que le costó despegar, pero que “desde la pandemia la gente cambió su visión sobre el mercado de segunda mano”. “Hay mucha gente joven que viene a buscar cosas distintas a la de los comercios y no quiere gastarse tanto dinero en las marcas”, explica.
La propietaria comparte una anécdota del año pasado: “Noto que hay un ascenso en ventas de ropa de fiesta. El verano pasado una chica vino a buscar un vestido para su boda, se llevó un vestido rosa de Pronovias, que era de madrina y se casó por 30 euros. En las fotos estaba preciosa”.