La cárcel de Pereiro de Aguiar cuenta con 42 reclusos extranjeros que representan a 19 nacionalidades diferentes

Todo un mundo entre rejas

El lugar más cosmopolita de la provincia está en Pereiro de Aguiar, a cinco kilómetros de la capitalidad del Concello. En lo alto de una pequeña colina, sobresale el centro penitenciario, un micromundo en el que resi den hasta 20 nacionalidades distintas, incluidos los autóctonos. Portugueses y sudamericanos son los extranjeros más numerosos pero hay prácticamente representantes de todos los continentes. La integración no crea problemas, según los responsables del penal, aunque sí anécdotas derivadas de diferencias culturales. El doble aislamiento que soportan lo combaten como pueden o saben, pero eso sí, sin meterse en follones.
Los extranjeros en las cárceles casi siempre, que no siempre, son un grupo minoritario. Pura lógica estadística. Y en la cárcel de Pereiro de Aguiar (Ourense) aún más.

Ahora mismo, representan a un 9 por ciento de la población reclusa. Ahora bien, el grupo es de lo más cosmopolita: los 42 internos pertenecen a 19 nacionalidades, con acentos de todos los continentes salvo Oceanía (a fecha de 24 de junio).

No tienen problemas de convivencia con los autóctonos porque, según comentan, optan por escuchar, callar y tolerar. O lo que es lo mismo, no meterse en follones, una regla de oro que en el ambiente ‘taleguero’ todos conocen a la perfección. Pura supervivencia.

José Luis Antoniacomi Mauricio (40 años) aunque quisiera no podría esconder su procedencia foránea. Es boliviano, con rasgos indígenas bien definidos por el color tostado de su tez, las facciones ampulosas, ojos rasgados, nariz ancha... Un ilegal, pero legalmente preso, tal como él mismo con cierta sorna se define. En alguna ocasión, bastantes, en los seis años que lleva encarcelado, le han llamado ‘sudaca’, pero ya tiene callo a la hora de sortear provocaciones. ‘Aquí es muy importante evitar conflictos y aprendes a tratar con personas; la tolerancia y la paciencia debes practicarlas a diario’, comenta.

‘Oye, sudaca’

En los patios de las prisiones también se escuchan alusiones como ‘oye, sudaca’, ‘moro’, pero los aludidos no se ofenden.

‘Hay que tener cierta benevolencia para soportar las cosas que te digan’, dice Antonio Francisco Matías (38 años). Este angoleño de pura cepa, vestido con atuendo propio, enfatiza el hecho de que en Pereiro la convivencia entre internos es buena.

Y es que de existir algún tipo de discriminación entre reclusos, Antoniacomi Mauricio cree que influye más el delito por el que estás condenado que el que seas de procedencia extranjera.

Sin olvidar la personalidad del penado, una peculiaridad que resalta el director de la cárcel de Pereiro, Juan Carlos Salvador.

‘Los incidentes en las prisiones se producen no por la pertenencia a una determinada etnia sino por la personalidad del individuo’, apunta. Ni la religión ni la cultura son generadores de conflictos.

En estos últimos años, el reglamento penitenciario ha tenido en cuenta la realidad de las prisiones españolas a la hora de respetar las exigencias con la dieta o las prácticas religiosas. Menús con extras de arroz para los asiáticos o sin carne de cerdo para los mulsulmanes son un ejemplo. ‘En el Ramadán, les damos la comida por la noche, en la celda, en tarteras isotérmicas ya que deben ayunar durante el día’, explica Salvador.

La cultura de los extranjeros no implica problemas en esta cárcel pero sí anécdotas sexistas. ‘Tuvimos a un interno musulmán, oriundo de Mozambique, que no quería ir a la comisión disciplinaria porque había una mujer u otro de Azerbayán que no llevaba nada bien que la monitora de deporte le diera órdenes y acabó abandonando la actividad’, relata el director.

El integrismo religioso, hasta la fecha, sólo les causó un pequeño incidente hace cinco años cuando un recluso argelino presentó una queja ante el juez de Vigilancia Penitenciaria porque quería carne de cordero sacrificado hacia la Meca.

El idioma

El trabajo y el idioma, como factores integradores, juegan una baza importante. Las enseñanzas regladas de la prisión ofertan clases de español y gallego para extranjeros. En este último curso hubo 23 matriculados, un porcentaje elevado si se tiene presente que portugueses -la comunidad más numerosa- y sudamericanos no suelen apuntarse. Hay alumnos de la escuela que aprenden a leer por primera vez en castellano porque son analfabetos en su propio idioma. Los procedentes de Europa del Este tiene una facilidad especial en el aprendizaje del castellano.

No sólo trabajan la oralidad o la gramática sino también la comunicación no verbal y habilidades sociales dentro de un pro grama de intervención multicultural. Habida cuenta que hay expresiones que no tienen el mismo significado dependiendo de la latitud.

Los cursos y talleres de empleo les capacitan para un oficio.

Matías como encargado de la biblioteca hasta recibe una pequeña remuneración.

El déficit que provoca la doble sensación de aislamiento de los extranjeros en prisión, por estar encerrados y lejos de los suyos, no tiene curso posible que lo mitigue. La paraguaya003 Sonia Raquel Aranda (23 años) reconoce que a veces lo pasa mal y sufre a dentelladas la lejanía de los suyos. Desde el primer momento en que ingresó en prisión -la pillaron en el aeropuerto de Barajas con cocaína y fue condenada a nueve años- supo que necesitaba mitigar esa sensación de soledad.

Sonia se reconoce una persona muy familiar. Por eso pidió el traslado desde Alcalá Meco a Ourense, en donde también cumple condena su pareja. Por eso con venció a una ‘paisana’ suya para que se viniera con ella. De hecho, cuando hablan en guaraní se siente un poco más cerca de su patria.

Pero echar de menos es un sentimiento que algunos no se pueden permitir. José Luis Antoniacomi se refugió en el culto evangélico para arrepentirse del pasado que le acarreó una condena de 18 años y para ser más fuerte. ‘Tienes que procurar ser fuerte porque si no te derrumbas y acabas en las drogas y la medicación, que nunca solucionan los problemas’.

Los extranjeros suelen acabar en prisión por dos delitos: el tráfico de drogas en sus distintas modalidades (menudeo, media y pequeña escala) o robos derivados de una situación irregular o toxicomanías.

La cárcel ourensana es la prisión gallega con menos reclusos extranjeros. En el polo opuesto, está la de Monterroso (Lugo), en la que el 80% de sus casi 500 reclusos son foráneos. Aunque en número, destaca el caso de la macroprisión de A Lama (Pontevedra) con 747.


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